Fundadora y presidenta de algunas de las principales entidades docentes de la vida musical de este país, esta joven octogenaria, a la que le va la marcha... de Mozart a Ligeti, es una abuela... y bisabuela –tengo tres bisnietas, ¡todas chicas!– entregada a potenciar y perfeccionar el vínculo entre las nuevas generaciones y la música. Pasa de etiquetas y muestra su querencia por los hechos. Cuando llegan los elogios a su quehacer constante, discreto y sin fisuras defiende que por encima de todo Paloma O'Shea (Las Arenas, 1936) es «una mujer trabajadora». Se muestra convencida de que, desde que era niña hasta el presente, la posición de la mujer en la sociedad ha mejorado muchísimo. Y el discurso lo salpica con la seguridad de que «lo importante es que se nos trate por igual y que, por supuesto, es necesario acabar con cualquier forma de discriminación contra la mujer».
Matiza y subraya que en el campo musical la discriminación o la desigualdad están prácticamente ausentes. No obstante, aplica el baremo positivo y negativo cuando juzga con perspectiva: «Desde siempre y hasta hace unas décadas, las mujeres han tenido prácticamente vedado el acceso a la composición musical, igual que a otras muchas profesiones». Y ahora la valoración es contundente: «En la interpretación, tenían más oportunidades. Podemos pensar que, durante siglos, nos hemos perdido la mitad al menos del talento compositivo. Pero este problema en concreto creo que está en vías de solución. Hoy, una joven compositora tiene las mismas oportunidades de triunfar que los demás», asegura.
Discreta, «curranta», elegante, se pone la música por montera
Prefiere la acción a la contemplación. Se confiesa «curranta» y la música es el cordón umbilical que une a esta joven octogenaria, discreta y elegante, con cada latido vital. Una mujer incansable que siempre ha puesto el foco racional y emocional en la educación musical como motor humanista y la cultura como lugar en el mundo.
La presidenta fundadora del Concurso Internacional de Piano y del Encuentro de Música y Academia de Santander, que afronta este verano su vigésimo aniversario, considera positiva cualquier movilización que «pueda contribuir a que la corrección de desigualdad cunda en la sociedad». Paloma O'Shea sostiene que el mundo de la música «es muy exigente con la calidad y el talento y nunca he visto que nadie prefiera a un violinista por el hecho de ser hombre para entrar en una orquesta o para actuar como solista. Lo habitual es que se elija al bueno, sea hombre o mujer». No obstante –admite–, «es verdad que antes no era así y que ha habido casos, como el de la Orquesta Filarmónica de Viena y alguna otra, que hasta hace muy poco no admitían mujeres, pero todo eso está muy superado. Lo que queda por solucionar es el caso de las directoras de orquesta. Va habiendo cada vez más, pero aún son muy pocas». De ella se ha dicho que posee «la perfecta educación del corazón». ¿Es el resultado de su mirada de mujer sobre el mundo? «Sinceramente, no sé muy bien a qué se refiere esa frase. Mi mirada al mundo es la de una mujer, porque es lo que soy».
Discreción, humildad y generosidad son factores inherentes a la trayectoria de la mecenas. ¿Se ha sentido discriminada por su condición de mujer? «No, pero sé que muchas mujeres sí se han sentido así. Mi situación ha sido particular porque he sido lo que ahora llaman 'una emprendedora'. Yo he sido siempre mi jefa, por lo que no me he visto en la situación de sentirme valorada de más o de menos».
A la hora de mirar hacia dentro O'Shea confiesa haber procurado que la educación de sus hijas «fuera igual que la de mis hijos para que ellas pudieran desarrollar su potencial plenamente, y me hace muy feliz saber que así lo han hecho, cada una en su campo». Su hija Ana Botín es una de las mujeres con mayor poder en el ecosistema de influencia internacional. «Sin ninguna duda. Mi admiración por Ana es enorme y no es de ahora, que está en la cresta de la ola, sino desde pequeña. Me parece muy bien todo lo que está haciendo, también en lo referente a la cuestión de la mujer».
Al enjuiciar con datos el terreno profesional en el que se mueve como pez en el agua, la Fundación Albéniz, que ideó y puso en marcha, describe la situación: «Tenemos una presidenta y una directora general; en la junta de dirección tenemos cuatro mujeres y cuatro hombres y, en general, 38 de nuestros 56 empleados son mujeres». Y de manera gráfica apunta: «Jamás hemos tenido en cuenta el factor sexo en la contratación. Cuando estaba montando la Escuela, Rostropóvich me dijo un día: 'Paloma, tú tienes que traer a los mejores'. No he dejado nunca de hacerle caso».
En lo que concierne a esa ecuación de jóvenes y educación, reflexiona, «hoy todo cambia muy deprisa pero en el ámbito de la interpretación ha existido bastante igualdad desde hace tiempo».
¿Y qué recomienda a sus nietas y bisnietas?: « Que trabajen mucho y que, cuando sepan lo que de verdad quieren, que lo persigan sin rendirse nunca».
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