No saber nada del coronavirus es como intentar respirar sin estar...
CUADERNO DE EXCEPCIÓN-DIA 6 ·
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CUADERNO DE EXCEPCIÓN-DIA 6 ·
Percibo la información no ya como un río tranquilo al que me acerco a beber sino como una corriente que me arrastra y confunde. Me pregunto si otras personas sienten este aplastamiento al exponerse a las noticias sobre el coronavirus. Se ha convertido ... en un tema único y por importante que sea pienso que no puede ser bueno que la vida gire alrededor de una sola cosa. La muerte siempre ha existido. Antes de esto, también. Me acuerdo de cómo los liquidadores que trabajaron en el desastre de Chernóbil se exponían solo unos segundos a la radiación para evitar daños irreparables. Me inspiro en ellos. Intentaré dedicar solo media hora al día a leer noticias. Es suficiente. Para poder pensar con un poco de limpieza, debo aislarme de aquello que nos obliga a estar encerrados.
Me doy cuenta pronto de que no es tan sencillo. Basta con tocar el teléfono para que las noticias, encabritadas como caballos salvajes, comiencen a llegar galopando fuera de control. Es como entrar en contacto con un objeto maldito que introduce en mi mente, como un relámpago, los escenarios más apocalípticos. Por diferentes canales me llegan noticias sobre cómo el coronavirus afecta gravemente a gente de mi edad. Mueren jóvenes. Mueren jóvenes. Mueren jóvenes. ¡Mueren jóvenes! ¿Soy joven? Menos mal que apenas soy hipocondríaco. El teléfono debe ser apagado. Como no soy un radical, lo dejo en silencio. Miro por la ventana. Hay un roble al que le comienzan a salir las hojas. Eso es, hay que fijarse en la naturaleza. La vida no se detiene. Mmmmmmmm. Ya está aquí la primavera. Canta un pájaro. Esto mejora. Ladra un perro a lo lejos como queriendo decir algo. El pájaro vuelve a cantar. Qué bien. Pasa un coche de la Policía Nacional con unos altavoces a todo volumen, me recuerdan que estamos ante una grave alerta sanitaria. A la mierda la desconexión.
No saber nada del coronavirus es como intentar respirar sin estar en contacto con el aire. Para permanecer cuerdo, tendré que convivir con él e ignorarlo siempre que pueda, como el que termina por no oír el ruido atronador de los coches que llega de la carretera. Un amigo celebra su cumpleaños. Hacemos una fiesta por Skype. Es mi primera vez. Al principio es raro, todos en nuestras ventanitas digitales, asomados a un patio virtual. Es extraño pero la conversación se anima, nos reímos, comemos juntos, se soplan las velas, se entrega un regalo y hasta acabamos bailando. La vida sigue, pese al coronavirus. Es peor que lo que teníamos antes, claro que sí, pero es mucho más que nada.
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