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El impacto del virus ha caído como una losa sobre el pequeño comercio. Como bien avanzaban los profesionales del sector en Santander a principios de año, el 25% de los negocios no ha soportado la crisis y ha cerrado. «Es una situación desoladora. No sabemos ... qué hacer y no hay perspectivas de mejora», avanzaba a mediados de enero pasado Agustín Ordejón, representante de los comercios del centro de la capital.
La situación no ha cambiado mucho. «Seguimos como estábamos, con la única salvedad de que quizá ahora, con el fin del estado de alarma, se ve algo más la luz al final del túnel», apunta Ordejón. Se refiere al fin del estado de alarma y a los cambios que esto podría traer en la mente del consumidor. «Podemos pensar, aunque sea interiormente, que queremos volver, de alguna manera, a una cierta normalidad. Esperamos que eso ayude también a que la gente se anime a salir más a la calle y a comprar», explica.
Sin embargo, sigue existiendo un problema importante que continuará lastrando su despegue económico: «Mientras continúen las restricciones a la hostelería, nosotros estaremos también sufriéndolo; porque lo que nos pasa es que dependemos mucho un sector de otro. Cuando la gente sale a la calle a tomar algo, entra en una tienda y consume, es un círculo virtuoso que como no funcione en su conjunto, queda deshecho», explica el representante de los comerciantes.
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La apertura de fronteras también alentará la llegada de turistas, siempre dispuestos al gasto. «Eso nos anima, aunque no podemos fiarlo todo a ellos porque eso sucede principalmente en verano y necesitamos vivir el resto del año».
Sobrevivir es lo que han hecho a duras penas tras casi quince meses de restricciones, de retracción del consumo, de incertidumbre y tristeza. Ni la campaña de Navidad logró sacar del hoyo los balances de cuentas, porque no se vendió lo esperado; porque el consumidor está temeroso y ha optado por el ahorro.
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José Carlos Rojo
J. C. ROJO
«Nos ayudó mucho la campaña de vales del Ayuntamiento de Santander, aunque habría que trabajar más porque duraron muy poco. Lo cierto es que se agotaron a las pocas horas y es muy raro. Habría que repetirlo más veces y quizá con otro sistema de reparto para que diera más tiempo a adquirirlos».
Y pese a todo lo anterior, el temor persiste. «Lo que no tengo muy claro es si es bueno que ahora, de repente, venga todo el turismo. Hay que seguir con las precauciones aunque dejando trabajar a la gente».
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