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Cuando Carmen Merino compareció por primera vez en el complejo judicial de Las Salesas (Santander), muchos de los presentes no pensaron que se tratara de una mujer acusada de asesinar a su novio y decapitarlo, hechos por los que se enfrenta a 25 años de cárcel. Escoltada por dos policías y sin esposas –el juez entiende que no hay riesgo de que se fugue agrediendo a los agentes–, la encausada mostró un cambio importante de imagen si se compara con su anterior comparecencia hace dos años, en los Juzgados de Castro Urdiales.
«La apariencia es la principal fuente de información en una primera impresión, así como en la persuasión. Cuando se trata de un proceso judicial puede llegar a tener una gran repercusión en las decisiones judiciales. Este aspecto es ampliamente conocido, por lo que es común que los acusados cambien su imagen de forma radical para el juicio», apunta Laura Quesada, criminóloga experta en Análisis de Comportamiento No Verbal y Credibilidad.
Hay un cambio en el aspecto del pelo. Ahora es liso y de tono cálido, transmitiendo dulzura, sofisticación, formalidad e incluso mayor nivel económico que en su aparición anterior.
Carmen llegó al juicio con un cambio evidente de imagen. Utiliza una vestimenta formal, aunque no demasiado, transmitiendo naturalidad, serenidad y confianza.
Utiliza tonos blancos, azules y rosados que transmiten pureza, confianza y amabilidad (incluso inocencia). Son una buena opción para tratar de convencer a los miembros del jurado.
Acude a cada sesión del juicio sin maquillar, lo que le ayuda a transmitir una imagen de naturalidad. En imágenes anteriores aparecía con los labios pintados.
El primer día de su declaración en el juicio, la acusada apareció con unos zapatos cerrados, con poco tacón, negros y brillantes que reflejaban formalidad y limpieza.
En todas las sesiones ha aparecido con pulsera y reloj. El primer día portaba un bolso de gran tamaño que restaba formalidad a la vestimenta.
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En el caso de Carmen Merino, el cambio de imagen «no es tan radical como se ha podido observar en otros acusados de asesinato», pero en sus últimas apariciones muestra un cambio de imagen «evidente», señala esta experta, que también pertenece a la Asociación de Analistas Expertos en Comportamiento No Verbal (ACoNVe). «Es importante recalcar que el análisis aislado de la apariencia no permite obtener conclusiones sobre la culpabilidad o credibilidad de Carmen Merino, pero sí es un canal de expresión más a analizar en las periciales de credibilidad del que se puede obtener mucha información de interés. Entre otras cosas, sobre las intenciones de la acusada».
Desde que arrancó el juicio el pasado 7 de noviembre, Carmen Merino ha utilizado una «vestimenta formal, aunque no demasiado», transmitiendo así «naturalidad», «serenidad» y «confianza». En las diferentes comparecencias de esta semana ha aparecido con tonos blancos, azules y rosados. Estos colores transmiten, respectivamente, «pureza», «confianza» y «amabilidad». Incluso «inocencia» (en el caso del blanco y rosa). Por ello, a juicio de esta experta, son una «buena opción» para tratar de convencer a los miembros del jurado de la credibilidad de su testimonio.
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La acusada ha optado por unos zapatos cerrados, con un poco de tacón, negro y brillante, que reflejan «formalidad y limpieza». Asimismo, se puede observar un cambio en el aspecto del pelo. Ahora es liso y de tonalidad cálida, transmitiendo así «dulzura», «sofisticación», «formalidad» e incluso «mayor nivel económico» que en su aparición anterior, donde llevaba el pelo rizado y de un color mucho más llamativo. Lo mismo ocurre con la vestimenta de la aparición que tuvo lugar hace dos años, donde iba vestida de un color verde, «muy llamativo», una chaqueta con estampado cruzados y un pantalón oscuro de tela, «un aspecto general mucho más informal».
