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¿Qué pasará ahora, tras el fin del estado de alarma? ¿Cómo se comportará la pandemia en los próximos meses? ¿Cuándo se recuperará la economía? Los pronósticos de los expertos en salud y dinero para el futuro cercano de Cantabria convergen en un punto común: ... el papel decisivo de la vacuna contra el coronavirus, la gran arma que puede acabar con la enfermedad. La recuperación de la región y la reconquista de la normalidad dependerá de lo extendida que esté su administración entre la población.
La evolución de la situación sanitaria presenta algunas incógnitas por los nuevos factores en juego: a la vez que los indicadores epidemiológicos experimentan una mejora generalizada en todo el país, con la cuarta ola en claro descenso, Cantabria ha dado un volantazo en su método de gestión. Al levantamiento del toque de queda y del cierre autonómico se ha sumado una extraordinaria relajación de las medidas restrictivas: no hará falta esperar mucho para advertir sus consecuencias.
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Todo apunta a un próximo incremento de contagios, aunque probablemente con resultados diferentes a los sufridos en azotes anteriores del virus: la progresión de la campaña de inmunización, que cubre ya a los sectores de mayor edad -y, por tanto, a los más desprotegidos frente al covid-, asegura menos casos graves y, por lógica, menos saturación en los hospitales.
Por supuesto que hay dudas alrededor de la vacuna. El rápido desarrollo de las fórmulas y su inmediata utilización no han permitido comprobar cuánto y hasta cuándo protegen, aspectos que se irán comprobando sobre la marcha, con el paso del tiempo. El posible surgimiento de nuevas variantes que escapen a la inmunización obligará a mantener una vigilancia constante. Mientras no se alcance la deseada inmunidad de grupo, previa a la erradicación de la enfermedad, la responsabilidad de la ciudadanía sigue siendo una parte fundamental de la estrategia. Las imágenes de botellones y aglomeraciones que sucedieron al fin del estado de alarma no constituyen un buen augurio, pero habrá que confiar en que el sentido común impere.
Por otro lado, la inminente llegada del verano implicará otra forma de relacionarse y, así, el efecto de la mayor interacción social puede neutralizarse con más vida en la calle y una menor permanencia en espacios cerrados; la experiencia del pasado año parece indicarlo. Es también el recuerdo del último verano lo que cimenta buena parte de las esperanzas de recuperación económica en Cantabria. Fueron meses de récord, durante los cuales la región supo atraer al visitante nacional, su cliente más fiel, trasladando una idea de espacios abiertos y pocos aprietos en el control de la peste.
Es previsible que turismo y comercio, dos sectores de gran peso en la economía regional, inicien con paso firme su recuperación en ese momento, después de un periodo tan prolongado de castigo. Las reservas hoteleras que se reciben y aumentan de día en día parecen confirmarlo.
El endulzamiento de medidas restrictivas ha supuesto, aún con condiciones, la reapertura de los espacios interiores de bares y restaurantes en la inmensa mayoría de los municipios, gracias al descenso de la incidencia del virus. A la espera de cómo se desarrollen los acontecimientos y de cómo varíen los índices, la hostelería puede empezar a desperezarse tras el obligado parón.
Claro que habrá empresas, en ese y otros ámbitos, que no podrán aguantar hasta la llegada de esos tiempos mejores y se quedarán por el camino, como otras víctimas del virus. La consecuencia es evidente: parados y pobreza. Haciendo un poco de memoria y volviendo a los momentos anteriores a su aparición, ya entonces la economía europea se enfrentaba a una pérdida de peso a nivel mundial, con una actividad muy condicionada por exigencias de sostenibilidad y de condiciones laborales que no afectan a sus competidoras de otras zonas del planeta: son problemas que no se han evaporado durante este periodo de hibernación y que también afectan a Cantabria.
Hay otros asuntos pendientes, muy de actualidad: todavía se desconoce cómo se llevará a cabo el reparto de los fondos europeos que deberán ayudar al país a levantarse. Hay ajustes laborales pendientes y la amenaza de una subida de impuestos. Habrá que cruzar los dedos y confiar en que se cumplan las previsiones de crecimiento para Cantabria más optimistas.
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