Secciones
Servicios
Destacamos
SERGIO GARCÍA| MIGUEL PÉREZ
Domingo, 6 de octubre 2019, 07:13
Lo último que hizo Carmen Merino antes de que se destapara la caja de los truenos, o en su caso la que contenía el cráneo de Jesús Mari Baranda, su pareja durante los últimos siete años, fue irse a la peluquería «para lavar y ... teñir. Tenía una boda en Cádiz, o eso nos dijo», aclara Izaskun, la joven propietaria que le atendió el viernes 27 de septiembre y que le cobró por el servicio 24 euros. Apenas unas horas después una amiga de la ahora detenida abría el paquete celosamente envuelto en papel de regalo que, según le había dicho, contenía juguetes sexuales y que custodiaba en su casa de Castro Urdiales desde hace meses. Una explicación que se ha revelado como la primera de una larga lista de mentiras que ha terminado por aupar a Carmen al altar nacional de lo macabro.
Dice quien hizo tan repulsivo hallazgo -atendida a renglón seguida en estado de shock-, que Carmen se lo dejó en previsión de que hicieran un registro los guardias civiles que investigaban la desaparición de Jesús Mari, vizcaíno de 67 años y jubilado de banca, denunciada por un primo de la cercana pedanía de Sámano al que Carmen afeó «que hubiera dado el paso sin contar con ella». Se lo dejaba, dijo, porque no le hacía ninguna gracia que vieran esas «marranadas» en su casa. Todo fue bien hasta que la curiosidad inclinó esa balanza de lealtades. A partir de ahí, el horror. El horror y el estupor que ha invadido el pueblo cuando todavía no se habían apagado los ecos del verano. Este periódico ha reconstruido la biografía de Carmen , única detenida hasta el momento por un crimen atroz que sigue sin confesar pero que ha acabado con ella en el penal de El Dueso, en prisión provisional comunicada y sin fianza.
Carmen Merino nació hace 61 años en Utrera (Sevilla) y es la mayor de cinco hermanas, aunque la familia no tardó en mudarse a Cádiz donde transcurrió su infancia. Con ella ya adolescente, su padre, que pertenecía al Cuerpo Nacional de Policía, fue destinado a Bilbao durante los años de la lucha contra ETA. Su cometido, recuerdan antiguos compañeros, era sin embargo otro: desde el centro de coordinación CSP atendía las llamadas del 091 en la comisaría de Gordóniz, en Indautxu. Fue así como Carmen acabó en Sodupe, donde esta semana amigos del difunto recordaban que les había dicho que «trabajó de jovencita en la fábrica de productos cárnicos Garsa».
La vida de Carmen todavía tenía que dar muchas vueltas. Volvió a Cádiz donde, según relató años más tarde a la cuadrilla de Jesús Mari, trabajó vendiendo seguros desde casa y por teléfono, «un empleo muy penoso», les reconoció. Allí también se casó y tuvo dos hijos -niño y niña-, hoy ya mayores e independizados. Su relación, sin embargo, acabó naufragando, el matrimonio se rompió y al cabo de un tiempo, su ex murió por enfermedad. Fuentes próximas a la familia de ella a las que ha tenido acceso este periódico hablan incluso de que fue víctima de malos tratos, extremo este del que ni los amigos con los que Jesús Mari acostumbraba a comer todos los lunes en Barakaldo, ni la prima de éste, Begoña Baranda, han oído hablar. «Era muy reservado por lo que respecta a ella», sostienen.
Sea como fuere, Carmen acabó regresando al norte hace unos diez años y fijó su residencia en Castro Urdiales, donde al parecer su padre se había hecho con un bar restaurante del centro, La Cerámica, que regentó la familia «durante unos tres o cinco años antes de traspasármelo», explica su actual propietario, incómodo con este giro del destino. De allí, Carmen pasó a La Revancha, un agradable bar de la playa de Ostende situado tras el polideportivo, en el que trabajó también un tiempo y donde entra en escena Jesús Mari. Su propietario, Javi, «amigo de ambos», se cierra ahora en banda, «desbordado» por una tragedia «que no nos acabamos de creer».
