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El Diario Montañés publicó un reportaje sobre Carmen Muro y Cheward Román en 2015, cuando sus tocados artesanales, que comercializan con la marca 'Siempre Primavera' –ellos tan risueños–, habían llegado a la Fashion Week de Nueva York con la actriz Sarah Jessica Parker ... y la diseñadora Diane von Furstenberg por medio.
La verdad es que apena ver a esta pareja, habitualmente con un optimismo a prueba de bombas, tan desfondada. El agua se llevó por delante todo su taller de Sorribero hace un mes: las bases de tocado, sombreros, telas, tules, flores, herramientas,... además de lo que ya tenían acabado y listo para vender en Navidad. «Solo se ha salvado un poquito, lo que se quedó en el coche porque estábamos en una feria en Logroño. Lo demás, nada. No quiero ni valorarlo», dice él. «Nos hemos quedado con una mano delante y otra detrás», resume ella. Como no son amigos de andar lamentándose ya están preguntando a sus conocidos si saben de algún trabajo, de lo que sea y en cualquier sitio.
«Mucha gente tiene pensado marcharse. Nadie sabe cuándo va a volver a ocurrir esto, y ahora estamos pendientes de si hay sur, de si hay nieve, de si el río trae agua de color chocolate... Es una fase complicada, en la que ya se acaricia el olvido. Haría falta que pasara alguien, aunque solo fuera para decirnos que tengamos paciencia».
Paciencia les sobra a los vecinos que están esperando al perito justo al lado, en la Avenida de la Naval. Aguardan en los bajos, con bastante frío por cierto, a que compruebe si el agua causó daños en la estructura del edificio, después de que desmontase un lienzo de pared. Parece ser que no, aunque por las grietas del suelo se puede meter la mano. Unos metros más allá, la puerta del número 50 está desencajada y con el cristal quebrado.
No es que quede mucho rastro del desastre, hay que fijarse. Un container ahí puesto, un montón de pellas de barro, un tono marrón en las aceras que aún no se ha ido... Se ha retirado buena parte del vertedero que hay cerca de la fábrica, pero quedan restos triturados entre los que sobresalen tablas, cajones rotos y algún electrodoméstico. En los bajos todavía hay marcas de humedad y ha desaparecido la cacharrería que se suele amontonar. Casi todos están ya limpios. En algunos, las palas, los cepillos y los recogedores siguen apoyados en la pared, recordando todo lo que se ha trabajado.
«Yo tenía muebles, material de una obra que habíamos hecho en casa, ropa y, como trabajamos en cosas de oficina –mi chica y yo somos administradores de fincas–, impresoras y equipos informáticos. Solo se salvó lo que puse encima de unas baldas de acero que tengo. Para cuando vinieron del seguro la mayoría lo habíamos tirado todo; nos habían dicho que sacáramos fotos antes». Diego Pérez cuenta que, como el resto de los vecinos, está esperando a ver qué valoraciones deciden hacer. «Tenía cosas que eran útiles; ahora, lo que me den».
Así, con esa incertidumbre andan todos. Al dueño de un cochazo que está en Chisco Motor le darán ocho o nueve mil euros. Al responsable del taller, Francisco González, debe de darle apuro decírselo. «Solo estamos haciendo los que ha entrado poca agua; los que han estado tapados no hay forma, y a algunos les digo que no, pero ellos quieren a toda costa». Hay un montón de coches destripados: a la espera de que lleguen las centralitas –todo lo eléctrico se fastidió en cuanto tocó el agua–, saca los asientos y mete un deshumidificador, el electrodoméstico del mes en Reinosa. Parece que solo hay hierro, pero salen litros de agua. María José Sainz, su mujer, y administrativa en la empresa, asegura que han pasado del centenar de vehículos atendidos. «Estuvimos trabajando sábado y domingo, con katiuskas y comiendo bocadillos, ayudando con las reclamaciones... no cobramos ni las estancias, pero es que cómo vas a cobrar a alguien que lo ha perdido todo».
