¿Recuerdas cuando se entraba en la casa de los vecinos?
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
La convivencia fue antaño más intensa y de mayor confianza que ahora, por lo que acceder a otros domicilios resultaba muy normalSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
La convivencia fue antaño más intensa y de mayor confianza que ahora, por lo que acceder a otros domicilios resultaba muy normalOtra de las cosas que se añoran en los tiempos actuales es la frecuencia con la que antaño se entraba en casa del vecino. Frecuencia que muchas veces era casi (o sin casi) diaria. Acceder al domicilio de quien vivía al lado constituía un ... hecho muy normal. Hogaño, en cambio, cada cual vive en su territorio y «encerrado» bajo llave de puerta blindada.
La relación con el vecino de piso o chalet se queda en lo justito; es decir, en «hola» y «adiós». No existe la confianza de aquellos años a los que me refiero y que tantas personas recuerdan con nostalgia.
En otros tiempos se entraba en casa de los vecinos cada dos por tres. Tanto para pedir algo que se necesitaba (lo clásico: sal, un huevo, etcétera) como para tomar un café en invierno si el frío apretaba las tuercas y tenía cocina de carbón. A tal factor solía unirse el detalle de que, por ejemplo, si los vecinos se iban de vacaciones te dejaban las llaves de su hogar. Es evidente que esto suena hoy 'raro-raro', pero así fue.
Actualmente, en cambio, no conocemos a la mayoría de vecinos. Sabemos quiénes son porque les vemos con asiduidad, pero mantenemos con ellos brevísimas conversaciones tópicas en la tienda del barrio, al sacar de paseo al perro… y poco más. El factor humano entre los más cercanos ha caído en picado. Salvo honrosas excepciones, forma parte de lo que el tiempo se llevó.
Es una pena que la falta de confianza que generan los «nuevos tiempos» haya dejado reducida al mínimo la relación con quienes viven al lado. Una enorme pena. Conste en acta, como contraste, que en otras décadas la puerta de cada domicilio estaba siempre abierta y no pasaba nada. Si entraba alguien era una vecina, y siempre resultaba bien recibida para charlar (como se decía coloquialmente, para «darle a la lengua»).
Ella y su familia solían formar, de facto, parte de la nuestra. Todo parecido con la individualista y no sin razón desconfiada realidad actual es, sin duda, pura coincidencia. Tener un buen vecino siempre fue, es y será por los siglos de los siglos tener un tesoro.
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Javier Rodríguez
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