¿Recuerdas cuando en las familias se aprovechaba todo?

¿Que el calcetín tenía un 'tomate'? Pues se zurcía utilizando el huevo de madera, invento sencillo y eficaz. ¿Que la chaqueta le quedaba pequeña a papá? Pues la heredaba su hijo mayor (y del mayor pasaría después al pequeño). ¿Qué sobró algo de comida? Pues se aprovechaban las 'sobras' para elaborar otro plato al día siguiente (paradigma: con el pan duro, una sopa de ajo). ¿Que cortaba poco el cuchillo? Pues se llevaba al afilador. ¿Qué se iba a la tienda a por 'Casera'? Pues se acudía con el 'casco' de la anterior para que no lo cobraban. Y etcétera, etcétera, etcétera.

Hoy, en cambio, al ser todos 'multimillonarios' nos permitimos lujo tras lujo: el calcetín con el 'tomate' va a la basura junto a su compañero y se compra otro par; el pan que se ha quedado duro va a la bolsa de la basura y mañana se compra una barra del día; el cuchillo que corta poco va a la bolsa de la basura y se adquiere uno nuevo… Como demuestran los contenedores callejeros y sus inmediaciones, el 'reciclaje' y la 'optimización de recursos' quedan reducidos, entre un elevado porcentaje de la población, a simple teoría.

Por regla general sólo cuando la cartera emite un S.O.S. y hay que bajar el nivel del gasto activa a fondo el ser humano, siempre tan caprichoso, su instinto de supervivencia. A muchos les vendría bastante bien, sin duda, conocer la historia. Al hacerlo valorarán lo que tienen y, de paso, aprenderán a 'aprovechar' todo en casa. Todo. O casi todo. Así estarán preparados para afrontar otra realidad cuando económicamente pinten bastos en su destino.