Secciones
Servicios
Destacamos
Su padre le transmitió desde joven la pasión por el diseño, y en él descubrió un mundo infinito en el que la creación no conoce fronteras. Más tarde llegaron la música y la cultura urbana, de la mano del hip hop y del grafiti. Y tras ellos aparecieron el hardcore, el grunge, el funk, el acid jazz... La música le conquistó, pero sus ganas de crear le llevaron a lanzarse a otras disciplinas como la fotografía y el arte. Aprender, crecer, evolucionar... y probar. Así también llegó el vídeo como sustrato de historias y emociones. La suya es una densa trayectoria creativa que comenzó en Santander, pasó por Barcelona y que a día de hoy se asienta en una de las grandes mecas de Estados Unidos, Nueva York. El cántabro Sergio Sainz Vidal (Santander, 1973) ha trabajado para grandes empresas internacionales, ha desarrollado varios proyectos musicales y su carácter hiperactivo le ha llevado desde los bares de la calle del Sol de Santander hasta el mismísimo Manhattan, siempre dispuesto a zambullirse e investigar todo tipo de disciplinas y propuestas creativas.
–Su perfil creativo es la base de sus desarrollos profesionales: música, diseño, fotografía, arte... ¿Cuándo y cómo se decantó por esas opciones? ¿Fue una decisión consciente o llegó de forma natural?
–La verdad es que fue una decisión consciente y a la vez natural. Me acuerdo perfectamente de tener 9 o 10 años e ir diciendo por ahí que de mayor quería ser «dibujante publicitario»… Mi padre hacía trabajos de diseño como trabajo secundario y me introdujo desde muy, muy pequeño en el mundo de los rotrings, el Letraset, las tipografías a mano, la ilustración... y así aprendí a utilizar muchas disciplinas para crear un concepto unitario. Era crear una historia de manera gráfica. Para mí, que era - y sigo siendo- un hiperactivo, me parecía el trabajo perfecto: un mundo infinito, apasionante y divertido, del que difícilmente puedes cansarte y en el que siempre tienes algo que aprender.
–El diseño es una de las bases de sus trabajos, tanto profesionales como creativos. ¿Qué le ha aportado esta disciplina en sus distintas facetas?
–El diseño es un lenguaje que, como dije antes, incorpora otros tipos de lenguaje. Es como una caja donde puedes meter todo tipo de arte gráfico, fotografía, ilustración, tipografía, etcétera… Y en el que también trabajas con espacios, como la arquitectura. A su vez, te permite absorber mucha información del mundo que te rodea. Cuando haces un proyecto para una financiera, un restaurante, una ONG, una inmobiliaria, una charcutería… tienes que informarte sobre su entorno, la competencia, conocer cómo funciona el modelo de negocio, cuál es el público objetivo o cuáles van a ser las tendencias de mercado el año que viene y mil cosas más. Es una profesión que te aporta mucho más que el simple lado artístico, y que te pone en contacto con gente de diferentes perfiles. Pienso que lo que más me motiva del diseño es que estoy aprendiendo diariamente. Siempre hay algo que me sorprende: descubrir un diseñador de los años 50, un fotógrafo de Filipinas en Instagram, o un chaval que hace animación 3D con tipografía… Es un no parar.
–La música es una de sus disciplinas preferidas. ¿Cómo se adentró en la música y cómo ha sido su evolución en este campo?
–Me introduje en la música de manera obsesiva tras descubrir el hip hop y luego el reggae cuando tenía 13 años. Escuchaba también punk, hardcore, rock, soul... Pero la estética y el sonido del hip hop es lo que me hizo entender y elegir, de alguna manera, la música como un estilo de vida. Quería formar parte del juego. Empecé a hacer grafiti, pillando los sprays en Centro Reto o en Simago, donde cuadrara. Luego empecé a poner música en bares de Santander, como Los 5 Latinos, Urban Classics, Up… Fue una época interesante y muy ecléctica: hardcore, rap, grunge, acid jazz, funk, música brasileña... Todos juntos y todo a la vez. Me fui haciendo amigo de todos los que enredaban, especialmente de Falsa Identidad, luego Chinatown, y de Lone Watti, luego Better Collie. De estas relaciones y los locales de ensayo salieron portadas, discos y amistades de por vida. Posteriormente,
- Su trabajo dio resultados con la electrónica.
