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Los antiguos egipcios momificaron y enterraron a millones de animales. Los veían como sus mascotas y también como encarnaciones de dioses. Gatos, aves, halcones, peces o corderos fueron momificados como ofrenda a un dios o para acompañar a los humanos en su último viaje al más allá. La momificación de animales era, además, un comercio muy popular y lucrativo desarrollado en templos donde criaban gatos. Algunas momias de animales eran muy bonitas, con vendajes geométricos muy trabajados.
Pero ahora se sabe que su vida no era regalada ni mucho menos. Se han descubierto en Saqqara, un importante sitio religioso y funerario del Imperio Antiguo, las pruebas de la vida dura de las mascotas de los antiguos egipcios. En Saqqara, situado a unos 30 kilómetros de El Cairo, abundan las tumbas y templos y era además un enclave con muchos animales. Los criaban a gran escala para luego matarlos, momificarlos y enterrarlos junto con los aristócratas y plebeyos que los demandaban para que les proporcionaran protección en la otra vida.
Las condiciones en las que vivían estos animales (gatos, perros, babuinos, zorros, chacales, cabras, cocodrilos, rapaces...) eran duras: a muchos los tenían encerrados en sitios pequeños y mal alimentados.
Se han analizado, por ejemplo, los restos de unos babuinos que habían nacido en cautividad y los expertos han visto que padecías osteoartritis, deformidades, raquitismo y otras enfermedades. Son pruebas de que estos monos estaban malnutridos y encerrados sin luz solar. No hay signos de que fueran golpeados, lo que parece es que los criaron con descuido.
Su momificación era importante. A veces la cabeza era una máscara de cartonaje con los ojos, las orejas o los bigotes del animal pintados con gran detalle. Las había de calidades diferentes. Había a su vez timos: algunas momias solo contenían unos cuantos huesos; otras eran falsificaciones fabricadas con un armazón vegetal hábilmente envuelto en cartonaje decorado...
Un equipo de arqueólogos estadounidense ha realizado un espectacular hallazgo en el templo que Ramsés II levantó en Abydos, centro de culto del dios Osiris y uno de los lugares más sagrados del antiguo Egipto: dos mil cabezas de carnero, posiblemente entregadas como ofrendas. Te contamos lo que cada animal implicaba en el viaje a la vida eterna de los faraones.
Aspecto de Heket, diosa de la fecundidad. Es símbolo de la emanación de la vida: antes de la inundación anual, miles de renacuajos evocaban el principio de la creación. El gato (foto de la apertura) era el protector de los niños de la familia real.
El dios del cielo, Horus, se representaba como un halcón o como un hombre con cabeza de halcón con doble corona en alusión al Bajo y Alto Egipto.
El animal de los reyes, especialmente de las reinas, muchas de ellas representadas con rostro o cuerpo de este felino. Simboliza fuerza y ferocidad.
Los bóvidos estaban muy ligados a los egipcios, como animales de carga, alimento o culto religioso. El toro era símbolo de combate y potencia sexual.
Los egipcios criaban monos y babuinos como animales domésticos y plasmaron su imagen en amuletos. La mona madre era un talismán para las mujeres durante el parto.
Esta cabra salvaje de las montañas desérticas fue un animal de caza muy común del que se aprovechaba casi todo. Es un símbolo de buena suerte y de nobleza.
Los caninos, el chacal, el perro o el lobo desempeñaban un papel importante en la vida terrenal y espiritual. Anubis, guardián de los muertos, tiene cabeza de chacal.
Símbolo de la regeneración y también de la fuerza reproductiva. En el Antiguo Egipto utilizaban su imagen para evocar el mito de Osiris, dios de la resurrección.