![«A Misael le tiraron desde el puente porque cogió el vaso equivocado»](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202112/20/media/cortadas/misael-carranzaa-kzEF-U160317736623MIF-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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DAVID S. OLABARRI
Carranza
Lunes, 20 de diciembre 2021, 18:58
«No sé si voy a poder». Sara Centeno llega a la entrevista con un nudo en el pecho. Le cuesta articular dos frases seguidas y no puede evitar romper a llorar cuando habla de lo «cariñoso y bueno» que era su hermano mayor. Hace ... apenas tres semanas que el cadáver de Misael apareció flotando en el río, en la localidad cántabra de Ramales. Todavía no se termina de creer lo que ha pasado. Sara quiere contar cómo era su hermano, quiere hablar de lo que pasó aquella fría tarde de noviembre en Carranza. Quiere «justicia». Nadie le va a poder devolver ya a Misael. Pero quiere que los que le mataron paguen por ello. «Todavía no me lo puede creer», confiesa.
Sara es una joven nicaragüense de apenas 23 años que trabaja en Durango cuidando a una anciana. Llegó al País Vasco hace cuatro años buscando un futuro mejor. No pensaba que en España iba a vivir algo así. «Se veía tan seguro, tan organizadito. Pensaba que se podía salir sin tener miedo. Pero cuando ha pasado esto me he quedado sin palabras».
Sara toma aire y empieza a hablar. Cuenta que Misael, de 31 años, el mayor de nueve hermanos, criado en la localidad de Somoto, era ingeniero agrónomo. Le gustaban las motos, ver jugar al Barça y montar a caballo. Tenía una tienda en Nicaragua y vivía bastante bien. Pero decidió seguir los pasos de su hermana pequeña hace apenas dos años. Vino con la idea de ahorrar algo de dinero y de conocer mundo. Empezó a trabajar en una hípica en la zona del Duranguesado. Después encontró empleo en una ganadería de Carranza. Su idea era volver pronto con su mujer y su hijo, Neymar, de 7 años. Su pequeño estaba creciendo y no quería perderse esos momentos. «Hablaba con mucho orgullo de su hijo. Llevaban dos años sin verse. Pero hacían videollamadas todos los días ¿Cómo se lo decimos ahora?».
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Pero todo cambió el sábado 27 de noviembre en un bar del barrio Ambasaguas de la localidad encartada. Misael estaba con unos amigos y había bebido. Desde que su cuerpo apareció flotando en el río se especuló con que detrás del supuesto crimen podía esconderse un asunto de drogas. En concreto, por una disputa por una de las numerosas plantaciones de marihuana que hay en la zona de Carranza. Sara niega la mayor. «La policía lo ha investigado y no hay nada. Es que no se metía ni en peleas». Todo empezó -dice- por algo tan simple como una confusión por una bebida. En concreto, Misael se equivocó y cogió de la barra un vaso de la persona equivocada, a la que ni siquiera conocía.
A la mañana siguiente los amigos de Misael llamaron a Sara para decirle que su hermano había desaparecido. Le contaron que unos sujetos le habían sacado a la fuerza del bar. Empezó a buscarle por la zona. Ella seguía agarrándose a un clavo ardiendo. Pensaba que quizá se había desorientado, que igual se había quedado a dormir en casa de algún amigo. Pero todas sus esperanzas se desvanecieron cuando su cuerpo apareció flotando río abajo, a tres kilómetros de Ambasaguas, en un paraje natural con arbolado perteneciente a la localidad de Ramales de la Victoria.
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Sara tiene claro que su hermano no se lanzó al agua por voluntad propia. En algunos círculos de Carranza se ha especulado con la posibilidad de que fuese el propio Misael el que se tiró desde el puente. Pero ella ha estado en el lugar, le conoce bien y está convencida de que no fue así. «Estuve viendo el puente. Es imposible. Está muy alto. Nunca saltaría, aunque estuviese en peligro. Le tiraron. No era conflictivo ni andaba en malas cosas», sentencia.
Mientras la investigación policial avanza, Sara se ha esforzado por organizar la repatriación del cadáver de su hermano. Misael tenía muchos amigos y no tardaron en recaudar unos 6.000 euros. Sin embargo, varios desconocidos han robado de una lonja parte del dinero recaudado. «Qué barbaridad», se lamenta. «Somos creyentes y pensamos que se va a hacer justicia», confía.
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