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Cuarto día tras el derrumbe en Nueva Montaña, y en el sentir de los vecinos, claustrofobia, angustia y pena tras acceder por vez primera a la 'zona cero' del siniestro. «No tiene nada que ver el contemplarlo desde la terraza de casa, a ... meterte dentro y encontrarte cara a cara con el verdadero destrozo, con todo caído y aplastado. Angustia bastante, es impactante», revela Elisa Malagón, vecina del portal 1D y una de las que este jueves tuvieron el permiso de Policía Local y Bomberos de Santander para entrar en los trasteros de los garajes dañados, el 3 y el 4.
Fue la medida que siguió a la adoptada el miércoles, cuando el mismo operativo se dispuso para que los residentes pudieran acceder a sus almacenes particulares de los garajes 1 y 2. En esos dos apenas hay rastro del desastre, porque son espacios diferentes, que no se encuentran bajo la placa colapsada, pero el de ayer era un caso bien distinto porque quienes entraron vieron de cerca el amasijo de hierros de forjado doblados, el hormigón hecho añicos, las rocas desperdigadas y la tierra sepultando los coches.
Punto primero. Se constata que la estructura de las viviendas no ha sido afectada por el colapso, por lo que las viviendas pueden seguir siendo utilizadas.
Punto segundo. El colapso afecta a zonas de los garajes 3 y 4.
Punto tercero Se procede al apuntalamiento de las zonas adyacentes al colapso definidas y acordadas durante la visita realizada en la mañana del lunes, que comprenden tanto zonas de los garajes 3 y 4 como de una parte del garaje 2 adyacente a las anteriores.
Punto cuarto Los garajes están clausurados preventivamente hasta que se realicen las inspecciones oportunas.
Punto quinto Se debe impedir la clausura del acceso tanto peatonal como rodado a sótanos, garajes y trasteros, hasta que se compruebe el funcionamiento de las instalaciones de seguridad y evacuación. A tal efecto se deben clausurar tanto las escaleras de acceso desde el exterior y desde las viviendas y las salidas de ascensores a los sótanos.
Punto sexto Se debe proceder al vallado en la urbanización del perímetro de la zona colapsada como medida de seguridad anticaídas.
Los firmantes Requeridos como técnicos especialistas en estructuras para dictaminar acerca de la situación de las 472 viviendas y garajes de Nueva Montaña tras el colapso del pasado lunes, 13 de enero, estamparon su firma en un texto que ayer difundió el Consistorio santanderino el ingeniero de caminos Ángel Chamizo de la Concha (estudio de ingeniería Dýnamis), Eloy Gutiérrez (estudio de ingeniería Dýnamis) y Joaquín Calongue (KN Ingeniería).
Se repitió el método: como norma, un bombero por persona, una linterna, mucha precaución y prisa. «Lo idóneo es que estemos lo mínimo posible ahí abajo», recalcó uno de los responsables del operativo. «Lo que se pretende es que nadie trate de entrar por su cuenta, porque aunque todo está apuntalado y estamos trabajando en ello, conviene seguir las normas y que las cosas se hagan bien. No queremos ningún disgusto», justificó otro ingeniero.
La iniciativa responde a las demandas de los vecinos para recuperar de sus trasteros los objetos de mayor valor o los que consideran más necesarios para su día a día, aunque ahí todo es subjetivo.
Una pareja carga con un carro de la compra lleno de rollos de papel higiénico, y otro con una bolsa y varios palos de golf que juntos superan los 2.000 euros de valor. Y es que el término 'necesario' tiene muchas lecturas, según para quién. «Yo saco esta bicicleta no sólo ya por el valor que tiene, y porque prefiero que esté dentro de casa que ahí abajo, sino porque además tengo ganas de usarla», explica Carlos Carranza, que al salir de la boca 4 de garajes muestra otro rostro, más entristecido que cuando entró.