- Me empecé a interesar por la música electrónica y cuando me mudé a Barcelona en el 2005 empecé con Pablo Bolívar, otro cántabro en el exilio, el proyecto Pulshar, con la idea primaria de unir el espíritu del dub jamaicano con el dub electrónico de Berlín o Detroit. El primer trabajo lo publicamos a finales del 2007, y en el 2008 tocamos en el Sónar. Luego empezamos a tocar por varios países y fue una experiencia irrepetible. Posteriormente, al mudarme a Nueva York, lógicamente hemos perdimos un poco el hilo, pero siempre hemos encontrado una manera de poder seguir haciendo música juntos.
–¿Qué le ha aportado y le aporta la música?
–La música me ha aportado conocer a gente increíble, viajar, aprender y, sobre todo, me ha aportado un refugio. La música te puede sacar de mucho agujeros. También me ha permitido conectar con gente de diferentes culturas y nacionalidades. La música puede abrirte unas puertas que nunca habrías imaginado que existían. Es como un plus, un extra. Te amplía.
–Un elemento fundamental en sus diferentes trabajos es la tecnología. ¿Cómo describiría el impacto que la evolución tecnológica ha tenido y tiene en el ámbito creativo?
–Si no fuera por la tecnología, no hubiera hecho ni el 20% de lo que he hecho. El impacto de la tecnología en el ámbito creativo es como el aire, no se puede ya vivir sin ella. Forma parte de todo, es como la imprenta al libro. En cuanto a la música, para una persona como yo y tantas otras, que no han estudiado música ni saben tocar ningún instrumento, pero que de escuchar tanta música sabes exactamente lo que quieres, la tecnología es todo. Con la electrónica y el hip hop se abrió la caja de Pandora: no hace falta que seas músico, lo importante es que hagas música.
–Una de sus especialidades son las portadas de discos. ¿Qué suponen este tipo de trabajos? ¿Cuál es la clave de un buen diseño?
–Las portadas de discos son la manera más directa de conectar gráfica y música. Son las dos cosas que más me gustan, así que todo va de la mano. La estética o los colores de una portada te pueden condicionar mucho a la hora de entender o incluso a la hora de comprar un disco. Muchas veces ni siquiera sabes quiénes o cómo son los autores de la música, así que la portada es el único vínculo visual que tienes con los artistas. Creo que una portada aporta mucho al concepto de un álbum o de un artista. Es parte esencial del branding de un músico.
–Es usted cántabro pero reside en EE UU. ¿Qué diferencias destacaría en el papel que juegan la creatividad y las disciplinas artísticas en la sociedad norteamericana y la española?
–Lo que primero me llamó la atención, así de primeras y sin ningún análisis previo, es que el diseño en EE UU se basa en el «más es más»: más grande, más color, más llamativo... 'In your face' ('en tu cara'). La mayoría de las veces no hay mucho espacio para sutilezas. Esto también es a grandes rasgos, porque esto es muy grande y hay de todo. Pero lo que te encuentras en el día a día no es precisamente minimalismo. Es una lucha por captar la atención, y rápido. Otra cosa que me sorprendió al principio es la frialdad en el trabajo. Al principio me molestaba, y ahora lo agradezco. La gente es mucho más productiva y está más centrada. El uso del tiempo es más efectivo, y no suele haber malentendidos. Pero creo que en España o Europa, el sentido de jugar o experimentar, de probar cosas diferentes, está más aceptado que en los EE UU. La comunicación institucional de Madrid o Barcelona, por ejemplo, la mayoría de las veces le pega mil vueltas a la de Nueva York, en mi opinión.
–Si tuviera que elegir, con qué estilo o planteamientos se quedaría?
–A grandes rasgos prefiero el diseño europeo, aunque no sé si puede agruparse de esta manera ya que hay muchos países y muy diferentes. Pero creo que la herencia artística que tiene Europa, ya sea por antigüedad, volumen o por proximidad, me interesa más a nivel de diseño. Aquí en Estados Unidos está muy bien visto y valorado el diseño español. Especialmente valoran mucho la creatividad. Un directivo de un estudio de diseño, medio broma medio en serio, me dijo al poco de conocerme: «Los españoles tienen mucha creatividad, pero cuidado, ¡hay que atarles!».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.