Dentro de los cambios que la acusada ha realizado en su apariencia física se observa que va sin maquillar. Aunque en su anterior aparición ante los medios de comunicación era obligatoria la mascarilla y, por tanto, no puede observarse si acudió maquillada, existen imágenes públicas donde utilizaba maquillaje. Por ejemplo, pintalabios rojo. «La ausencia de maquillaje en las audiencias también ayuda a la imagen de naturalidad que la acusada está tratando de transmitir», según señala esta criminóloga.
Comportamiento
no verbal
Entrega de la caja
Cuando Carmen Merino relata que le da a su amiga una caja con juguetes sexuales, «se produce un desliz en la expresión facial que muestra una sonrisa incongruente». «Esta expresión facial no es congruente con el relato de los hechos», según la experta Laura Quesada.
¿Qué metió en la caja?
Cuando el juez pregunta a la acusada qué metió en la caja, Merino entrelaza los dedos (gesto de cierre) y ejerce presión junto con una «expresión facial de ira», que se codifica en la parte inferior del rostro como estiramiento horizontal de las comisuras y presión de los labios.
Sonrisa muy sutil
Es «muy llamativo» el momento en el que la acusada tiene un nuevo «desliz gestual» que muestra una sonrisa muy sutil a la vez que se encoge de hombros. La verbalización del momento es: «Y… le hice la broma de meterlo en la bolsa de basura, después lo metí en el neceser».
No hay tristeza
Cuando afirma que su amiga le dijo: «Tengo la cabeza de Jesús en una bolsa», se espera una emoción de tristeza. «Sin embargo, en ningún momento aparece. Su comportamiento es relajado, sin gestos, mira hacia abajo y no muestra expresiones faciales de tristeza».
Aparición del cráneo
Cuando Merino declara que sabía lo que había en la caja, se encoge varias veces de hombros mientras habla. «Es un gesto que se interpreta como un ‘no sé’, que puede realizarse de forma consciente para intentar transmitir que no está implicada, o no sabía de los hechos».
Llora por medicarse
El único momento, de los vídeos disponibles, en el que Merino rompe a llorar, es cuando habla de la medicación que toma. Asume que llora por decir en público que está en tratamiento médico. No ocurre así cuando relata los hechos sobre el descubrimiento de la cabeza de su novio.
Comportamiento
no verbal
Entrega de la caja
Cuando Carmen Merino relata que le da a su amiga una caja con juguetes sexuales, «se produce un desliz en la expresión facial que muestra una sonrisa incongruente». «Esta expresión facial no es congruente con el relato de los hechos», según la experta Laura Quesada.
¿Qué metió en la caja?
Cuando el juez pregunta a la acusada qué metió en la caja, Merino entrelaza los dedos (gesto de cierre) y ejerce presión junto con una «expresión facial de ira», que se codifica en la parte inferior del rostro como estiramiento horizontal de las comisuras y presión de los labios.
Sonrisa muy sutil
Es «muy llamativo» el momento en el que la acusada tiene un nuevo «desliz gestual» que muestra una sonrisa muy sutil a la vez que se encoge de hombros. La verbalización del momento es: «Y… le hice la broma de meterlo en la bolsa de basura, después lo metí en el neceser».
No hay tristeza
Cuando afirma que su amiga le dijo: «Tengo la cabeza de Jesús en una bolsa», se espera una emoción de tristeza. «Sin embargo, en ningún momento aparece. Su comportamiento es relajado, sin gestos, mira hacia abajo y no muestra expresiones faciales de tristeza».
Aparición del cráneo
Cuando Merino declara que sabía lo que había en la caja, se encoge varias veces de hombros mientras habla. «Es un gesto que se interpreta como un ‘no sé’, que puede realizarse de forma consciente para intentar transmitir que no está implicada, o no sabía de los hechos».
Llora por medicarse
El único momento, de los vídeos disponibles, en el que Merino rompe a llorar, es cuando habla de la medicación que toma. Asume que llora por decir en público que está en tratamiento médico. No ocurre así cuando relata los hechos sobre el descubrimiento de la cabeza de su novio.