«Estás cansado y pensando si estará todo bien. Se ha hablado de todo, desde que no se sabía si estaba todo bien, hasta que podían robarte, aunque ya nos han dicho que la Policía está vigilando todo muy bien».
A la puerta de los garajes un policía toma los datos a cada vecino. Luego, justo a la entrada, otro apunta el DNI y corrobora que, efectivamente, es uno de los residentes. Para adentrarse en la oscuridad cada uno es acompañado por un bombero que carga con una linterna.
Hay gente que antes de entrar se ha cargado con bolsas, incluso hasta con un carro. «Como tenemos poco tiempo y hay mucho que sacar, vamos a cargar lo máximo posible», explica Juan Manuel Serrano.
Para Miriam Ordiérez la experiencia no ha sido nada agradable. «Te acostumbras a verlo desde arriba y es mucho menos impactante que verlo desde abajo». «Cuando entras está todo oscuro, da mucho miedo porque apenas entra la luz con todos los hierros que han puesto para sujetarlo», acredita. «Te sugestionas y piensas que podría haber sido mucho peor, que te podría haber pillado dentro o que podría haber sucedido con todos los niños ahí arriba, jugando. No quiero ni pensarlo más, pero lo he pasado bastante mal».
Los hay que surgen de la boca del garaje cariacontecidos. Hay emociones de todo tipo. «Sientes claustrofobia, estás como agobiado porque el techo pega con el suelo. Apenas hay luz y los sistemas de ventilación no funcionan. Cuando bajas es un poco como chocar con la realidad de golpe, ver de verdad la fuerza de lo que ha pasado y cómo lo ha aplastado todo», completa Elisa Malagón, vecina del portal 1D.
En conjunto, hasta 50 personas bajaron a sus locales con la supervisión de los agentes. Alguno llegó por los pelos, probablemente al escuchar murmullo en la calle. «Bajo rápido porque no sabía que se iba a permitir entrar y apenas me ha dado tiempo a vestirme», comentó uno. Habló con los agentes y pese a que estaban cerrando ya los accesos le permitieron ser el último en recuperar sus cosas.
El alivio se reflejó sobre todo en el rostro de Miguel Carrasco, que salió a la calle cargado con un generador eléctrico, un cubo profesional de pintura, un rollo extenso de lija y ropa de trabajo, que tuvo que ponerse por encima al no disponer de más manos. «O me vestía con ello o no podía sacarlo. Sólo podemos entrar una vez», se justifica. «Estas cosas son importantes pues yo lo guardo aquí porque vive un cuñado y me deja hacerlo; pero lo necesito para trabajar. Es material para ganarme el pan, y con esto no se puede jugar», comenta con cierto sentido del humor una vez que ha visto salvados los papeles en ese sentido.
El problema para muchos es que dos manos no son suficientes cuando es mucho el material que hay que rescatar. «No he tenido ayuda hoy porque mi chica está trabajando y yo tengo la suerte de que estoy de tarde, pero es que hay mucha gente que no ha podido bajar porque lo normal es que se trabaje de mañana», lamenta. De ahí la reivindicación: «Lo normal es que bomberos y policía se pusieran de acuerdo para establecer un horario de tarde que permitiera a más gente bajar a los locales para sacar más cosas», sugiere.
Probablemente este viernes se conozcan novedades en este sentido, porque en sendas reuniones que mantendrán responsables técnicos de Gesvicán con los representantes vecinales, en primer lugar, y con todos los vecinos, en segundo, podría informarse de nuevos permisos de acceso.
También de lo que ha sucedido con los ascensores, porque algunas quejas iban enfocadas este jueves hacia la inoperancia de los mismos. «Nos dijeron ayer que iban a estar funcionando desde el mediodía y al final ha resultado que no es así», denunciaba uno de los curiosos, vecino del barrio, que se acercó a los garajes para ver qué sucedía.
