Isabel García brinda por la vida con 'orujito'
SOBRE LA VIDA Y LA MODA ·
Desde Liébana, la gerente de Orulisa considera que «todos deberíamos tener un toque de chifladura» para afrontar la realidadSecciones
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SOBRE LA VIDA Y LA MODA ·
Desde Liébana, la gerente de Orulisa considera que «todos deberíamos tener un toque de chifladura» para afrontar la realidadNo es la primera vez que veo y escucho a Isabel García (o como cariñosamente la llaman todos los que la conocen 'Orujito'), pero sí es la primera vez que nos sentamos solas y hablamos tranquilamente. No sé si es el mar que ... nos acompaña de fondo, el sol, la alegría de la gente o, simplemente, que somos dos personas que congenian y se entienden. Sea lo que sea, la conversación, para mí, hubiera durado muchas más horas. No sólo por sus historias, que son muchas, e incluso de alguna se podría escribir un libro, o ¡una película!... Sino también por su forma de ser, su entusiasmo y vitalidad.
Sus ojos no mienten. Es una apasionada de todo lo que hace. Desde su trabajo hasta su vida personal, pasando por todo aquel que se cruza en su vida. «En la vida hay que ser humano y de esa manera se pone pasión, siendo persona», dice Isabel.
Para quien no la conozca, 'Orujito' es una mujer emprendedora donde las haya. Cogió, ya hace unos años, las riendas del negocio de sus padres (más que del negocio, del sueño de sus padres) y lo hizo suyo. Se puso al mando de una destilería de orujo en las montañas lebaniegas con el firme propósito de hacer de aquello su medio de vida. Además, por el camino, quiso hacer algo que fuera parte de ella, que naciera de su interior y contara su historia que era, también, la de sus antepasados. Por eso, de todo lo vivido y aprendido, surge 'Justina de Liébana'. Un placer para el paladar y para el corazón, pues no sólo conquista con su sabor, sino que su historia va directa al alma.
«Se sabe cuándo un producto es especial al conocer la historia que está detrás, al conocer su verdad», expresa. Ella lo tiene claro, cuando conoce un producto nuevo, le encanta saber quién lo ha creado y por qué. Le gusta descubrir el alma de las cosas, de dónde vienen. «Para entender el vino, hay que saber quién lo hace. El producto habla de su creador», sentencia Isabel. Y no le falta ninguna razón, al final, cuando uno compra algo para sí mismo, para su hogar, o para sus amigos... lo hace impulsado por algo más que el precio. (Y eso que, según ella y según el sentido común, somos calculadoras andantes). En su caso, como decíamos previamente, está muy clara la historia que se percibe: «Detrás de una gran mujer, hay más mujeres maravillosas», repite.
Personalmente me quedo con un capítulo de esa biografía que todavía hoy me hace sonreír. Es la historia del comienzo de la destilería y no fue otro que un viaje, de dos mujeres (la madre de Isabel y una amiga) por toda Europa. En esa «aventura», ambas estudiaron y comprendieron cómo crear en buenas condiciones su empresa en Liébana. Me las imagino conduciendo por carreteras secundarias y con una gran banda sonora. Isabel las llama cariñosamente «Las Thelma y Louise orujiles», mientras yo, me muero de la risa.
Pero volviendo a la protagonista de mi relato: Isabel es luchadora, soñadora y como ella dice «algo chiflada». Sin embargo, ¿quiénes consiguen las locuras más impensables y llegan a las metas más increíbles? Los locos de corazón inquieto. «El componente de la chifladura es imprescindible para todo», dice convencida. ¡Qué razón tienes, Isabel! Si es que ya lo decía Alicia en su país de las maravillas: «Hay que pensar 6 cosas imposibles antes del desayuno». Y es que si no la vida no tiene sentido. La lucha no tiene un por qué... Si somos demasiado analíticos, demasiado cautos... puede que seamos felices pero... quizá no logremos todo lo que nuestro potencial podría darnos.
Se confiesa amante de la moda, pero dice que no sabe aplicarlo en ella misma. Yo ahí no estoy de acuerdo con ella. Creo que su estilo natural y desenfadado habla totalmente de cómo y quién es ella. No me imaginaría a Isabel con florituras y moderneces, ella es pura, como las montañas a las que tanto quiere. Y es que no hay que llevar hasta la última tendencia para tener estilo, sino ser uno mismo y sentirse bien y cómodo.
Mientras revuelve su tila, de la cual se manifiesta totalmente fan, sigue sorprendiéndome. «Tengo un tilo delante de mi casa en Liébana y le exprimo todo su sabor, me encanta», cuenta. Me desgrana y desvela quiénes han estado a su lado creando y ayudando en su proyecto. Menciona diseñadores, programadores, restauradores, chefs... y para todos tiene buenas palabras y buenos sentimientos. ¡Así da gusto! Dice mucho de esos profesionales, pero más de ella misma. Toda ella, como la tila, destila bondad y buen hacer. «Me siento querida por los que me rodean. Soy amada», sentencia.
Y eso, amigos míos, es el secreto también de la felicidad. ¡Eso y un buen 'Orujito'!
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