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Manuel Fernández, en el interior de la Torre de Obeso. Vicente Cortabitarte
«En esta torre está el sueño de mi padre»
Sin salir de Cantabria (5) | Torres Medievales en Rionansa

«En esta torre está el sueño de mi padre»

Rionansa ·

La Torre de Rubín de Celis forma parte de un extraordinario conjunto de atalayas medievales que se concentran especialmente en el entorno del Nansa y ha logrado salvarse de la ruina gracias al trabajo de Manuel Fernández Cossio, que la muestra de forma desinteresada

Vicente Cortabitarte

San Vicente de la Barquera

Jueves, 25 de marzo 2021, 07:08

Cantabria no puede presumir de espectaculares fortalezas como las que se pueden visitar en la vecina comunidad castellana, pero cuenta con numerosas torres y pequeños espacios fortificados enclavados en extraordinarios parajes naturales que incrementan su singular atractivo arquitectónico para los visitantes, que pueden adentrarse en la Edad Media.

Esos vestigios, que eran una muestra del símbolo de poder y de la fortaleza señorial frente a sus adversarios, constituyen, como nos recuerda el arqueólogo Ramón Montes, «un patrimonio en gran parte desaparecido, pero que en el Valle del Nansa y en Peñarrubia se ha conservado, en gran medida, porque los principales conflictos que provocaron su pérdida estuvieron en el oriente de Cantabria y por tratarse de zonas rurales bastante aisladas».

Otras propuestas

  • Iglesia de San Facundo. Situada junto a la Torre de Obeso, conformando un conjunto de singular belleza. En su entorno hay una necrópolis cuyos orígenes se remontan al siglo XI.

  • Torre de Estrada. Cuenta con el más completo conjunto de arquitectura señorial fortificada, formado por la torre, rodeada por una cerca y capilla de estilo gótico.

  • Torre de Linares. Formaba parte de un sólido sistema militar para controlar los pasos entre el Desfiladero de La Hermida y el Collado de Hoz.

Gracias a eso el Valle del Nansa, una de las comarcas mas desconocidas y atractivas de la región, cuenta con una ruta en la que poder contemplar y disfrutar de un buen número de esas torres medievales, como las de Estrada, Cabanzón, Linares, San Sebastián de Garabandal o la de Obeso, en el municipio de Rionansa.

«En la restauración de esta atalaya mi padre ha invertido mucho esfuerzo, tiempo y dinero»

Manuel Fernández | Hijo del propietario de la Torre de Rubín de Celis o Torre de Obeso

Esta torre, enclavada en una de las más bellas atalayas del Nansa, luce en la actualidad imponente con sus más de 20 metros de alzado, tras un largo proceso de restauración realizado por Manuel Fernández Cossio, que con su empeño y dedicación ha logrado que lo que hace tres décadas parecía sumido en un inevitable proceso de ruina, se haya revertido para presentarse ante los visitantes como una de las mas bellas torres medievales de las que puede presumir Cantabria.

«En esta torre está el sueño de mi padre, su ilusión por recuperar y conservar el más valioso testimonio de la historia del Valle del Nansa», manifiesta con orgullo Manuel Fernández, hijo del propietario de la Torre de Rubín de Celis, también conocida como la Torre de Obeso, pueblo en el que se encuentra enclavada, en una loma elevada desde la que ha sido «guarda y vigía del cruce de caminos» en ese estratégico punto del Valle del Nansa.

«A principios de los años 90, mi padre se hizo con la propiedad de la torre con el objetivo de su restauración que, desgraciadamente, no ha sido un camino de rosas. Hemos sufrido numerosos impedimentos, en unos casos de carácter burocrático y en otros de carácter interpretativo sobre cómo se debía acometer dicha restauración, generando paulatinos retrasos en el desarrollo de las obras. La torre, tal y como la vemos hoy, es el resultado de un largo y laborioso proceso en el que mi padre, ha invertido gran cantidad de esfuerzo, mucho tiempo y dinero», confiesa su hijo Manuel.

«Por desgracia, en la actualidad la torre se encuentra sin un uso determinado, para incrementar su atractivo e interés, a pesar de las facilidades que mi padre ha dado a organismos oficiales, entes públicos y fundaciones a lo largo de los últimos años, lo que ha supuesto una gran decepción para la familia, especialmente para mi padre, que cuenta con 84 años, en los que su principal empeño ha sido que la Torre de Obeso no desapareciese y que pueda seguir viva al menos otros seiscientos años más», se lamenta Manuel Fernández.

En un edifico histórico, los trabajos nunca finalizan. Por ello, él, junto al resto de su familia, invierten la mayor parte de su tiempo libre en el mantenimiento de la torre y de su entorno, momentos en los que aprovechan para mostrarla de forma desinteresada a todas las personas que se acercan para conocerla.

«Lo hacemos encantados, pero lamentablemente no podemos mostrarla, por falta de medios y de tiempo, como se merece al ser una parte importante de nuestra historia, pero cuando nosotros estamos aquí, sobre todo los fines de semana, tenemos las puertas abiertas y todos salen encantados», asegura Manuel Fernández.

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