En el centro cívico las consultas iban enfocadas hacia la misma duda. «Nos han preguntado qué sabemos de todo, pero la verdad es que les remitimos al periódico porque pone más de lo que sabemos nosotras aquí», informaban en la recepción. «La gente quiere saber cuándo van a dejar volver a entrar en más trasteros y durante más tiempo y también cuándo van a ponerse en funcionamiento los ascensores porque, claro, en estos bloques hay vecinos que están impedidos, o gente mayor, o que va en silla de ruedas. Hay que comprenderlo», agregaron.
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álvaro machín | josé carlos rojo
Álvaro Machín José Carlos Rojo
Entre tanto, algunos representantes de los residentes -uno por cada portal- fueron desfilando por el centro para recoger el informe técnico que el Ayuntamiento de Santander puso a disposición de los vecinos. Una medida dirigida a zanjar cualquier duda acerca de la seguridad de los cimientos de las viviendas. Tanto la alcaldía de Santander como el Gobierno de Cantabria se han afanado desde el primer día en asegurar que no hay problemas en este sentido. La alcaldesa, Gema Igual, lo hizo público desde el mismo instante en que tuvo en la mano el informe firmado por tres expertos independientes. «Comprendemos que la gente tenga ese miedo, pero de verdad que las viviendas son seguras porque se trata de espacios constructivos diferentes. Nada nos hace pensar que pueda pasar nada parecido en las viviendas, que son perfectamente seguras», aclaró la regidora siempre.
Acredita el texto, firmado con fecha del pasado día 13, que tras la inspección de las infraestructuras por parte de los ingenieros de caminos Ángel Chamizo de la Concha, Eloy Gutiérrez y Joaquín Calongue, «el correcto estado de la estructura de los edificios de vivienda, lo que permite su habitabilidad sin otras restricciones que las limitaciones establecidas por las zonas acordonadas de los espacios públicos diarios, así como la limitación en cuanto al acceso y uso de los aparcamientos y trasteros, mientras no se realicen los estudios pertinentes».
Estudios que podrían arrojar conclusiones este mismo viernes, con las reuniones que tanto la Consejería de Obras Públicas como el Ayuntamiento mantendrán primero con los representantes vecinales en el centro cívico de Nueva Montaña (18.00 horas) y la posterior (19.30 horas), que abrirá las puertas a todos los interesados que quieran conocer las novedades.
Una de ellas será el conocer la empresa que definitivamente se ocupará del desescombro de la zona. El miércoles estuvieron reconociendo el terreno expertos de cuatro firmas: Palomera Obras y Proyectos; Construcciones y Excavaciones Aníbal; Cuevas Gestión de Obras, y Rucecán. Todos recorrieron los espacios, accediendo a los garajes en peor estado por las bocas apuntaladas, para redactar lo más rápido posible una memoria con la oferta para presentar a la Consejería. El precio de la intervención en ningún caso superaría el millón de euros: «Es una cifra aproximada porque podría ser bastante inferior, de hecho», matizó ayer el consejero José Luis Gochicoa.
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Todos estos trámites transcurren de forma paralela a las labores de apuntalamiento, que este jueves continuaron con la introducción de material para seguir asegurando la placa que no se ha caído. Sólo en un espacio, allá en el techo del garaje cuatro que no terminó de caer, probablemente se deje sin fijar dado que las obras de demolición terminarán por echarla abajo de forma controlada.
Entre tanto, las reacciones políticas al caso llegaron desde el Ayuntamiento de Santander, donde el concejal de Unidas por Santander, Miguel Saro, solicitó al equipo de gobierno PP-Ciudadanos que informe de las actuaciones que se han llevado a cabo tras el hundimiento del terreno.
Saro pide al equipo de gobierno que dé cuenta «de lo que se ha llevado a cabo en la inspección urbanística como de las medidas de emergencia que se han puesto en marcha tras el derrumbe de ese terreno sobre el que había un parque y una zona deportiva».
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