«Pocos poetas habrá en la poesía española del siglo XX tan obsesionados por el ritmo como José Hierro. Pocos habrá que hayan situado esa palabra como pieza central en su creación...». Esta reflexión forma parte de 'Las palabras vivas', ensayo 'sobre la poesía y ... la poética' del autor de 'Agenda', que ha abordado el poeta Lorenzo Oliván. En la doble conmemoración del Año Hierro, su Centenario y ahora el vigésimo aniversario de su muerte, nada mejor que dejar huella con un estudio sobre quien edificó una cosmovisión personal. «En Hierro, ritmo y vida van siempre de la mano». Oliván (Castro Urdiales, 1968) autor de 'Visiones y revisiones' (Premio Luis Cernuda), 'Puntos de fuga' (Premio Internacional Fundación Loewe), 'Libro de los elementos' (Premio Internacional Generación del 27), 'Nocturno casi' (2014, Premio Nacional y I Premio de las Letras Ciudad de Santander), y 'Los daños' (2022), entre otros, fue coeditor de 'Espacio Hierro'. En paralelo a esta disección que ha visto a luz en Pre-Textos, con apoyo de la Fundación Gerardo Diego, Oliván se ha encargado de la Antología de Hierro para el libro 'Vida', con textos de Jesús Marchamalo, que acaba de ver la luz en Nórdica.
-Publicar este otoño 'Los daños', su último libro, y contribuir con dos publicaciones a la celebración del Centenario de José Hierro, no es casual. ¿Cuantas correspondencias hay en su escritura con la del Cervantes?
-Es difícil de saber. Autores como John Keats, Emily Dickinson, Juan Ramón Jiménez, San Juan de la Cruz o José Hierro, a los que he estudiado a fondo (a los dos primeros los traduje dedicándoles tres años a cada uno) están diluidos de algún modo en mi ADN poético, pero no sé muy bien cómo. Lo que más me interesa de Hierro es su identificación de ritmo y vida, su visión afantasmada de la memoria en la que «imaginar y recordar se superponen y confunden» y su sensibilidad extrema para que las formas vibren y palpiten. Hierro es una escuela inagotable para aprender en todos sus matices qué es eso de la palabra expresiva del poema.
-¿Cuál es la filosofía de vida que subyace en el ritmo de Hierro?
-Él está convencido de que el ritmo es la sangre del poema, lo que lo vivifica y pone en pie. Es un poeta traspasado por los conflictos del tiempo, del tiempo personal y del tiempo histórico. Pero a ese eje de lo temporal se acerca valorándolo en términos de movimiento, de dinamismo. No conozco a ningún poeta tan inmerso en un nudo de conflictos permanente. Consigue así que ese binomio de vida y tiempo bombee energía y emoción por todos los planos del lenguaje.
-¿Cuáles son las claves de su estudio 'Las palabras vivas'?
-Estaba harto de que en cierta tradición hispánica de la crítica confundan el ritmo con la métrica. Me interesaba mucho esa idea de Hierro que acerca lo rítmico a la vida y al misterio. Experiencias claves de mi infancia y adolescencia conectan lo rítmico con ambas nociones, En ese sentido han sido claves en mi ensayo los enfoques de ciertos formalistas rusos que veían en el ritmo una 'dominanta' que lo traspasaba todo y una fuerza progresiva-regresiva que crea sensación de fatalidad.
-Concibe a Hierro como 'poeta isla'. ¿Eso explica que su influencia sea menos visible que la de otros poetas?
-Lo que creo es que Hierro fue poeta social a su manera, poeta culturalista a su manera, poeta experiencial a su manera. Tiene una cosmovisión tan personal que todo lo hace suyo y solo suyo. No actúa espoleado por fórmulas, sino por una necesidad de expresión. Eso le apartó de rebaños. Un rebaño se ve más en el paisaje que un pastor. Pero a mí me interesan mucho más los pastores que los rebaños, que levantan polvo que se lleva el viento.
