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En el primer pleno del Parlamento copado por el 'caso Obras Públicas', más que las palabras pesaron los gestos. La gravedad de los hechos se notó en la tensión y la posición de unos y otros, en los tiempos. Para la primera intervención, Revilla –que ... no es precisamente de hablar poco– disponía de 30 minutos. Le sobraron casi 13. A los socios de Gobierno (el PSOE), parecido. Les correspondían 15 minutos y dejaron 5 sin usar. Por contra, a la oposición todos los relojes se les pusieron en rojo. Les faltó espacio. Tanto, que el portavoz de Vox acabó discutiendo con el presidente de la Cámara porque le cortaron el micro. ¿Dijo Revilla algo nuevo? No. Nada que no hubiera contado el pasado viernes. Que tiene «la conciencia tranquila», que «jamás han sido cómplices ni conocedores» y que, «más allá de que fallaran los controles», el consejero Gochicoa es «intachable». Dijo que algo así «le puede ocurrir a cualquiera» y que la oposición «toca hueso» si quiere involucrar al Gobierno con la corrupción. «Parece que todavía le tenemos que pedir perdón», replicó un PP que, más que exigir su dimisión, le pidió que asumiera errores y pidiese «disculpas» a los cántabros. El asunto seguirá teniendo recorrido. Seguro. Vox –muy duro– anunció que se personarán en el caso y Cs que llevarán a la Fiscalía y al Congreso el tema del presunto aviso de la operación de la delegada del Gobierno –muy preocupada también por la historia–. Y todo, a menos de tres meses de unas elecciones. Hay una campaña tensa por delante.
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–Bueno, ¿qué tal?
–La procesión va por dentro.
Fue el breve diálogo personal antes de empezar entre dos diputados (del PP y del PRC). Más gestos. Antes de empezar a cargar los rifles. El debate de la mina de Reocín previo fue un calentamiento. De hecho, Revilla llegó con él empezado y dedicó ese rato a repasar sus notas. A mano y en un cuaderno. Hizo algunas anotaciones y poco más antes de salir.
«Vengo con la conciencia tranquila. La personal y la de mi Gobierno», dijo para arrancar. Volvió a contar cómo se sucedieron los hechos –dedicó un rato a decir que no tenía muy clara la hora a la que le llamó la delegada del Gobierno, pero que los policías ya estaban allí–, repitió los halagos para Gochicoa y que tomó decisiones tras leer el sumario. Reiteró que la investigación está «exclusivamente centrada en el funcionario» y repitió las medidas que van a tomar (doble firma en los expedientes, trámite de expulsión al jefe de Carreteras...). «Yo entiendo que esto para la oposición es materia para involucrar al Gobierno, pero se equivocan. Este Gobierno no tiene a nadie imputado y nadie ha cogido dinero de la caja». Que «tocan hueso», resumió antes de volver a repasar –como hizo el viernes– nombres y asuntos de la historia del PRC. La intervención de Revilla –17 minutos de los 30 disponibles– terminó con una defensa de los funcionarios y de los trabajadores de las empresas implicadas (no de sus jefes).
Turnos de réplica. Cristóbal Palacio (Vox) abrió fuego. Resumió la Consejería de Obras Públicas como un feudo regionalista durante seis legislaturas. Controlada por muy pocos y que, desde allí, han saltado a «cotas altas» del PRC. Tanto, que achacó el silencio de los empresarios que, se supone, conocían las irregularidades «a que detrás hay un sistema institucionalizado de corrupción» que, de hablar, les dejaría sin «las migajas». Luego se preguntó si esta «red» se limitaba a Obras Públicas «o si es más amplia». Y enumeró algunos contratos (le valió un enganchón con la alcaldesa de Polanco, que también es diputada). «La sociedad de Cantabria no se merece un Gobierno corrupto», concluyó tras anunciar que se personarán en el caso.
Miguel Ángel Revilla
Presidente del Gobierno
María José Sáenz de Buruaga
Partido Popular
«Le ha faltado llorar», empezó Félix Álvarez, de Ciudadanos. «Usted –a Revilla– no es la víctima de nada». Definió al presidente como «el máximo responsable de una red clientelar típica de las regiones donde llevan gobernando los mismos durante décadas». Amiguismos, empresas «que crecen de la noche a la mañana»... Y cuestionó que «a nadie le oliera a chamusquina». Como Vox, dijo que los empresarios no se atrevían a denunciar «por miedo a quedarse fuera» y reprochó a Revilla que, «con dos dimisiones quiera que olvidemos que había un señor en su casa contando dinero de los cántabros».
