
Alejandro Zaera-Polo | Arquitecto
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Alejandro Zaera-Polo | Arquitecto
«La tarima que se puso para construir la Duna de Zaera era muy barata»Han pasado más de diez años desde que se inauguró la Duna de Zaera, infraestructura estrella del Mundial de Vela que acogió Santander en 2014. ... Su arquitecto, Alejandro Zaera-Polo (Madrid, 1963), ya se refirió un tiempo después al proceso de adjudicación y construcción de este espacio de la ciudad y aseguró que se habían intentado «arañar costes» con una adjudicación a la baja –de 4,3 millones en la licitación a 2,5 en la adjudicación–. Ahora que la Duna ha sido clausurada y se estudia si se ejecutará una renovación integral, el arquitecto madrileño reconoce que la tarima que se puso era «muy barata». Con una larga trayectoria, Zaera reside en Londres, donde trabaja en el estudio que fundó: Alejandro Zaera-Polo & Maider Llaguno Architecture (AZPML). A lo largo de su carrera, ha proyectado la terminal de pasajeros del Puerto de Yokohama (Japón) y ha llevado a cabo proyectos como el Auditorium Park, en Barcelona; el complejo de oficinas Mahler 4 de Ámsterdam; o los restaurantes Belgo de Londres, Bristol y Nueva York.
–Su nombre se ha repetido mucho en los últimos días tras clausurarse la Duna que diseñó para el Mundial de Vela de 2014. ¿Cómo lo recibe?
–La verdad es que no sabía nada. Hasta cierto punto me parece normal. Mira, la Duna es una obra pequeñita que se nos encargó y que salió bien. Dentro de la modestia del encargo, creo que conseguimos un espacio bonito. Pero sí es verdad que se hizo con poco dinero. Y nosotros no tuvimos la dirección de la obra porque se la encargaron a otra empresa, lo cual es siempre una mala idea. Pero bueno, esto pasa en todas partes, no es una cosa de Cantabria ni de Santander. Es una situación poco ideal. Pero no es que estuviera mal detallada la obra o construida. Lo que sí se veía claramente es que la tarima que pusieron era muy barata.
–¿A qué se refiere?
–Tengo cierta experiencia en este sentido y al tratarse de un espacio público creo que hace falta gastarse un poco más de dinero. Ahora tendrán que quitar la madera y poner una nueva. Al final, no es como la piedra, no es eterno. De hecho, la madera de la Duna no es madera natural, es artificial, por lo que debería durar más, lo que pasa es que, si no recuerdo mal, se puso un grosor muy bajo.
–¿Por qué cree que se hizo así?
–No sé. Probablemente para ahorrar dinero. Lo que pasa es que yo no estaba en ese momento a cargo de tomar esas decisiones. Al final, han pasado diez años, y si es una zona que visita mucha gente y la pisa, pues obviamente terminará rompiéndose. También te diré que si el problema es que la madera se está abriendo, creo que no es para tanto. Lo que pasa es que ahora hay que gastarse el dinero en rehacerlo y tendrán que decidir si lo realizan con un presupuesto bajo o si dicen: 'Bueno, vamos a hacerlo mejor para que esta vez dure treinta años'. (...) Para este tipo de espacios públicos que cuentan con un suelo de madera hace falta invertir más dinero.
–En una entrevista que concedió a El Diario Montañés hace ocho años comentó que le quitaron la dirección de la obra y que intentaron arañar costes. ¿Qué reflexión hace ahora de aquello?
–No sé, estas cosas son muy difíciles de juzgar desde lejos, porque evidentemente los clientes tienen sus propias dinámicas y siempre es así, ¿no? Para sacar una obra pública hay que sacarla barata para que nadie se queje demasiado. En el fondo creo que está bien que Santander tenga esta Duna, que exista un espacio en el que la gente pueda sentarse y apreciar las vistas. En resumen, creo que está bien, la obra no costó mucho, eso está claro, pero ahí está.
–¿Fue una buena inversión?
–Desde luego que fue una buena inversión. ¿Qué se podían haber gastado un poco más de dinero y entonces hubiera durado más? Pues sí. Pero bueno, a lo mejor en aquel momento el Ayuntamiento de Santander no tenía todo el dinero que pretendía para poder sacar adelante la Duna y tenía la ambición de darle este espacio a la ciudad. Quiero decir que para mí es complicado decir si la administración actuó mal por no dotar de más dinero a esta infraestructura. Quizás era hacerlo a la baja o no hacerlo.
–¿Si hubiera llevado la dirección facultativa de la obra hubiera sido diferente?
–Sinceramente, creo que en un proyecto público, en la medida de lo posible, se debería dar la dirección facultativa al arquitecto. Creo que la empresa que construyó la Duna no lo hizo para nada mal con el dinero que tenía. Pero evidentemente si es tu obra, estás más pendiente, te lo tomas con cariño, trabajas más a lo mejor de lo que te pagan... Al final las cosas terminan mejor hechas cuando se hace así y los arquitectos tenemos la posibilidad de llevar la dirección facultativa. Aunque desgraciadamente es cada vez más habitual que no se haga así.
–¿Por qué?
–Los arquitectos nos hemos convertido en un grupo que resultamos caros, difíciles, que somos problemáticos. Entonces hay muchos clientes que dicen: 'Mira, dame el proyecto y yo me apaño para que me hagan la dirección facultativa y así tener el control'. Considero que es un error.
–¿Ha habido falta de mantenimiento en la Duna?
–Desconozco el mantenimiento que se ha realizado. Tampoco creo que sea una cuestión de mantenimiento en este caso. ¿Que mantienes ahí? Puedes estar arreglando las maderas todo el tiempo o reemplazándolas, pero en realidad las maderas esas, como son tan finitas, se van a terminar saltando. Los materiales duran lo que duran.
–¿Es una responsabilidad que la Duna lleve su apellido?
–De que llevaba mi apellido me enteré después, una vez terminé el proyecto. La verdad es que me hace gracia. No me lo tomo como una responsabilidad, más bien como un halago. Es que la responsabilidad que tenía en ese momento ya la cumplí, quizá no como me hubiera gustado, llevándola hasta el final.
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