Brindis por los sabores de la anchoa y los saberes de los italianos
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Fui de los niños que tuvieron la inmensa suerte de ser 'castigados' por sus madres a merendar bocadillos de este manjarDicen que los sabores que marcan nuestra vida gastronómica son los que disfrutamos en nuestra infancia. En mi caso, no tengo la menor duda que si la parte memorística de mi cerebro tuviese que elegir entre los múltiples y diversos gustos que nos acompañan en ... la divertida tarea del yantar, sin pensármelo dos veces, me quedaría con la anchoa
Pero no de la anchoa sola, siempre con pan; yo fui de los niños que tuvieron la inmensa suerte de ser 'castigados' por sus madres a merendar unos bocadillos que me enseñaron a discernir la sabrosidad de un producto no muy valorado en aquella época pero que, poco a poco, ha ido colándose en el Olimpo de los Dioses gastronómicos.
Sus méritos para alcanzar la élite del mundo gourmet son incontables… Producto natural, bocarte o boquerón, sal y tiempo. Una paleta de atractivos colores que van del rosa asalmonado hasta al de tierra arenosa; unos aromas yodados que parafraseando a un amigo me recuerdan «al perfume de playa cántabra en un día de lluvia a la bajamar». ¡Y qué decir de su sabor, qué plenitud! Umami puro; cuando uno degusta una anchoa piensa que se come una de los cientos de olas que llegan al Cantábrico, olas con sabores recogidos de algas multiformes y piedras acantonadas por los golpes de la mar.
Y todo esto, queridos gastrolectores, se lo debemos en parte a unos intrépidos italianos –genoveses y sicilianos– que arribaron a nuestras costas a finales del siglo XIX con la intención de convertir todos los bocartes del Cantábrico en suculentas anchoas. Con sus conocimientos sobre el mundo de los salazones y las conservas desarrollaron una importante industria agroalimentaria en diversas villas costeras del Cantábrico. Sus apellidos y descendientes siguen en muchos casos formando parte del sector conservero. Los Orlando, Sanfilippo, Nasari, Cefalú, Giannitrapani, Palazzolo, Brambilla, Lococo… son nombres que en su día aportaron su trabajo y conocimientos para convertir el brillo platino del bocarte en el fulgor dorado de la anchoa.
¡Que sirvan estas líneas como un brindis por los sabores de la anchoa y los saberes de los italianos!
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