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Este es mi camino, no hay vuelta atrás. Y estoy contento». Carli Nistal habla de forma pausada, mientras sujeta un vaso alto de té recién hecho. Está sentado frente a una mesa poblada de botones, pantallas y aparatos electrónicos en un amplio sótano al que ... el silencio parece ubicar lejos de la céntrica calle Santa Lucía. Dos años «pelaos» lleva abierto el estudio que lleva el mismo nombre del productor.
Nistal es ingeniero de sonido e imagen, una rama de Teleco. Trabajaba en Francia, le destinaron a Vigo. Tenía un buen sueldo, un buen puesto. Y «odiaba mi curro». Sintiendo que el tiempo pasaba en un lugar y dirección equivocados, llegó el momento del «ahora o nunca» para no arrepentirse.
Decidió dejar su trabajo y un amigo le invitó a instalarse en La Latina unos meses. «Necesitaba un revulsivo» y se fue a Madrid tras dejar la estabilidad. El tercer compañero de piso era el rapero torrelaveguense Bambax. Montó un mini estudio en su habitación, empezó a hacer contactos y «a los cuatro meses de llegar estalló el covid». No tenía ningún sentido seguir confinado en la capital, así que regresó a Santander con la idea de dedicarse a producir avanzando como un tren que entrarían por el tunel a toda costa. Imparable.
Dónde: Ubicado en el centro Santander.
Instalaciones: Una antiguo local comercial rehabilitado.
Inicio: Comenzó a funcionar a finales de 2021.
Servicios: Producción, grabación, mezcla y mastering, con especialización en géneros urbanos.
Espacios: Espacio creativo multifunción de 50 m2.
Proyectos: Manu Cort, GeiSha, Enol, Leiras, Blade, Tisho, Vik Faded, Maite La Grasa, Pessoa, Dieggi, Jade Parrish, Nicolau. P, Sabari Nusondia, Ice Bünker, Mario Cyrus.
Encontró un local. Una antigua tienda de informática que poco a poco fue transformando. De «barrer un poco» a «una espiral de reforma que se fue ramificando» con unas perspectivas «que se iban complicando». El caso es que tras siete meses de aplicar tutoriales de YouTube «en plan McGyver», clavos por aquí, paneles por allá, el estudio arrancó. «Poco a poco se fue corriendo la voz y empezó a venir gente».
«Puedo decir que esto funciona», celebra. «No estoy ganando lo que ganaba de ingeniero», reconoce, pero está satisfecho dentro de un territorio acogedor, con guiños al pasado comercial y muchos planes.
Nistal considera que está prestando un servicio. «Aquí vienen músicos que tienen una visión de su música y lo que yo hago es intentar ayudarles a que su proyecto encaje con esa visión». Otros no lo ven tan claro y su papel es ayudarles a concretar esa mirada. Le gusta cuando el resultado es sorprender a quien escucha con algo que está mejor de lo que habían imaginado. «Siempre sugiero, incluso vehementemente, pero nunca impongo. Si la persona tiene claro lo que quiere, adelante. Esa persona es el artista, yo solo el productor».
Un trabajo, el de productor, que implica poner nombre al resultado, aunque no le preocupa demasiado. «No suele estar». «De toda la vida -añade- nadie sabía quién producía salvo cuatro frikis que se fijaban». Ahora, con figuras como Bizarrap, que aparece de forma recurrente como ejemplo en las conversaciones con los productores cántabros, «visibilizan y también dan poder», resume mientras trastea entre programas que se van abriendo en las pantallas de sus ordenadores.
Nistal viene del hip hop. Rap de Nueva York de los noventa. «Poco a poco me he ido abriendo a otras cosas». Lo que más escucha ahora es música latina «viejita»; salsa, cumbia, música africana, música electrónica, trap, clásica, folk, blues... «Aprendo a través del placer de escuchar música». Un universo en el que hay tanta música «que escuchar aquello que no te gusta es una pérdida de tiempo». ¿Y si eso ocurre con el producto que tiene que pulir? «Intento siempre llevarlo a mi terreno, encontrar un compromiso, un espacio común entre el planteamiento del artista y mis gustos y normalmente lo consigo. Siempre me gusta lo que hago aunque después no lo escucharía». De hecho, casi nunca escucha lo que graba. «Me estresa. Termino una canción y no quiero saber nada más».
Le gusta el estilo de Travis Scott, Murda Beatz, Eartheater... Su estudio está especializado en música urbana. «Es mi nicho. Lo que hago bien». Si quieres grabar rock and roll, «vas donde Escudero o donde Javeta, porque yo no soy el mejor haciendo eso», dice mencionando a sus predecesores en la serie. La fusión siempre está presente, en cualquier caso, por su propia inclinación personal. «Siempre haré urbana, pero quiero que aquí se hagan además cosas gamberras».
¿Hay mercado en una ciudad como Santander para esas alternativas? «Sí; eso ha sido una grata sorpresa», relata. Cuando regresó de Madrid, Nistal estaba «perdido», sin saber lo que se movía aquí. Instagram funcionó como palanca para conocer y que le conocieran. «Fui encontrando chavalillos y chavalillas buenísimos, con un nivelazo, nada que ver con mi época». Jóvenes con más recursos que entonces que hacen cosas al mismo nivel que nacional. El problema es «que no está muy profesionalizado». «Las buenas ideas no son suficientes y hace falta redondearlas».
Objetivo; conseguir que los talentos que salen de aquí no se vayan a Madrid o Barcelona, que se queden. Porque de aquí surgen cosas bien hechas. También que venga gente de fuera. Esta misma semana, ha trabajado con un productor de Berlín que le envío unas ideas que desarrollar y pulir. Para que esos talentos se queden hace falta música de calidad, bien producida, «pero creo que falta comunidad». Una de las aspiraciones de su espacio es que la gente se conozca, que intercambie experiencias y surjan colaboraciones. «Que esto sea un punto de reunión multidisciplinar».
En cuanto a sí mismo, rodeado de posters de películas pendientes de ver, instrumentos en la estancia sin ventanas, un hermoso Yamaha heredado de su abuela que quiere aprender a tocar lo antes posible, con aplomo y mirando a los ojos, Nistal concluye: «Estoy consiguiendo vivir de lo que me encanta, estoy conociendo gente estupenda, con muy buen karma, mi nivel respecto a hace dos años ha pegado un salto enorme... Es un sueño». A soñar, pues.
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