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Tenemos un 1% de posibilidades, pero a ganas no nos ganan. Nosotros a eso también somos de Champions», repite con un convencimiento que intimida Joaquín Teixeira 'Joako' (1998, Santander) mientras se afana en la tarea del día con las redes del pescado en la lonja ... del Barrio Pesquero. Allí se le puede ver de 9.00 a 13.00 horas y de 14.00 a 19.00 horas, además de las madrugadas de los lunes y los jueves o cuando entran los barcos». Joako es redero, pero también lleva el 14 a la espalda y dirige el centro del campo del Velarde en sus ratos libres, cuando la faena ya está hecha. Su padre es armador y la tradición familiar reúne en torno a la mar a su hermana, cuñados, tíos... Al salir del tajo, coge la mochila y a La Maruca a entrenar. Y como él, el resto del ejército de Muriedas compuesto por seis estudiantes, un periodista, un soldador, un autónomo, un enfermero, un opositor a policía, dos ingenieros, un profesor, un analista de datos, un obrero de la construcción, un agente comercial y un operario de fábrica. De todo como en botica.
«No me lo creo. Hasta que no los vea en el campo no me lo creo», confiesa Borja Menaut (1996, Santander) a quien le acerca su padre todos los días de la obra al campo para entrenar. «Como aquí la hora que paramos y luego a seguir. No hago otra cosa, trabajar y entrenar», explica, pero sin que esta semana le importe mucho. «Es especial, los amigos, los compañeros... Me dicen, dale a este o al otro el domingo. Lo que tengo claro es que va a ser una experiencia inolvidable». Con su casco protector y sus gafas a pie de obra, Borja lo que tiene claro es que «no vamos a hacer el ridículo y en el fútbol puede pasar de todo». Ni Juako ni Borja han cambiado nada de sus rutinas, pero tampoco, aunque parezca mentira, lo han hecho el resto de compañeros. En Muriedas, y más en concreto en La Maruca, no hay descanso. Se han instalado las gradas supletorias y ya se han vendido 1.100 entradas para esas localidades. Desde ayer están a la venta las de la Tribuna Principal, al precio de 25 euros y las peticiones se multiplican. Se espera un lleno por todo lo alto, con cerca de 4.000 espectadores para ver un partido que enfrenta a un equipo con cerca de 60.000 euros de presupuesto y otro con algo más de 240 millones. Pero el fútbol va de otra cosa. «No, no lo he pensado», admite Javier Saldaña Higuera (2000, Santander) cuando le preguntan por esa descomunal diferencia. «Cuando los vea en el túnel ya veremos, pero ahora no estoy nada nervioso». Javier estudia cada mañana en la universidad Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y por las tardes se pone el traje de futbolista. Este fin de semana aparcará los libros hoy y lo mismo les coge en el mismo sitio el lunes por la mañana. Se le ve sereno, pero es probable que durante esta semana se le haya ido el santo al cielo en alguna clase. Es normal que revoloteen en su cabeza las imágenes de lo que se avecina. «Será una fiesta. Y además el Sevilla viene en horas bajas», bromea. Los amigos le piden entradas, le dan consejos y le mandan recados. «Hay quien me dice que como alguno entre muy fuerte se queda sin Mundial». No le falta el buen humor. A lo mejor es un modo inconsciente de sacudirse la presión de un ambiente que crece a medida que se va acercando el gran día. «Se nos está haciendo un poco larga la espera», admite Jorge Gómez Segurola (1988, Santander), nieto de un fundador del Velarde y a quien no se le ha quitado el hormigueo del cuerpo «desde que salió la bolita en el sorteo y sabíamos que venía el Sevilla». Es ingeniero y tiene a los compañeros en la empresa «medio locos». «Uno de ellos es del Betis cerrado y cada mañana me dice que hay que darles caña». Les ha llevado al 'curro' las bufandas del Velarde y no faltarán a la cita del domingo. Tiene flexibilidad en el trabajo porque tiene «una suerte enorme con los jefes y con la empresa», pero su jornal es de 9.00 a 17.00 horas. Trabaja como consultor informático y ya cuando la luna sale de fiesta se viste de negro y rojo para sentirse futbolista.
«¿Miedo? Ami me da igual cómo se llamen. Lo que tengo ganas es de salir al campo y disfrutar. Si ganamos, no sé cuando llegaré a casa»
«No, no he pensado en la gran diferencia que hay entre los equipos. Igual cuando los vea en el túnel sí que lo pienso»
«Se nos está haciendo un poco larga la espera del partido desde que salió la bolita en el sorteo. Hay tanto ambiente que queremos que pase ya»
«Tenemos un 1% de posibilidades de ganar. A ganas no nos ganan. A eso nosotros también somos de Champions»
«Hasta que no los vea en el campo no me lo creo. En la obra no paran de decirme dale a este o dale a otro. Es una experiencia increíble»
A Joako, Borja, Rubén o Javi les puede preocupar que Jesús Navas o Jordan se les escapen en velocidad o que Rakitic o Gudelj les escondan el balón y no lo vean, pero, ¿qué hay de Rubén Ortiz García (1997, Santander) a quien le vendrán todos de frente? Suso, Rafa Mir, Dolberg, Lamela... Lo extraño es que Rubén se haya podido concentrar en los puntos de soldadura en su trabajo sin que le despisten los delanteros hispalenses. «No tengo miedo a nadie, se llamen como se llamen». Con el buzo puesto y con el casco para protegerse de las chispas que saltan el portero del Velarde tiene más ganas que nadie de «saltar al campo y disfrutar de la fiesta que se va a montar». Después de cuatro temporadas en el Velarde le tocará el domingo, lo más probable, multiplicarse y hacer horas extras bajo palos. «Todo indica que tendremos mucho trabajo, pero quién sabe... En el fútbol no hay nada escrito». Será el mayor enemigo de los Isco, Papu Gómez y compañía, pero también tendrá el apoyo de todo aquel que sepa cómo funciona esto. «Ellos tendrán sus picardías, pero también nosotros. Lo que está claro es que hay una diferencia abismal en calidad, pero si tienen un día malo, ¿Qué?». No ha pensado qué hará si al Velarde se le ocurre eliminar al Sevilla. Ni a Rubén ni a Javier, a quien los profesores le recibirían con un aplauso o a Joako que pediría libre al padre en la lonja.
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Marcos Menocal
Marcos Menocal José Compostizo
De momento disfrutan del camino. De la posibilidad latente de dar una campanada «y luego que toque el que quiera. Me da igual. Si ganamos no sé cuando llegaré a casa», asegura Rubén. En La Maruca trabajan a destajo, han levantado y pinchado el césped y le han echado hasta semillas nuevas; han pintado las paredes y cada día hay un montón de aficionados siguiendo los entrenamientos. El domingo se abrirán las puertas a las 7.00 horas para que las televisiones instalen las cámaras. La plantilla comerá en Maliaño y llegarán todos juntos en autobús al campo.
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