![El placentero ejercicio de comer en la playa en familia](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202107/26/media/cortadas/playa-kN3D-U150632432667YH-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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Comer sobre la arena, un ejercicio tan placentero como incómodo en muchas ocasiones. Cada playa y cada edad mantienen sus propias características a la hora de almorzar frente al mar, refrescarse con un buen chapuzón, descansar tumbado en la hamaca después de una dura mañana de trabajo o disfrutar con la familia o los amigos unas horas de ocio y diversión. Cantabria, por fortuna, tiene la mayoría de sus playas muy cerca de los núcleos de población, con lo cual existen muchas opciones a la hora de ponerse manos a la obra y enfrentarse a un buen 'papeo', bien hecho en casa o comprado en cualquier supermercado, bar o cafetería próximos al lugar del baño. Eso sí, en nuestra región apenas existen 'chiringuitos'.
Retrocedamos unos años en el tiempo hasta situarnos, por ejemplo, a finales de los años sesenta. Y a unas playas, las de Santander. Por entonces los adolescentes tan sólo necesitaban una camiseta, un bañador, unas playeras y una toalla para acudir a Los Peligros, La Magdalena o El Sardinero. Y en la mochila, siempre un bocadillo de tortilla de patata preparado con esmero por madres y abuelas. Este era el plan entre semana, con tiempo suficiente para disfrutar de las actividades de julio y agosto que ofrecía la ciudad, con la Ferias siempre en mente y esa noria en la que, con suerte, se compartía asiento con alguna chavala de La Compañía de María, Las Mercedarias o Las Esclavas.
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Los fines de semana playeros se presentaban distintos. Los padres disfrutaban de dos días de descanso o de un mes de vacaciones, y había que comer con ellos... en la playa. Las madres, como siempre, se dedicaban desde primeras horas de la mañana a poner en aquellas tarteras de acero inoxidable ricas ensaladillas rusas, filetes de ternera empanados, lomo adobado o una rueda de bonito en vinagreta. También se incluía en el menú la tortilla.
Había que llevar entonces en el autobús o en el coche particular todas las viandas, listas para engullir. Se buscaban playas con algún prado al lado para montar en tenderete, al que además acompañaban sombrillas y sillas playeras, si bien cualquier piedra un poco grande servía para aposentarse. Si el agua quedaba cerca, los hombres enterraban a la vista la botella de vino en la orilla, para que estuviera bien fresquito. Y ellas, a preparar el mantel con todo. Por cierto, ¿recuerdan aquellos sacos de tela que cubrían todo el cuerpo y que nuestras madres utilizaban para cambiarse de bañador?
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La aparición de las neveras portátiles, un invento del norteamericano Richard C. Laramy, patentado en 1953, le dio un importante cambio al yantar playero. Los más jóvenes podían llevar en su interior, con hielo suficiente, latas de cerveza y refrescos. Y padres y madres, siempre a la búsqueda de grandes espacios fuera de la ciudad, viandas que se podían calentar en aquellos llamados camping-gas e incluso cocinar sin prisa. Fue la época de las barbacoas en el prado, el vino fresquito y el de los chupitos de orujo bien frío para hacer la digestión. Siempre, además, se dejaba algo de comida para merendar, antes de regresar a casa en algún pueblo de camino.
Hoy, en esta sana costumbre permanecen ciertos hábitos de entonces. Todavía hay quienes bajan a El Sardinero con los 'tuper' con la ensaladilla –sustituida también por unas más sanas de pasta o arroz– y la siempre indispensable tortilla. Se han cambiado algunos hábitos, eso sí. Se come, por ejemplo, mucha más fruta (peras, manzanas, melocotones, briñones, melón...). Antes, un aperitivo en el bar más cercano y un helado de postre del puesto a la entrada de la playa. Los adolescentes, ahora, prefieren la arena junto al mar para practicar el 'botellón' hasta bien entrada la madrugada, con hielo y bebida en la portátil.
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Es frecuente, también, comprar la comida para llevar en algún restaurante de confianza. No hay tiempo apenas para cocinar. También hay empresas dedicadas a llevar la comida hasta la entrada de la playa, en especial las pizzerías, cuyos productos tienen buena acogida. Ofrecen, además, ensaladas y postres aptos para degustar sobre la arena. También algunos restaurantes sirven del mismo modo sus menús con los servicios de comida a domicilio.
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