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El horror de Stalin Los niños esclavos del gulag: un infierno al que no escapaban ni los bebés

En la ciudad de Karaganda, Kazajistán, estuvo una de las mayores colonias penitenciarias soviéticas entre los años 1930 y 1958. Muchos niños nacieron allí y padecieron su horror. Estos son los testimonios de los que sobrevivieron al gulag.

Viernes, 03 de Noviembre 2023

Tiempo de lectura: 6 min

A la edad de la inocencia, en la que la mayoría de los niños viven despreocupados, ellos soportaron el hambre, las enfermedades y la violencia. Ni sus padres ni sus madres estaban ahí cuando la muerte rondaba cerca de ellos. Unos nacieron en los campos, otros fueron enviados de pequeños porque sus padres fueron juzgados como «enemigos del pueblo» y otros nacieron de amores clandestinos en el gulag; cuando no fueron el resultado de una violación de una detenida cometida por un guardia en la oscuridad de un barracón.

Ekaterina Kuznetsova, historiadora del gulag de Karlag, empeñada en que no se desvanezca la memoria de aquel horror, ha ido recogiendo a lo largo de los años los testimonios de los supervivientes. Viven en Karaganda, una ciudad del noreste de Kazajistán. Aquí, todo es gulag. Todo recuerda los zeks (prisioneros) enviados por Stalin a la estepa. En esta cuenca minera, que desborda de hulla y cobre, donde la Unión Soviética implantó sus mayores instalaciones siderúrgicas, estaba el conjunto penitenciario de Karlag, que agrupaba decenas de campos de concentración. Todo lo que salió de esta tierra en aquella época se debió al trabajo de las víctimas de la tiranía. Los edificios estalinianos de la ciudad fueron construidos por prisioneros; al igual que las carreteras y los ferrocarriles.

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Campos de terror. Arriba una de las escasas imágenes del gulag conservada en el museo de Dolinka que conmemora a las víctimas, de algunas las cuales también se conservan los retratos de su ingreso en los campos (abajo).

Stalin y sus esbirros del NKVD, antepasado del KGB, utilizaron Kazajistán como un vertedero: un millón de detenidos fue enviado allí. En los años 30 fueron los intelectuales de Moscú o Leningrado sospechosos de actividades anticomunistas. Luego, en los 40, coreanos, polacos, alemanes del Volga, ucranianos, chechenos e ingusetios acusados de colaborar con el invasor nazi o el enemigo japonés. Todos fueron deportados en masa hacia esta tierra donde había espacio y se necesitaban manos para sostener el esfuerzo militar.

Stalin murió en 1953; el Karlag dejó de funcionar cinco años después. Sin embargo, muchos niños del gulag se quedaron en Karaganda, donde sus padres, un hermano, una hermana o un tío murieron de agotamiento o hambre. «No sabían adónde ir», dice Ekaterina Kuznetsova. «Y los kazajos los acogieron bien». Algunos han conseguido rehacer sus vidas, pero todos viven rodeados de fantasmas.


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Ekaterina Kuznetsova, historiadora del gulag de Karlag.