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Nada más entrar por el portal del número 33 de la calle Juan de la Cosa, el olor a humo se apodera del ambiente. Solo el ruido de los tres operarios que trabajaban limpiando las escaleras interrumpe, a ratos, el silencio que reinaba en este ... inmueble en la mañana del domingo, dos días después de que un incendio que comenzó en el quinto izquierda terminara con la vida de dos hermanos, Pilar y Francisco 'Paco' Moro, de 78 y 76 años, que residían en un ático en la sexta planta. Un silencio propiciado por la «conmoción» de los vecinos, que aún no consiguen olvidar la mañana del viernes, el inicio de «este calvario». Tampoco se sacan de la cabeza la «agonía» que tuvieron que vivir las dos víctimas mortales y su otro hermano –sigue grave en la UCI en Valdecilla–, que previsiblemente no tuvieron tiempo de abandonar su vivienda y fallecieron por inhalación de humo. «Su casa tiene una salida muy complicada. Era casi como una trampa mortal. No quiero ni pensarlo», apuntó uno de los afectados por este suceso. El Diario Montañés accede al edificio siniestrado, en el que ayer por la mañana aún se podían apreciar las secuelas de lo ocurrido en algunas de sus paredes, llenas de manchas provocadas por el humo.
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Escombros, suciedad, basura acumulada y techos desprendidos. La estampa de la quinta y sexta planta –las dos más afectadas por el incendio– se alejaba mucho de las inferiores, que ayer ya estaban despejadas. Y es que los operarios de la empresa de limpieza Garayalde trabajaron sin cesar desde que el viernes por la tarde llegaron al lugar de los hechos. Según cuentan ellos, inicialmente se centraron en los primeros pisos, hasta la cuarta planta, ya que por seguridad no se podía acceder a las superiores. «Al principio nos centramos en aspirar el agua que echaron los bomberos y que llegó a casi todas las casas, para que no se inundaran. Lo hicimos con aspiradoras industriales». Pero, conscientes de la «complicada» situación que están atravesando los vecinos, les ayudaron «en lo que pudieron»: desde retirar alfombras empapadas a limpiar el rellano. «¿Necesitas que te eche una mano?», le preguntó un trabajador a una de las vecinas de la tercera planta, que subía cargada de vuelta a su casa. «No te preocupes, para lo que queda aguanto», respondió.
Un poco más arriba, subiendo por las escaleras de madera, se apreciaban las manchas de humo en las paredes. La puerta del quinto izquierda seguía precintada y llena de escombros, lo que hacía presagiar el estado del interior del piso. Allí, pasadas las nueve de la mañana del viernes, comenzó el incendio. Según apuntan los vecinos, un calefactor hizo que prendiera el colchón de uno de los cinco inquilinos de esa vivienda, que se «alquilaba por habitaciones». Por el momento, la Policía Nacional, que ayer ya no custodiaba el edificio, se encarga de la investigación, y aún no ha aportado más detalles sobre las causas que propiciaron el fuego, que se propagó rápidamente hasta el ático en el que vivían los fallecidos, y al que se accede por una escalera muy estrecha, que da a un pequeño rellano. «Después está la vivienda. Lo tenían dificilísimo para salir. No me puedo imaginar cómo tuvieron que pasarlo. Y desde el viernes no se me van de la cabeza», añadió otro de los vecinos, que reconoce que le va a costar «volver a la normalidad».
De la treintena de personas que residen en este inmueble, la gran mayoría ya ha regresado a su casa después de que el sábado por la tarde recuperaran el suministro de gas. Aun así, un cartel colocado en el ascensor –y que firma el presidente de la comunidad– pide a los residentes que hoy -lunes-, entre las ocho y las once de la mañana, haya alguien en todas las casas del edificio para que los técnicos del gas puedan realizar la comprobación de la instalación y emitir un certificado favorable. Según ha podido saber este periódico, los compañeros de piso de la persona que vivía en la habitación en la que se originó el fuego no han conseguido contactar con él.
El tejado, que también se vio afectado durante las labores de extinción, previsiblemente pueda cerrarse hoy entero –tenía un gran agujero– con la intervención de los bomberos.
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Candela Gordovil
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