Voz
«En pocos poetas la vida se siente vibrando con tanta riqueza de matices. Todos lo vuelven poliédrico, abundante de perfiles»
-Poliédrico y plural, ¿cómo sintetizar los 'ejes de visión' del autor de 'Cuanto se de mí'?
- A Hierro el drama histórico le arruina un tiempo vivo, que él vincula a lo más pleno de la infancia y juventud. Eso hace que cuando quiera cantar ese tiempo pleno las palabras se le vuelvan difíciles o se le rompan en 'ritmos imposibles y ahí está también la raíz de que sea un poeta 'endemoniado'. Por carácter y vitalidad estamos ante un ser de fuego que en sus vivencias troncales no se entiende sin el agua, sin el mar. El recorrido de los símbolos del fuego y del agua en Hierro constituye un eje medular en el poeta. No ser conscientes de ello impide que «entremos más adentro en la espesura».
-¿Qué supone leer a Hierro hoy?
-Supone asistir a una lección de coherencia vital y poética, y también asistir al espectáculo de cómo desde esa coherencia se pueden explorar realidades nuevas, formas nuevas. La corriente de Hierro sabe siempre discurrir por cauces distintos. Y eso enriquece su voz.
-¿Cómo define la energía del poeta?
-La energía que persigue y transmite Hierro indaga en el meollo de la vida, es de raíz existencial. Hierro la explora en su complejidad: la explora como problema y como celebración.
-¿En qué reside la esencia del poema en Hierro?
-En lo que decía Ortega: la forma es el órgano y el fondo la función que lo ha creado. O en lo que decía Salinas: sus poemas dicen y hacen. Pero, sobre todo, hacen lo que dicen.
-¿Hay que tener mucha fuerza para estar tantos años en silencio?
-Sabía que 'Libro de las alucinaciones', en 1964, era una cima absoluta. Yo lo veo como el testamento de su madurez, en el que se vacía por completo. Ya solo le quedaba el testamento de la vejez, que es 'Cuaderno de Nueva York'.
-¿Ha faltado implicación de las instituciones cántabras para que el legado de Hierro tuviera más presencia en la comunidad?
-Es una pena que no saliese en su día adelante crear una posible fundación en Santander. O en Santillana, donde sé que se barajaron espacios. Tener en Cantabria el legado de Gerardo Diego y lo principal del de Hierro, sería tener casi un tesoro inigualable, sin parangón, dentro del siglo XX.
-¿Qué criterio ha adoptado para la Antología integrada en 'Vida'?
-Dar un Hierro lo más completo y complejo, que recoja todas sus vertientes. Ofrecer a cualquiera que se asome a ese libro los poemas, que desde mi punto de vista (subjetivo, por supuesto) abren el apetito y llevan a querer leer más.
-La cárcel, el mar y el campo, la pasión por el dibujo, los viajes, el tabaco...¿en pocos poetas vida y obra están tan entrelazadas?
-En pocos poetas la vida se siente vibrando con tanta riqueza de matices. Hierro es naturaleza y gran ciudad, intimismo y cultura, realismo e irracionalismo, reportaje y alucinación. Todos esos frentes lo vuelven poliédrico, abundante de perfiles.
-¿Con 'Cuaderno de Nueva York' nacía un nuevo Hierro; o es más bien un testamento?
-Tengo claro que con ese libro Hierro sabía que nos decía adiós. Su voz se funde con el gran estuario, y de manera manriqueña, un tanto en sordina, nos da el lento naufragio de una memoria grávida de experiencias y recuerdos. Veo en 'Cuaderno de Nueva York', un barco casi fantasma, donde se funden voces, tiempos y espacios, internándose en el silencio final. Pero sabiendo que nadie puede ni podrá arrebatarle al poeta tanta dicha que se lleva con él para siempre.
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