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Alumnos y profesores del encuentro 'Juventud y talento' organizado por la UIMP y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. JUANJO SANTAMARÍA
Jóvenes por el futuro del territorio

Jóvenes por el futuro del territorio

Los participantes en el programa 'Campus rural' comparten en la UIMP experiencias e ideas para favorecer la cohesión territorial

Mada Martínez

Santander

Lunes, 17 de julio 2023, 02:00

Isabella Valente descubrió el Programa Campus Rural en una de sus visitas al portal de prácticas de la Universidad Complutense. Pinchó en el enlace y descubrió una oferta de Periodismo en un pueblo de la provincia de Zamora cuyo nombre no había escuchado hasta el momento: Bermillo de Sayago. «Eran prácticas remuneradas y, en mi caso, también me daban alojamiento. Me pareció muy atractivo, llamó mi atención y, egoístamente, también pensé que era más fácil conseguir trabajo allí que en Madrid».

Gracias a su interés, a sus méritos académicos y animada por su entorno, Isabella acabó en Bermillo, trabajando para una asociación cultural que edita la revista semestral 'Vive Zamora'. De su estancia en este municipio de apenas mil habitantes se lleva mucho. «Siempre he tenido envidia de la gente que tiene pueblo y ahora puedo decir que ya lo tengo. Y además esto ha despertado en mí una conciencia», cuenta Isabella en un receso del curso 'Jóvenes y talento' celebrado la pasada semana en la UIMP, en el que intervino en una mesa redonda con otros compañeros del Campus Rural 2022.

El encuentro de La Magdalena ha reunido por segunda vez a los participantes de este programa impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico con el objetivo de fomentar la cohesión territorial y la igualdad de oportunidades, sobre todo, en lugares en riesgo de despoblación. ¿Cómo hacerlo? Conectando a los universitarios con el ámbito rural, donde la pérdida de habitantes es más acusada. «La idea es que creen comunidad, que sientan que pertenecen a algo más grande que se construye entre todos», argumenta Juana López, directora general de Políticas contra la Despoblación, órgano dependiente del Miteco. Campus Rural ha tenido mucho protagonismo en las sesiones, pero el debate ha tratado de mirar más allá: a la cultura, al papel de las mujeres jóvenes en el territorio, a las razones de la migración del campo a la ciudad... y, por supuesto, a los escenarios futuros. «Necesitamos seguir construyendo esta política con los jóvenes en un diálogo abierto. Ellos son claves en este desafío, son el presente y el futuro, son una generación que está concienciada con el cambio climático, que tiene un compromiso. Los jóvenes tienen que estar en el diseño de las políticas públicas. Tienen que ejercer su derecho de ciudadanía», defiende la directora general.

Las frases

Magisterio de Primaria

Rocío Villa

«Cada uno venimos de áreas diferentes y abordamos la situación de forma holística. Tenemos una mirada« diversa»

Geografía e Historia

Miguel Apellániz

«Se empieza a hablar de iniciativas para que los jóvenes vuelvan a los pueblos y el ruido es el primer paso del cambio»

Arquitectura

Juanjo Calero

«En general, el programa ha funcionado y no debe abandonarse. Pueden sacar conclusiones que sean ejecutables»

Directora general de Políticas contra la Despoblación

Juana López

«Necesitamos seguir construyendo políticas con los jóvenes en un diálogo abierto. Son clave, son el presente y futuro»

Sin embargo, a la hora de hablar del futuro del territorio es justo entablar un diálogo intergeneracional, una idea que en la UIMP trajo a colación Manuela Carmena. «La aportación de los viejos es importantísima; tenemos un claro proyecto de seguir en activo», apuntó a modo de lema la magistrada y exalcaldesa de Madrid.

Para encarar la progresiva despoblación de los municipios rurales -ocho de cada 10 núcleos con menos de 5.000 habitantes pierden vecinos en la última década-, Carmena cree que lo primero es hacer un análisis serio de los porqués y responder a este reto con la unión del talento de jóvenes y mayores. López también está por las alianzas, sin ir más, lejos, entre lo urbano y lo rural porque la clave, insiste, está en «vertebrar el territorio», en desterrar un buen puñado de tópicos y en procurar -en eso se basa la estrategia de su dirección general- la «igualdad de oportunidades». El Campus Rural se creó para eso, en primer lugar, «para generar una conciencia y un compromiso» entre sus participantes. «Lo importante es que sepan que, aunque vuelvan a vivir en la ciudad, lo que pasa allí les concierne».

Alumnos en una de las clases del encuentro. Juanjo Santamaría

El Programa Campus Rural comenzó a urdirse en 2021. Fue en tonces, evoca López, cuando «empezamos a soñar con la posibilidad de que hubiera universitarios y universitarias que hicieran prácticas en el mundo rural». Tomando como referencia experiencias previas capitaneadas por un puñado de universidades públicas, la Dirección general se propuso crear un proyecto a nivel nacional que favoreciese la cohesión socioterritorial desde una perspectiva positiva. «No queríamos quedarnos solo en el diagnóstico», incide López.