Comportamiento no verbal
Entrega de la caja
Cuando Carmen Merino relata que le da a su amiga una caja con juguetes sexuales, «se produce un desliz en la expresión facial que muestra una sonrisa incongruente». «Esta expresión facial no es congruente con el relato de los hechos», según la experta Laura Quesada.
¿Qué metió en la caja?
Cuando el juez pregunta a la acusada qué metió en la caja, Merino entrelaza los dedos (gesto de cierre) y ejerce presión junto con una «expresión facial de ira», que se codifica en la parte inferior del rostro como estiramiento horizontal de las comisuras y presión de los labios.
Sonrisa muy sutil
Es «muy llamativo» el momento en el que la acusada tiene un nuevo «desliz gestual» que muestra una sonrisa muy sutil a la vez que se encoge de hombros. La verbalización del momento es: «Y… le hice la broma de meterlo en la bolsa de basura, después lo metí en el neceser».
No hay tristeza
Cuando afirma que su amiga le dijo: «Tengo la cabeza de Jesús en una bolsa», se espera una emoción de tristeza. «Sin embargo, en ningún momento aparece. Su comportamiento es relajado, sin gestos, mira hacia abajo y no muestra expresiones faciales de tristeza».
Aparición del cráneo
Cuando Merino declara que sabía lo que había en la caja, se encoge varias veces de hombros mientras habla. «Es un gesto que se interpreta como un ‘no sé’, que puede realizarse de forma consciente para intentar transmitir que no está implicada, o no sabía de los hechos».
Llora por medicarse
El único momento, de los vídeos disponibles, en el que Merino rompe a llorar, es cuando habla de la medicación que toma. Asume que llora por decir en público que está en tratamiento médico. No ocurre así cuando relata los hechos sobre el descubrimiento de la cabeza de su novio.
En lo que no existen grandes diferencias respecto a su anterior imagen es en relación a los accesorios que lleva la encausada a la Audiencia Provincial. Se pueden observar en ambos casos pulseras y relojes. El único cambio observable en las fotografías disponibles es la presencia de un bolso, de gran tamaño, con el que apareció el primer día del juicio y que «resta formalidad» a la vestimenta.
Quesada también ha analizado el comportamiento no verbal de Merino durante los momentos clave de su relato de los hechos. «Cada situación lleva aparejada de forma intrínseca una emoción congruente. Es decir, frente a un acontecimiento dramático, como puede ser la muerte de una persona querida, la emoción que resultaría concordante es la tristeza por dicha pérdida o, incluso, el miedo ante las posibles consecuencias penales derivadas de un proceso judicial en el que el sujeto está inmerso por la muerte de dicha persona». Esto es, según esta criminóloga, lo que se conoce como emoción esperada, que puede ser o no congruente con la emoción presentada por el sujeto en dicha situación. Cuando las emociones esperadas y presentadas son incongruentes se procede a analizar mediante otros protocolos científicos estandarizados las expresiones faciales, los gestos, la postura, la paralingüística, etc. Y con un análisis detallado y completo del comportamiento verbal y no verbal del sujeto pueden establecerse conclusiones acerca del grado de credibilidad del testimonio.
El comportamiento no verbal de la acusada es «muy significativo». «Tiene una conducta tranquila, sin signos prototípicos de miedo ante la situación a la que se enfrenta, y tampoco aparecen expresiones genuinas de tristeza en momentos en los que se habla de la muerte de su marido».
Las emociones esperadas en el caso de Carmen Merino serían, según la experta, «miedo, tristeza, ansiedad o ira, por ejemplo». Sin embargo, son «muy dispares» de las que se observan a lo largo de su declaración. «Sobre todo, en puntos claves de su testimonio». Además, tiene «deslices gestuales» y algunas expresiones faciales «no congruentes».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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