«Raro es el día que no nos insultan»
¿Más seguridad o condenas ejemplares? ·
La normalización de las ataques a los trabajadores sanitarios urge un debate sobre cómo responder ante la violencia: así fue para cinco agredidosSecciones
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¿Más seguridad o condenas ejemplares? ·
La normalización de las ataques a los trabajadores sanitarios urge un debate sobre cómo responder ante la violencia: así fue para cinco agredidosSolo con su presencia, el paciente que se acerca a la puerta de un centro sanitario hace que se abra la puerta. Los sensores son la materialización del artículo 43 de la Constitución Española, que fija el derecho a la atención sanitaria de todos los ciudadanos. Así que el sensor abre la puerta, y el paciente entra. Lo que pasa al otro lado es asistencia, curas, trámites de baja o de recetas, lo normal si no fuera porque esa normalidad se está viendo sacudida «casi a diario» por voces que gritan, por empujones, por alguien que «chuta un paragüero y escupe al mostrador», por protestas para pedir otro tratamiento. Pero no es el único derecho constitucional que hay al otro lado del sensor, el que protege la integridad física y moral de todos los ciudadanos (artículo 15), pero a los que llevan bata blanca o uniforme con el logo del SCS, desde la pandemia, este derecho se les está vulnerando y los episodios violentos empiezan a ser una constante «habitual».
Las agresiones registradas el año pasado suman 113 en Atención Primaria, pero ahí no están los empujones, las gritos o el trato vejatorio que cinco profesionales del ámbito sanitario reflejan en sus testimonios para dotar de piel y voz a la palabra agresión.
¿Qué pasa al otro lado del sensor de un centro de salud o del hospital, qué pasa cuando se cierra la puerta de una consulta y se queda dentro el profesional con el paciente? «La mayor parte de las veces no pasa nada y el 90% de la gente que hace uso de la sanidad lo hace correctamente, pero desde la pandemia es raro el día que no hay follón», dice el celador del centro de salud de Los Castros que la pasada semana sufrió junto al médico la agresión de un joven de 20 años. El celador tiene una rotura del bíceps de ocho centímetros: se lo hizo al apartar al paciente de su compañero, al que tenía empotrado contra el muro, golpeándole la cara. Tiene 60 años, lleva más de 38 trabajando de celador, y aunque ha tenido otras experiencias violentas, «ninguna fue como esta». Logró separarlos, pero se llevó «varios tortazos» que lo dejaron aturdido. Cuando volvió en sí y con ayuda de compañeros lograron separarlos. «Tengo cita con el traumatólogo para ver si hay que operar», dice. Siente dolor, pero lo peor fue el día después, ser consciente a lo que estuvo expuesto: «Hubo ensañamiento, lo vi, ¿qué habría pasado si esa persona, acostumbrada a las peleas por cómo actuaba, hubiera tenido una navaja?».
Es la misma pregunta que se hace una médico de Urgencias del Hospital Valdecilla cuando rememora el episodio que sufrió hace varios años. El agresor era el acompañante de un paciente que acudía por un «tema banal». «Llevaba un palo que usaba a modo de bastón, de unos cinco centímetros de diámetro, y se puso a gritar que por qué tenía que esperar tanto, que atendieran ya a su compañero, y trató de agredir a la enfermera». Ella salió de la consulta al escuchar los gritos. Acudieron los de 'seguridad' (en el hospital sí hay personal de vigilancia), «nos amenazaba a todos con el garrote». Solo cuando llegó la Policía Nacional pudieron reducirle y se lo llevaron detenido. «Esa noche nos llamaron para un juicio rápido, pero el juez y el abogado nos recomendaron no seguir con el proceso porque no serviría de nada al tratarse de alguien reincidente», lamenta. Y lo dejaron pasar, no sin frustración: «En un hospital o centro sanitario cualquiera campa a sus anchas y al final los que incumplen las normas salen impunes y no pasa nada. Raro es el día que no nos insultan, pero discutir con un paciente por el tiempo de espera o porque no cumplimos sus expectativas con el tratamiento está desbordando los límites de lo tolerable», dice.
