«Se fue feliz de la gran familia que formó»

A Tere lo que más le gustó desde siempre fue tener a todos cerca. Nació en Bilbao y conoció a su marido, Clodomiro, en Palencia. Luego vinieron los dos juntos a Cantabria y fijaron su residencia en Maliaño. Tuvieron tres hijos: María Teresa, Guillermo José y Juan José. De los tres, sólo Maite ha tenido descendencia. Lara y Ruth fueron las únicas nietas que tuvo Tere. Sus dos amores, de las que siempre presumió. Puede dar buena fe de ello el cuerpo sanitario de médicos y enfermeras que la atendieron en la séptima planta de la torre B de Valdecilla, a las que Tere quiere enviar «un fuerte abrazo y reconocimiento» por todo el cariño y cuidados que le brindaron.

«Mi madre siempre ha sido muy 'Gallina Caponata' de sus hijos y nietas. Mis dos hermanos están solteros y ella siempre ha estado muy pendiente de todos. Vivió para su familia», reconoce. Así que ahora ella ha heredado ese rol. Algo complicado porque Maite tiene una familia propia que atender, pero lo hace encantada porque también está «orgullosísima» de los suyos. «Mi madre me llamaba veinte veces al día y ahora, a veces, yo hago lo mismo con mis hijas. Ellas me dicen, 'mamá, ya te pareces a la abuela'», reconoce Tere.

La mayor pena que le queda a toda la familia es que la abuela se fue sin poder conocer a su primer bisnieto. Lara está embarazada y en mayo alumbrará un niño. «Aunque no te va a conocer, sabrá de ti como si estuvieras aquí. De eso nos encargaremos nosotros», le escribió Maite en una emotiva carta de despedida. «Seguirás presente en todas y cada una de nuestras celebraciones, eso tenlo por seguro», añadió.

Porque la familia Álvarez-Sancho siempre ha sido de celebrar. Cualquier ocasión era buena para sentarse juntos en torno a una mesa o para organizar un 'photocall' para posar y hacerse fotos. Porque el objetivo no era otro que «estar juntos y hacer piña».

Clodomiro trabajó en la Standard Eléctrica de Maliaño y ella se dedicó a la costura, ya que siempre tuvo buena mano. Era pantalonera, como se decía en aquella época. También se dedicó al diseño de cocinas. Aparte de la familia, tenía más hobbies. El cine y estar en la playa de El Sardinero fueron sus mayores dedicaciones. También le encantaba viajar. En cuanto su marido se jubiló, enseguida hacían la maleta. El objetivo era descansar y disfrutar del sol.

De carácter fuerte pero afable, siempre fue una reina de la cocina. «Cuando nos juntábamos, siempre había primero, segundo, tercero y cuarto plato si te descuidabas. Y después, los táper que repartía entre todos. Se le daba muy bien la repostería, hacía unas quesadas buenísimas», cuenta Maite.

«Fuiste la mejor esposa. Papá no pudo tener mejor compañera. También fuiste una gran madre. Adoraste a tu yerno como a un hijo y mis hijas no pudieron tener una mejor abuela», le escribió en la misiva del adiós. Palabras sinceras, directas. Sentimientos que le brotaron del corazón.

Ahora todos tratan de hacerse a la idea de la marcha de la matriarca de la familia. «Vete tranquila porque no podías haberlo hecho mejor. Aquí estoy yo para que todo siga igual. Cuídanos mucho y danos mucha fuerza», concluyó Maite en su escrito.

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