Carlos Calderón, en la Correduría de Seguros Tres Mares, considera que las cosas se están haciendo bien y rápido. «En dos o tres meses estará todo cobrado». Aún no han llegado las primeras transferencias, pero ya hay propuestas de indemnización. Solo quedan por hacer algunas peritaciones de vehículos, motos sobre todo. A pesar de todo él sabe, por su clientela, que la gente está intranquila. «Hay muchas leyendas urbanas, como que el Consorcio va a pagar menos, y no es cierto, porque trabaja con las mismas garantías que la póliza contratada».
Él reconoce –y aclara que no es crítica–, que al Consorcio de Compensación de Seguros, el organismo que se ha hecho cargo de la gestión de las reclamaciones, le falta mejorar su trato con el afectado. Aquí no se tiene a nadie a quien llamar para ver cómo va la cosa; todo se estará tramitando correctamente, pero hasta que no se solucione no hay más información. Y, mientras, un mes sin coche.
Carlos Calderón tiene su teoría sobre la solidaridad de ida y vuelta: opina que con lo bien que se han portado todos con los afectados por la inundación, sería lógico esperar que estos devolviesen el favor comprando y contratando las reparaciones en la propia localidad. «Si, con las indemnizaciones, han caído ocho millones de euros es como un pequeño 'gordo' de lotería que tiene un efecto multiplicador si se compran electrodomésticos, muebles y se contrata al electricista, al albañil, al pintor. Si el dinero se va fuera o se queda en la cartilla, es como si no hubiera tocado nada».
Pasado un mes, no está clara del todo la cifra de perjudicados en Reinosa. «Entre 500 y 600», calcula el alcalde, José Miguel Barrio. A las oficinas que se pusieron en funcionamiento para atenderlos han llegado unas 800 reclamaciones, pero explica que alguno ha podido presentar más de una. A esos puntos de «información y acompañamiento» les ha sucedido otro, habilitado en los bajos de la Casona, para asesorar a quienes soliciten ayudas por la riada acogiéndose al Real Decreto de 2005, que gestiona la Delegación del Gobierno, a las que pueden optar tanto los que no tenían seguro como los que sí.
Barrio está muy contento de cómo les atendieron en la Confederación Hidrográfica del Ebro cuando viajaron la pasada semana a Zaragoza: volvieron con un compromiso, y «en dos o tres semanas» empezará la limpieza del río. La Confederación se encargará de las áreas no urbanas; las urbanas las limpiará con urgencia la Consejería de Obras Públicas a través de Tragsa: se retirará la vegetación a la espera de que el año avance, llegue el estiaje y se puedan retirar los acarreos.
Aquí se habla mucho de Reinosa, pero lo dicho también vale para sus vecinos de Campoo de Enmedio, que lo pasaron igual de mal (140 afectados, 38 viviendas y 32 vehículos). Pedro Manuel Martínez, el alcalde, que reconoce como su colega la labor de la Consejería de Obras Públicas, indica que ya se ha declarado la emergencia municipal –si no se ha hecho en Reinosa estará a punto–, paso previo para esa limpieza del cauce.
El mejor sitio para poder imaginar la magnitud de la riada es junto a los tres puentes de Matamorosa: el del tren, el de piedra y el peatonal. Martínez explica que la pasarela peatonal tiene 65 metros de largo y normalmente vuela a unos cuatro metros del suelo. La noche del 19 de diciembre bajaba tan crecido el Híjar que no cabía y pasaba por encima de ella. También se pueden ver las piedras que arrastró: toneladas de cantos rodados de buen tamaño que forman una montaña en medio, bifurcando el río. Viendo esto es fácil hacerse una idea de todo el trabajo que queda por hacer en el cauce. Y también de cómo deben sentirse los vecinos sabiendo que viven al lado de una bestia dormida.
Cronología de una tragedia
Álvaro Machín Mariña Álvarez
Mariña Álvarez Álvaro Machín
José María Gutiérrez | Elena Tresgallo
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