![Cantabria sufre el trimestre más seco en sesenta años](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202208/14/media/cortadas/Imagen%20Rio%20Pas08-kSNG-U170974597602TSD-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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La sequía y el calor, de un tiempo a esta parte, son los temas estrella de las conversaciones cotidianas. Hace mucho que no llueve, al menos como acostumbra aquí en Cantabria. La ciencia, además, da motivos a los ciudadanos para sus elucubraciones. Mayo, junio ... y julio fueron los meses más secos desde que hay registros –unos sesenta años–. Así lo certifica la delegación territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Un récord compartido con el resto del país. En este periodo, España sólo recogió 47,5 litros por metro cuadrado, lo que apenas representa el 43% de los 111,3 litros que sería lo normal. Hay que remontarse hasta 1965 para encontrar un mayo, un junio y un julio similares.
Las elevadas temperaturas y, sobre todo, la ausencia de precipitaciones han provocado una sequía que ya se ha convertido en un problema de primera magnitud. Desde julio ya son una veintena de municipios los que han sufrido incidencias relacionadas con el suministro de agua y en Miera, Santiurde de Reinosa, Vega de Pas, Valderredible, Luena, Rasines y Soba, por ejemplo, han tenido que recurrir al 112 para rellenar sus depósitos. Otros, como San Felices, Cartes o Villacarriedo, han pedido a sus vecinos que se abstengan de usar el agua para otro cometido que no sea el doméstico. Esto incluye regar las huertas, lavar los automóviles o llenar las piscinas. En este sentido, el consejero de Obras Públicas ha hecho un llamamiento general a la población para que haga «un consumo responsable».
LAS CLAVES
43,5ºregistró la estación de medición de la Aemet en Terán, en el municipio de Cabuérniga, el pasado 17 de julio. Desde que hay registro en la región, es el récord absoluto. Tama se quedó a medio grado (43º).
Un junio muy cálido
Fue el cuarto mes de junio en el que más calor hizo de los últimos sesenta años. Santander, Sierrapando (Torrelavega) y San Vicente de la Barquera anotaron la temperatura mensual más alta de su historia.
Mucho sol en mayo
Mayo fue el más seco de la serie histórica que maneja la Aemet. Además, se dio otro fenómeno: contabilizó 210 de sol frente a las 174 habituales de otros años.
Poco agua embalsada
Los pantanos que hay repartidos por Cantabria se encuentran al 51,3% de su capacidad, lo que supone casi un 5% menos que el año pasado a estas mismas alturas.
Repasando el último trimestre, mayo ya dejó entrever la que se venía encima. Fue muy cálido y extremadamente seco, un mes atípico tanto por las elevadas temperaturas como por las escasísimas precipitaciones. De hecho, obtuvo otro récord: el del mayo con menos lluvias de los últimos 61 años. Se recogieron 17,1 litros por metro cuadrado, que en términos porcentuales sólo supusieron el 17% de lo esperado. Además hizo mucho calor, superándose los valores medios estimados, que entre el día 15 y el 22 fueron de hasta seis grados por encima de la media de otros años. También lució el sol más horas: 210 frente a las 174 previstas.
Junio, en cambio, dio un pequeño respiro. «Fue normal en cuanto lluvias», apuntan desde la Aemet. Aun así, sólo se recogió el 78% de las precipitaciones habituales: 49 litros por metro cuadrado. Eso sí, fue especialmente caluroso. De hecho, el cuarto junio con las temperaturas más altas. Incluso los mercurios de varias localidades alcanzaron su media mensual más elevada: San Vicente de la Barquera, Santander y Sierrapando (Torrelavega).
Julio pulverizó todos los récords conocidos. Es en el que menos llovió de las últimas seis décadas y en el que las temperaturas se dispararon hasta los 26,2º de media, tres por encima de la mediana. Esto supera en casi un grado –0,8º, concretamente–, la anterior marca que era de 2013. Además, se alcanzó otro hito. La localidad de Terán, en el municipio de Cabuérniga, puede presumir de la temperatura más alta de la historia de Cantabria, al menos desde que la Agencia Estatal de Meteorología realiza las mediciones: 43,5º. Tama, en Cillorigo de Liébana, se quedó a sólo medio grado (43º).
Estos fenómenos extremos rara vez habían llegado a Cantabria con tanta fuerza. Aunque todos los veranos había jornadas de intenso bochorno, en pocas ocasiones desembocaban en olas de calor tan intensas como las dos de este año. La de julio fue especialmente dura, sobre todo en los días en los que las noches fueron tropicales con los mercurios rozando los treinta grados.
