Recordando los años de pocos 'caprichos'
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En otros tiempos, la mala economía familiar no permitía comprar con frecuencia cosas que no fueran imprescindiblesSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En otros tiempos, la mala economía familiar no permitía comprar con frecuencia cosas que no fueran imprescindiblesEl nivel de vida del que disfrutan hoy muchas personas les permite concederse con frecuencia a sí mismas 'caprichos' o concedérselos a las personas que quieren. Esto en otros tiempos no fue así, pues la cantidad de ciudadanos que disponían de una cartera saneada era ... escasísima. El mayor porcentaje comprobábamos la enorme razón que tenía Jacinto Benavente cuando escribió que «en la vida, la mayor parte de los sueños se roncan». El asunto de los 'caprichos' se complica en el caso de los críos. En ocasiones, el día que las cosas están económicamente mal y, de repente, no se les puede seguir regalando cuanto solicitan, surge el lío. Y con él, un disgusto familiar. Todos conocemos casos.
Resulta complicado ponerle el cascabel a este gato. A medida que se ascienden peldaños en el sueldo, como es lógico, se tiende a gastar más. Pero los hechos demuestran que nada es eterno y que del mismo modo que las cosas van hoy viento en popa a toda vela pueden ir mañana de pena. La actual situación socioeconómica está saturada de tristes ejemplos… De elevar demasiado el status, se encajará muy mal tener que bajarlo a golpe de circunstancias. Los 'caprichos' (y cualquier adulto sabe cuál es, en el fondo, el significado de tal palabreja) hay que controlarlos incluso cuando pintan oros a fin de mes.
Los padres no vamos a demostrar que amamos menos a nuestros hijos si les decimos a menudo que el dinero hay que administrarlo; que el antojo de turno, sea del precio que sea, hay que dejarlo para ocasiones señaladas. Al revés: con tal actitud les estaremos educando adecuadamente, igual que nos educaron nuestros padres a las generaciones de chavales que carecíamos de cuanto hoy les sobra a la mayoría de colegas de edad. Les alejaremos así del peligro de convertirse en «niños caprichosos» y les ahorraremos lacrimógenas rabietas cada vez que escuchen la desagradable palabra «no».
El pasado enseña muchísimo cuando se está dispuesto a aprender de él.
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Javier Rodríguez
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