En alianza con la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas y vía convenio, en la convocatoria de 2022 lograron hacer partícipes a 37 instituciones -y a 41 en la segunda- y a 130 titulaciones. En virtud de esos acuerdos, cada universidad hace cuadrar la oferta de prácticas -en empresas, ayuntamientos o en entidades sin ánimo de lucro, entre otras- con la demanda de su alumnado. El Ministerio, por su parte, financia el periodo de prácticas, gestiona los seguros sociales y aporta una ayuda económica extra de mil euros. En la primera edición «tuvimos tal demanda que pudimos llegar a 399 alumnos, más del doble de lo que teníamos pensado inicialmente», celebra López.

De momento, las prácticas duran entre tres y cinco meses, pero la idea es ampliarlas hasta los doce. La Dirección de Políticas contra el Despoblamiento también quiere involucrar en futuras ediciones a los estudiantes de Formación Profesional -«eso sería muy positivo»-, y extender el programa por Europa. Por lo pronto, ya han sumado a la causa a Portugal.

En 2022, medio centenar de alumnos del Campus Rural se reunió al término de sus prácticas en la sede conquense de la UIMP para cotejar pros y contras y compartir experiencias. «Nos dimos cuenta de que sus testimonio enriquecían la política pública», apunta López. Y en Santander, el grupo ha empezado a pensar en la posibilidad de armar una plataforma que les conecte durante y más allá de esta experiencia profesional. Quieren ser embajadores, hacer mentoría. «Somos la primera edición y queremos que se mantenga. Es una iniciativa para la gente y quizá, en un futuro, pueda convertirse en un laboratorio de ideas», confía Isabella Valente.

«Estaría muy bien hacer una tercera reunión de la que salieran unas actas debatidas y consensuadas y enviarlas luego al Congreso», se anima a proponer Miguel Apellániz, que este año repite en el Campus. Vive a caballo entre los municipios riojanos de Enciso y Arnedillo, donde está la oficina de turismo en la que trabaja. Miguel rechaza la romantización de la vida en los pueblos -«es algo extremadamente peligroso porque podemos trivializar las necesidades de la gente»-, pero, al mismo tiempo, percibe interés genuino entre la juventud por asentarse en los pueblos -así ocurre en Enciso, donde ha fijado su residencia-, percibe que hay debate, hay atención mediática, hay iniciativas incipientes y «el ruido -dice- es el primer paso para el cambio político».

En su último año de la carrera de Arquitectura, Juanjo Calero estaba decidido a hacer prácticas. Se había inscrito en el Campus, pero, en paralelo, iba superando entrevistas en el proceso de selección de una gran empresa. La llamada de Enrique Collada, presidente de Rumbo Rural, le hizo decantarse. «Me contó lo que tenían entre manos y me atrajo bastante. Era un proyecto piloto para hacer una propuesta del ordenamiento de la Mancomunidad del Alto Tajo. Y me dije: vamos a probar».

La arquitectura, continúa, puede contribuir -ya lo hace- «a entender el medio, y a paliar o revertir el problema» de la despoblación. Está igualmente convencido de que ha llegado el momento de actuar. «Hay que abordar este problema sí o sí, hemos mirado para otro lado durante mucho tiempo».

A su lado, Rocío Vila Soriano asiente. Ella se decidió probar en Andilla (Valencia), municipio de unos cien habitantes. Seleccionada previamente en el programa 'Generación Docentes' de la Fundación Princesa de Girona, Rocío cursó sus últimas prácticas de la carrera de Magisterio (Primaria) en un centro educativo rural en Teruel. «Terminé esas prácticas en junio y me quedé con ganas de más», así que cuando surgió la posibilidad de inscribirse en el Campus Rural apenas lo dudó: «Fue una oportunidad de oro».

Aunque nacida en un municipio pequeño, de unos 5.000 habitantes, Rocío ha aprendido en Andilla a llevar un aula multigrado «con pocos niños y cada uno en un nivel. Para mí ha sido un reto y un cambio de mentalidad». Tanto es así que ya piensa en montar una escuela-bosque. «Estos programas me han permitido concienciarme y empoderarme. Con proyectos e ilusión puedes aportar mucho a un pueblo».

Javier Belluga coincide. Estudiante de Comercio en la Complutense, este año se ha estrenado en el Campus con unas prácticas en la asociación Apadrinaunolivo.org de Oliete (Teruel), localidad con 340 habitantes, muchos de ellos involucrados en este proyecto de conservación de olivos centenarios que ha expandido el negocio con la producción de aceite. «Es una empresa en crecimiento y necesita ayuda, sobre todo, en el ámbito del marketing. Es una buena oportunidad», apunta. Propuestas como esta suman. «Creo que una buena forma de salvar el mundo rural es haciendo que sea una alternativa viable, que acoja negocios. Y para eso hace falta apoyo por parte de las instituciones».

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