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Turno para el PSOE. Había cierta curiosidad por conocer su enfoque. Les pidieron cabezas propias –Revilla lo hizo– con el 'caso Renedo' y con la polémica de los trenes. ¿Y ahora? Optaron por no hacer ruido. Noelia Cobo criticó que los que «militan en el populismo se relamen» o que vieran en un asunto tan grave una «oportunidad política». Un alegato contra la corrupción así muy en general y algún dardo al PP. «¿Tienen algo que decir sobre los cuatro años que estuvieron ustedes en Obras Públicas?» Eso y recoger unas palabras de Zuloaga para decir que aceptar la dimisión de Gochicoa era lo acertado. Y ya. «Que hay que seguir gobernando». Le sobró tiempo.
El que le faltó, seguramente, al portavoz del Partido Popular. Se esperaba a María José Sáenz de Buruaga, pero fue Íñigo Fernández. Con 'truco', porque la presidenta de los populares no entró en este turno, pero sí aprovechó una pregunta posterior a Revilla para fijar la conclusión de su partido. Buruaga le pidió a Revilla un balance de su Gobierno y, cuando le tocó hablar, tratando de salirse de la brusquedad de la tarde y del debate anterior, hiló con el 'caso Obras Públicas'. «Usted ha dado lo mejor que tenía por esta región y una inmensa mayoría de los cántabros se lo agradecemos, pero precisamente por ello le digo que no asumir responsabilidades en primera persona podría empañar 40 años de servicio público. No permita que eso suceda. Dé un paso al frente. Asuma responsabilidades políticas en nombre propio. Reconozca que han fallado, que algo ha hecho mal, y pida disculpas a los cántabros». No dimisión, pero sí disculpas.
Fue un tono algo más conciliador que el que había utilizado minutos antes Fernández. Muy irónico. «Quién le ha visto y quién le ve...». Al Revilla que «pide comprensión» le comparó con el que habla en las televisiones de los ERE, de Bárcenas... «Qué distinto cuando el caso lo tiene en casa». Le recordó que «pedía cabezas» hace pocos días, «pero cuando le toca a él, no». «El tono es otro, que 'a cualquiera le pasa', que 'que injusta es la vida'...». Doble vara de medir, acusó ante un caso que, dijo, «le ha estallado –al presidente– en la cara» y en el «nadie de la Consejería vio que uno de cada tres euros se amañaban». «¿Se imaginan qué diría Revilla en televisión si fuera en una consejería de Ayuso?».
Fernández describió a un líder regionalista «desenmascarado», con la «credibilidad por el suelo en la calle» y protagonista de una corriente de opinión «ya mayoritaria» que cree «que su tiempo ha pasado». «Y su comportamiento de estos días está acelerando esa corriente».
Puede que justo ahí se viera al Revilla más combativo. Más al ataque. Pero con dos episosios y dos caras. Como el PP, el PRC también utilizó la estrategia de las dos voces. Del poli bueno y el malo. Quedaba el último turno del presidente del Gobierno, pero el partido, el Grupo Parlamentario, tenía también su espacio. Y ahí Pedro Hernando (poli malo) salió al barro, a morder. A entrar en la bronca que a Revilla (poli bueno) no le interesaba. Hernando cargó contra el PP con asuntos como la sentencia de Mercasantander y hasta recordó a Buruaga que ha sido «capaz de humillar a su candidata de Torrelavega». Pero contra el que más cargó fue contra Álvarez (Cs), de «titiritero» a «títere», y con perspectivas, según dijo, de quedarse fuera de la política por la crisis en su partido.
Con el terreno abonado, Revilla subió al atril para cerrar el punto del orden del día otra vez por la vía rápida. Sin esconderse: «Esto toca a su fin», empezó diciendo. Le dolió que le dijeran que no toba la calle y sacó pecho por todo lo contrario. «Para los años que tengo me encuentro muy bien porque tengo la conciencia tranquila. A las diez de la noche entro en coma fruto de la tranquilidad que da no tener nada que esconder». Repasó presidentes condenados, auguró a Vox un paso testimonial por la política y a Cs estar lanzando «cohetes» antes de irse.
En esa misma clave electoral, definió al portavoz popular «como un verdadero Tezanos» por su pronóstico. Y se vino arriba. «Ya verá el día 28 de mayo por la noche. El susto que se van a llevar. Y usted, que decía lo mismo hace ocho años, no me llamará. Estoy muy fuerte».
De eso, al fin, iba todo esto. De elecciones en tres meses.
De su sustituto no se sabe nada todavía (se sabrá, previsiblemente, en las próximas horas). Y a alguno, de hecho, le sorprendió ver llegar a José Luis Gochicoa y ocupar su asiento como miembro del Gobierno en el hemiciclo. Hubo algunos saludos de los compañeros de partido y algo más tímidos del resto. La sensación generalizada fue la de haberse quitado un peso de encima. Sobre todo, tras la rueda de prensa que dio por la mañana (él mismo lo comentó antes de empezar). Estuvo sonriente, sentado entre Marina Lombó y Paula Fernández, y, sin intervenir, sí que hizo comentarios desde su asiento.
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