Maliaño, Treto y Santander, marcados por otros parricidios

Conocido en su municipio como 'el parricida de Maliaño', José Alberto P.H. asesinó a su madre en noviembre de 1997. Dicen las crónicas que la mujer, que estaba postrada en una silla de ruedas, le había reprendido por haber puesto un anuncio para vender su teléfono móvil y que él, un enfermo mental que hacía once días que había recibido el alta tras su último ingreso hospitalario psiquiátrico y había dejado de tomar la medicación que se le había prescrito para controlar su agresividad, la apuñaló y la mató.

Por aquel crimen, José Alberto P. H., que se declaró culpable, cumplió cinco años de prisión, opción (la cárcel) por la que se decantaría el Ministerio Fiscal en lugar de recomendar su ingreso en un centro psiquiátrico porque consideraba que el acusado estaba respondiendo bien al tratamiento que había recibido en prisión el tiempo que estuvo como preventivo.

Once años después, en 2008, el parricida, que a pesar de tener una orden de alejamiento llevaba ya algún tiempo conviviendo con su padre y con su hermana en el domicilio familiar, mantuvo con ellos una discusión durante la cual acuchilló a su padre hasta la muerte e intentó acabar con la vida de su hermana, que la salvó saltando por una ventana de la vivienda, situada en un primer piso.

En el ámbito de los parricidios se enmarca también la muerte en Treto (Bárcena de Cicero) de una mujer de 73 años de edad asesinada a golpes en 2013 por su propio nieto.

Estremecedor, el suceso se produjo en el mes de mayo en el interior de la vivienda de la víctima, donde, según la sentencia, la abuela recriminó al nieto que no hubiera acudido a entrenar. En un momento dado, cuando la mujer estaba sentada en su sofá, el joven se le acercó por detrás y la golpeó en la cabeza repetidas veces con la base de una jarra de cristal de la que posteriormente se deshizo arrojándola a un contenedor de basura ubicado a 200 metros del domicilio de su abuela.

La agresión, brutal, ocasionó a la mujer un estallido craneal y la muerte, que la jueza instructora del caso calificó como un delito de asesinato con la agravante de parentesco por el que el menor fue condenado posteriormente a seis años de internamiento y otros tres de libertad vigilada.

A mucho más tiempo, 23 años, fue condenado Rafael Larios, declarado en enero del año pasado culpable del asesinato de su madre, una enfermera jubilada de 79 años de edad que estaba entregada a diversas causas solidarias y con la que residía en la céntrica calle Calvo Sotelo de Santander.

Igualmente escalofriante, aquel homicidio se produjo en el mes de octubre del año 2021, cuando, según recoge la sentencia, el hombre entró en el dormitorio de su madre, que estaba ya dispuesta a acostarse, y mantuvo una discusión con ella en el transcurso de la cual la arrojó al suelo, se colocó sobre su espalda sabedor de que padecía una osteoporosis severa, y le produjo la fractura de todas las costillas, lo que causó la muerte por asfixia de la mujer, al no poder esta respirar.