Esta anomalía meteorológica pone encima de la mesa el debate de si estos episodios son hechos puntuales o consecuencias directas del cambio climático. De hecho, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) tiene a un grupo de científicos que tratan de descifrarlo. Es decir, si estas olas de calor están originadas únicamente por el calentamiento global del planeta. El cántabro José Manuel Gutiérrez es uno de los investigadores que forman parte de este reducido grupo. El director del Instituto de Física de Cantabria (IFCA) fue contundente tras la celebración de la última Cumbre del Clima celebrada en Glasgow (Escocia) el pasado noviembre. Allí se estimó, si nada cambia, una subida de la temperatura global del planeta de tres grados a final de siglo. El objetivo acordado es reducirlo a sólo uno y medio. «El dilema de un límite u otro es una Cantabria como la conocemos o una Cantabria con un clima como el de las regiones del Mediterráneo», explicó Gutiérrez por entonces a El Diario Montañés, simplificando mucho para que llegara bien el mensaje. Si finalmente los vaticinios se cumplen, los expertos alertan de más olas de calor, nieve efímera y menos lluvias. No serán los únicos efectos que los cántabros noten. También habrá días más cálidos al año y noches menos gélidas. La serie histórica que maneja la Aemet ya observa que hay más días con máximas superiores a los 25º que antes. Otro de los aspectos a tener en cuenta es el nivel del mar. Si hasta hace poco crecía a un ritmo de 2,38 milímetros por año, en los últimos lo ha hecho a una media de 3,33 mm/año, según el IPCC. A este ritmo, si no cesan la emisiones a la atmósfera, el nivel del Cantábrico en 2100 podría elevarse un metro.
También variará la temperatura. El Instituto Español de Oceanografía (IEO) constató en la boya que tiene al norte de Cabo Mayor que desde 1995 hasta 2017 creció medio grado. Esto influirá de manera muy directa en las especies marinas y, por tanto, en el sector primario. Recientemente, varios científicos del centro santanderino han avisado de que estas anomalías, que achacan al cambio climático, modificará las costeras del verdel y el bonito, dos de las más importantes, junto con la del bocarte, para los barcos pesqueros de la región.
La sequedad del último trimestre también ha tenido efecto en los embalses de Cantabria. Hay menos agua acumulada, lo que a medio o corto plazo puede traer problemas. En conjunto, las infraestructuras hídricas están a la mitad. Concretamente, a un 51,3%, cuatro puntos menos que hace exactamente un año. Si se tiene en cuenta la media de los últimos diez, el porcentaje asciende a un 18% menos. El del Ebro, por ejemplo, ya está por debajo, ya que embolsa un 48,75%, 263.270 hectómetros cúbicos.
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Aunque desde la Consejería de Obras Públicas han insistido a lo largo de esta semana en que «a corto o medio plazo» no habrá problemas de abastecimiento en la red de suministro que depende del Gobierno regional, la ganadería y la agricultura ya los sufren. Los pastos están secos y además hay lugares en que ya no disponen del agua suficiente para dar de beber a los animales. Ante esta tesitura, la Consejería de Desarrollo Rural tuvo que mover ficha rápidamente para conseguir el visto bueno de la Confederación Hidrográfica para que los ganaderos pudieran coger agua de los ríos.
El pasado martes el consejero Guillermo Blanco remitió una carta a los 102 ayuntamientos comunicando la noticia. En la región actúan dos confederaciones diferentes: la del Cantábrico y la del Ebro. La primera accedió «para dar respuesta a una situación excepcional». Y puntualizó: «Se deberán presentar solicitudes concretas en las que se identifiquen los respectivos puntos de toma y los caudales y volúmenes que se pretendan aprovechar». Por su parte, la del Ebro también dio una respuesta afirmativa y se mostró «muy sensible ante esta situación», por lo que tratará de ser «lo más diligente posible para resolver con prontitud las solicitudes recibidas».
Como los animales no pueden pastar porque el terreno ya está completamente seco, los ganaderos han empezado a tirar del forraje que tenían guardado para el invierno. «Es lo nunca visto», apuntan desde el sector, que teme la situación que se les presenta si se quedan sin rollos de hierba y con los precios del pienso actualmente disparados.
A dos meses del cierre del año hidrológico –va de septiembre a septiembre–, este va camino de convertirse en uno de los más secos. Y también, de los que más fenómenos extremos de diferente signo ha acumulado. Un rápido vistazo a los últimos doce meses así lo certifica.
El verano pasado terminó con calor. En septiembre Santander alcanzó los 34,5º, lo que indica que este mes cada año es más estival que otoñal. En octubre, ya en pleno otoño, también se superaron los 30º de máxima y sólo un mes después llegaron las graves inundaciones tras el desbordamiento del Saja, del Pas y del Asón, que dejaron a miles de personas afectadas. De hecho, en Vioño de Piélagos, uno de los puntos neurálgicos, no se recuerda nada igual desde las graves riadas de 1983.
Las playas se llenaron de veraneantes en plenas Navidades. Santander registró el día de año nuevo la temperatura mínima más alta desde 1950: 18,5º. De hecho, la estampa fue de paseantes en marga y pantalones cortos por los arenales.
El invierno, en general, también fue seco. Febrero, por ejemplo, fue el séptimo con menos precipitaciones de las últimas seis décadas. Los agricultores ya avisaron entonces de que si no llovía vendrían pronto los problemas. Después, en marzo, llegó una visitante inesperada: la calima. El polvo subsahariano tiñó de marrón la Comunidad, algo prácticamente nunca visto, al menos, con esta intensidad. En abril entró el invierno con nevadas y la Semana Santa fue, a la contra, soleada y con temperaturas agradables.
El último trimestre, como ya se ha relatado, ha sido el más seco de la reciente historia en Cantabria, especialmente, mayo y julio. Agosto no le va a la zaga y los meteorólogos no intuyen que la cosa pueda cambiar, al menos, en el corto plazo.
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