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El balón marchaba por la banda. Enzo lo echó atrás, en una jugada de manual para, con un pase diagonal, llevarlo al vértice del área; en la zona que ronda la media luna. Aitor Buñuel, un joven navarro que se vino a Santander a hacerse ... futbolista profesional, andaba por una zona que, estrictamente, no era la suya. Armó la diestra, la puerta natural del lateral diestro, y empaló. Carl no veía bien y también dudó al lanzarse. El caso es que fue gol. Y Aitor Buñuel (Pamplona, 1998) ya es un nuevo héroe del racinguismo. Y del sufringuismo. Su nombre está ya en la historia de los grandes de un club con 106 años de trayectoria. Un fundador de la Liga y subcampeón de la que compite con la Premier ser la competición internacional más importante del mundo. Casi nada.
Es un hecho que Aitor Buñuel se llevará los laureles del héroe de Son Malferit por su gol, y su nombre catalizaba ayer la atención. «No sobreviven los más fuertes, sino los que mejor se adaptan a los cambios». La teoría de las especies de Darwin debió ser uno de los libros de cabecera de Iñaki Olaortua, el incomensurable central que ayer secó a Nuha, la torre que el Atlético Baleares utilizó como ariete y casi como única solución a su fútbol primitivo, pero práctico. El guipuzcoano es un futbolista camaleónico que en el año de su máster como futbolista ha tirado de catálogo; llegó de practicar un fútbol arcáico en el Barakaldo y se encontró con que en Santander se jugaba por abajo. Cambio de planes. Y mira por donde el día del juicio final tocó echar mano de lo aprendido para demostrar que las cosas no se olvidan.
En circunstancias normales, con un empate a cero, hubiera sido el hombre del partido. Pero claro, nada puede eclipsar ya a Buñuel. El lateral salió firme, secando bien a su par y colaborando en la cobertura y, en la medida de sus posibilidades, en ataque. Pero ese estaba siendo su debe en un Racing que tanto con el empate como cuando estuvo por detrás en el marcado, cargó más el ataque por la izquierda. Hasta que en aquel minuto 65 el navarro apareció por la frontal del área para coronarse. Hasta entonces había marcado dos tantos. Y el día anterior lo había dejado claro. «Justos lo conseguiremos». Y vaya si fue así, pero con él como protagonista. Al sólido partido en defensa de un Racing que salvo el gol de penalti apenas sufrió ocasiones claras en contra, el pamplonés añadió el tanto para coronarse. Se desquitaba así del mal sabor de boca que le dejó el penalti de Óscar Gil, que llegó por la banda derecha.
Con el empate en el marcador, el Atlético Baleares se volcó sin tapujos y aumentó el trabajo y la exigencia... La de todos. Y también la suya. Ania se volvía loco en su zona. Llegó la hora de hacer cambios. Salió Kitoko y llamó a filas a Figueras. El asturiano sabía que necesitaba que alguien le echara una mano a Olaortua... y Buñuel, que seguía inagotable en defensa. Que se repartieran el trabajo, pero tuvo que apañárselas como le vino. El congoleño se metió entre el vasco y Óscar Gil, pero las estrellas en el uniforme las siguieron llevando el lateral y el central.
En los últimos quince minutos el fútbol desapareció de Son Malferit. No es que antes hubiera habido algo, pero en el último tramo la batalla se convirtió en guerra. En la última guerra. Y con ese dramatismo destilando todo lo que ocurría, Buñuel siguió firme. Colaboró a despejar el peligro y además sacó con el pie lo que se aproximó por abajo. Buñuel ya es un grande del Racing.
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