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¿Qué pediría para trabajar más segura? «Más seguridad y que haya más control de acceso como sucede en el resto de edificios públicos donde tienes que dar el DNI para entrar, porque ¿y si en vez de un palo hubiera llevado un cuchillo o una navaja, como hemos visto en otros pacientes al desvestirlos cuando se quedan en Urgencias?». Lo peor, añade, «es que esa persona volvió al hospital y la volvió a montar y no pasa nada», declara con un punto de exasperación, el mismo que transmite el resto de protagonistas de este reportaje en el que comparten en primera persona, sin dar sus nombres por protección, lo que es estar en el trabajo y no saber si te van a gritar, a insultar o algo peor. Por eso, tras el último episodio, el colectivo sanitario ha salido a la calle y ha dicho basta. Quieren cambios ante la impunidad de las agresiones, sobre todo las verbales, tan frecuentes que han terminado por generar cierto estado de asunción. «De ocho guardias al mes, en seis nos dicen algo o pasa algo; si cada vez que sucede presentamos un 'acto violento' vamos a colapsar la asesoría jurídica del SCS», dice el celador.
POCAS DENUNCIAS
Aún así, coinciden todos, «algo hay que hacer», y así lo argumenta otra médico de Valdecilla, que la noche antes de que el celador y el residente de Los Castros sufrieran la agresión, ella misma vivió otra mientras atendía de madrugada a una paciente con pérdida de consciencia: «Intentaba explorarla, conocer la historia y cuando se despertó, me lanzó un puñetazo que evité pero me arañó el ojo, y luego empezó a darme manotazos en la cabeza hasta que logramos reducirla». ¿Pasó página o denunció? «He puesto denuncia a través del Colegio de Médicos que me ha ayudado a tramitar todos los papeles», dice, porque lo que antes podía ser algo esporádico, empieza a ser lo habitual. «No hay que llorar por los que hemos sido agredidos sino tomar medidas para que no pase nunca más», señala. «No solo estamos siendo agredidos nosotros, sino el sistema de salud. Si estamos intentado salvar vidas, ¿cómo vamos a hacerlo si la nuestra no se protege y se cuida? Creo que los colegios profesionales, los gobernantes y los jueces deberían hacer un alto y afrontar este problema grave, y si es preciso, cambiar leyes porque las condenas deben ser ejemplares hacia los que denigran el sistema de salud, que es el que nos protege a todos».
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Hay un antes y un después en la pandemia: «Faltas de respeto o encontronazos siempre ha habido», admite una enfermera del servicio de Urgencias de Primaria (SUAP), «pero estos años de covid que hemos sido el parapeto contra la pandemia, he sufrido muchísimas agresiones verbales y he tenido que ir a dos juicios a declarar por las agresiones a la doctora con la que yo estaba».
El vaso se rebasó en una guardia de madrugada, cuando atendió a una joven y al cabo de un rato apareció por allí su padre: «Me empujó contra una pared y me acorraló insultándome, me levantó la mano, diciendo que había hecho llorar a su hija, que la había tratado mal». Y se rebasó el vaso y sufrió ahí mismo un ataque de ansiedad. «Fue un cúmulo», dice, y por primera vez en 25 años de carrera está de baja. La causa: depresión. Y sí, se ha planteado dejar su profesión aunque la ame «en cuerpo y alma». Agresiones siempre ha habido, insiste, «tenemos que tragar con mucho y con cosas muy duras, pero con la pandemia han subido el 200%. Cómo nos trata la gente después de lo que hemos hecho ha acabado conmigo», y pide «que haya personal de seguridad pero también un respaldo en la ley, que haya sanciones, aunque sean simbólicas, por haber insultado».
113agresiones se contabilizaron en Atención Primaria el pasado año, un 30% más que 2020
368actuaciones hizo la Policía Nacional o la Guardia Civil en Cantabria, al menos una al día
186veces actuó la Policía Nacional durante la atención a domicilio del personal sanitario
De falta de represalias se queja también otra enfermera que acudió a socorrer a un hombre inconsciente en un garaje, y una vez allí, cuando se recuperó, se lió a puñetazos con el médico. Ella salió corriendo para buscar cobertura y llamar a la Guardia Civil. Lograron refugiarse en la ambulancia pero el hombre rompió la ventanilla del técnico conductor. Cuando llegaron los agentes, todos estaban heridos. «Nos citaron para un juicio rápido, pero al final no se celebró porque la pena que se le iba a imponer requería de un proceso judicial más largo», dice.
«Creo que debería haber personal de seguridad en los centros de salud, sobre todo en horario de urgencias que es cuando te quedas solo. Te ves ante un conflicto y ¿a quién pides ayuda?». «Las agresiones son muchas más de la que quedan registradas, la mayoría no da parte. Por eso denuncio y por eso cuento esta historia, para que vean que no se nos puede pegar, no nos vamos a quedar callados, esto tiene que tener consecuencias», opina la enfermera. «El señor se acabó empadronando en ese centro de salud, no entiendo que sigas teniendo ese mismo derecho después de haber agredido a los profesionales», y en su confesión saltan las chispas por la fricción de los derechos constitucionales que están aquí en juego.
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