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Cabello negro, piel morena, nariz gruesa y boca grande. Viuda, sin hijos. Tiene instrucción. Profesión: periodista. El expediente de la Prisión Provincial de Santander aporta todos los detalles sobre Matilde Zapata excepto el principal: el motivo de su condena a muerte. Ese espacio permanece en blanco.
La biografía de la pionera del periodismo femenino en Cantabria es una historia de coraje y derrota, una vida corta e intensa en defensa de los derechos de mujeres y trabajadores. Inspirada por Matilde de la Torre y Consuelo Berges protagonizó junto a ellas el liderazgo intelectual y cultural femenino durante la Segunda República. Fueron las primeras mujeres que escribieron con voz propia en los periódicos. Feminista, socialista y republicana fue la primera mujer que dirigió un periódico, pero su influencia como referente del periodismo cántabro ha sido silenciada. Los nombres propios a los que se rinde tributo son masculinos. El suyo todavía parece ser una referencia incómoda porque nunca ha sido reivindicado con la debida intensidad, pese a que sus artículos conservan vigencia y aportan una visión social audaz para su tiempo y para la juventud desde la que fueron escritos.
Mujer libre y culta nació en Sevilla en 1906 y a los once años llegó a Santander con su familia. Fue una lectora precoz, una muchacha con inquietudes culturales casada muy joven con un hombre mayor, el periodista Luciano Malumbres, director del periódico La Región donde la propia Matilde se inició en el periodismo, en la primavera de 1932, y en el que escribió durante seis años.
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Guillermo Balbona
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Con anterioridad, Matilde –excelente oradora de perfecta dicción, según testimonios de la época– protagoniza sus primeras intervenciones públicas en el Ateneo Popular de Santander y se afilia al partido socialista donde crea un grupo infantil que preside con doce años Eulalio Ferrer. Como vicepresidenta de Juventudes Socialistas en 1932 interviene en su primer mitin en Santoña junto a Bruno Alonso para recorrer posteriormente toda la geografía cántabra. Con su pluma y, sobre todo con su voz –oradora de gran poder de convicción– se dirige especialmente a las mujeres.
El escritor José Ramón Saiz Viadero rescató su biografía y artículos más relevantes en 'Las páginas femeninas de Matilde Zapata' en los que apela al voto de las mujeres, sobre todo de las obreras «las otras no me interesan porque no conocen la tragedia del hogar sin pan y por tanto ya sabemos por quién votarán si tienen la gallardía de cumplir con sus deberes de ciudadanía». «¡Deja de ser muñeca para ser mujer!», incita a las santanderinas y las exhorta a no olvidar que pertenecen a la clase trabajadora «por más que se compongan unos trapillos aparentes».
Escribe también sobre la naftalina del mito español del Don Juan y cuestiona a la Iglesia. Afea a las damas del Asilo de la Caridad que pidieran ropa vieja para los necesitados: «¿no les sería más fácil, señoras damas, privarse ustedes de tanto lujo y dar prendas nuevas a los pobres?», escribe en 1935. Hablaba de violencia de género –crímenes pasionales en la época– «producto neto, no de la fogosidad exclusivamente y el temperamento de los españoles (…) sino de una deficiente educación sexual, de educación de sentimiento y educación de pensamiento… Eduquemos al pueblo en el aspecto sexual», reclama. Al tiempo pide la abolición de la prostitución, debate vigente en nuestros días.
La Región había denunciado escándalos de corrupción de algunas autoridades y el engaño de la Cooperativa SAM a los campesinos. En vísperas, además, de la Guerra Civil la cabeza del marido de Zapata tenía precio. Mientras jugaba al dominó en el Bar La Zanguina de la calle Martillo le dispara un pistolero falangista contratado en Madrid. Luciano Malumbres no fallece en el acto, muere al día siguiente en Valdecilla. Santander se paraliza. Cierran los comercios y los trabajadores no acuden a las fábricas. Su entierro fue una impresionante manifestación de duelo popular, una grandiosa despedida para «un hombre diminuto al que agigantaba la valentía de su pluma», según Eulalio Ferrer.
Matilde Zapata, ya viuda, en lugar de quedarse en casa llorando desde la misma noche del atentado se pone al frente de la redacción. Accede a un puesto de auxiliar del bibliotecario municipal, con un sueldo anual de tres mil pesetas. Al poco, Matilde se afilia al Partido Comunista y el 1 de junio del 37, escribe una de sus últimas columnas en la que se declara comunista «porque yo iba a la escuela del marxismo y no sabía abrir los libros. Y los que me enseñaron, tampoco sabían abrir los libros».
Cuando las tropas franquistas entran en Santander intenta huir a Francia en barco desde Asturias y es detenida. Algunos testigos narran que fue salvajemente torturada. Le afeitaron la cabeza, Un consejo de guerra celebrado en el Instituto Santa Clara pedía para ella dos condenas a muerte. «Con una me sobra. La otra puede guardársela porque igual la necesita algún día para sí mismo», espetó al juez. La fusilaron en la primavera del 38 contra la tapia del cementerio de Ciriego. Tenía 32 años. Vestía abrigo y sombrero. Años después, Zapata y Malumbres fueron multados con 20.000 pesetas cada uno. Ni siquiera la muerte calmó el odio de sus verdugos.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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