Es como si la vida se hubiera convertido en un largo domingo perezoso
Cuaderno de excepción, día 7 ·
Secciones
Servicios
Destacamos
Cuaderno de excepción, día 7 ·
Se cumple una semana desde que nos dijeron que no saliésemos de casa y restringiésemos al máximo nuestros contactos sociales. En estos siete días, mi percepción del tiempo se ha ido alterando sutilmente. Es, de momento, una ligera confusión, algo como un atolondramiento. Una ... sensación parecida a la que me asalta cuando estoy de vacaciones. Simplemente, me cuesta saber si es martes o miércoles, jueves o sábado. Me tengo que parar a pensar en ello para poder decir en qué día estoy. Es como si la vida se hubiera convertido en un largo domingo perezoso. Ayer fue domingo, hoy es domingo, mañana también lo será. La escritura diaria de este artículo me ayuda a que los días no se vuelvan aún más vaporosos.
Un buen amigo me pidió hace unas semanas un poema sobre el paso del tiempo. Ahora que tengo más horas libres que nunca para escribirlo, no acaba de llegar. Siento que será un poema impuntual, que vendrá a mí a deshora. La idea de ese poema me acompaña, vagabundea dentro de mi cabeza, pero no acierto a escribirlo. Temo no poder escribir el poema que mi amigo espera que yo escriba. Logré escribir uno, pero no hablaba exactamente sobre el paso del tiempo. Venía a decir, si es que se puede explicar lo que quiere decir un poema, que solo los niños muy pequeños y los animales, que ignoran que la muerte existe, son verdaderamente inmortales. Los niños pierden ese don cuando crecen. Los animales lo mantienen hasta que mueren. Recuerdo ese poema y pienso que por eso los niños y los animales, en su limpia ignorancia, ejercen un efecto terapéutico en estos días difíciles. Por eso, son una toma a tierra que nos aleja de nuestras neurosis y nos conecta con lo esencial. A falta de niños y perros, nos queda la literatura, el arte en general. Son refugios que nunca fallan. Anoche me dormí leyendo los cuadernos de Emil Cioran. Dicen que es un pesimista pero a mí, misteriosamente, me conecta profundamente con la vida, con lo que siento que es la verdad de la vida. «Para mí, la felicidad es muy simple: no pensar en el futuro», fue lo último que leí antes de cerrar los ojos. Al abrirlos esta mañana, me he propuesto dejar a un lado el teléfono. Lo he desconectado de Internet. Ha sido una mañana plácida. Lo que pasa es serio. Me lo quiero tomar con seriedad por respeto hacia los que trabajan y están sufriendo. Pero prefiero que no llegue hasta mí tanto ruido, creo que no me hace bien. Conecto de nuevo el teléfono después de comer. Entran, como si hubiese abierto la compuerta de una presa, un centenar de mensajes nuevos.
Lea la serie completa pinchando aquí
Noticias Relacionadas
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.