«Les presentó una amiga común de la casa de Andalucía. Él iba a desayunar allí por las mañanas y una cosa llevó a la otra», repasaba esta semana Begoña. Su relato lo corroboran en la cuadrilla de Barakaldo. «Al poco de conocerla se la llevó a su casa, dijo que para que se ahorrara un alquiler», apostillan. Desde entonces, la pareja había hecho vida en común sin llegar a casarse -él también era divorciado y con dos hijos- y a menudo se les veía juntos, paseando el perrito de ella, recuerda Fernando, encargado del mantenimiento del número 12 de la calle Padre Basabe donde la pareja tenía su residencia.
Los dos gustaban, sin embargo, de mantener sus respectivas rutinas: él con sus amigos -tenía cuadrilla en Castro y Barakaldo-, de vinos por los bares: el ya citado La Revancha, el Sandare, La Terraza de Rocío, El Peñascal... También el Veriván, una institución en Castro donde los peregrinos del Camino de Santiago desayunan desde las seis de la mañana, y en el que Jesús Mari paraba con sus amigos «ya de retirada para comer» y se tomaba un 'rueda', recuerda Rocío, antigua camarera. «Le encantaba el 'Monopol'».
El dueño, Nicolás, no tiene más que buenas palabras para él. «Buena gente, buena familia, conducta intachable», dispara de entrada, como queriendo ahuyentar cualquier duda sobre su cliente y amigo. «He llegado a pensar que se hubiera tirado al mar por algún problema. ¿Un ajuste de cuentas? ¡Si no tenía enemigos! Estoy asustado de lo de esta mujer, todavía la recuerdo sentada con sus amigas en las mesas de fuera, tomando unas rabas. ¡Y lo de guardar la caja! Joder, joder», se estremece cuando sale a colación la cabeza. Su prima Begoña habla también de su vínculo con Sámano, donde tenía algún terreno, «subía al monte y asistía a las ferias de ganado».
Carmen, por su parte, estaba muy vinculada a la Casa de Andalucía, en la Plaza de Toros, donde bailaba lo mismo sevillanas que rumbas y tangos todos los jueves de siete a ocho de la tarde, con frecuencia algo más. Una compañera de clases que prefiere guardar el anonimato habla de ella como una mujer «de trato agradable, pero reservada, lo que no impedía que a veces nos tomáramos todas algo en un corralito que hay allí pegado». Destaca también que «siempre había estado un poquito entrada en carnes, pero este invierno perdió mucho peso. Le preguntábamos qué le pasaba, y ella nos hablaba de la desaparición de su pareja -a quien yo al menos nunca vi, por cierto- y de la enfermedad de su hija. Se la notaba triste y deprimida. No le apetecía mucho hablar de eso, así que tampoco insistíamos».
Los amigos de él y su primo Alfonso Ricondo, sin embargo, se muestran más críticos. «Era complicada, siempre de mal genio. Le hacía desplantes en público». En lo que unos y otros coinciden es que «él bebía los vientos por ella, le decía amén a todo y la tenía como a una reina». Hablan también de que Carmen tenía acceso a su cuenta y disponía del dinero que necesitaba, al margen de la pequeña pensión de viudedad que le había quedado del que fuera su marido. Añaden en este sentido que Jesús Mari tenía muy buena relación con los hijos de ella, a los que iban a visitar de vez en cuando.
Noticias Relacionadas
Miguel Pérez José Carlos Rojo
Miguel Pérez José Carlos Rojo
José Carlos Rojo
Quienes les conocían sostienen que «eran mucho de viajar e iban a excursiones organizadas por los compañeros de banca de Jesús Mari, jubilados como él». También que iban mucho a Galicia, lo que encaja con las novedades desveladas esta semana por el 'Faro de Vigo' y que proyectan sobre ella una sombra añadida. Al parecer, Carmen estaría presuntamente detrás de varias estafas cometidas en esa comunidad por las que la Policía Nacional, el cuerpo al que perteneció su padre, la investigaba. Las fechas se acumulan. 2013, 2017... Cantidades que oscilaban entre los 400 euros y los 6.000, pedidas en préstamos y no devueltas, algunas con el aval de exparejas de familiares. En el norte y también en Cádiz. Causas de las que existen denuncias, pero no sentencia. Otro cabo suelto.
La desaparición de Jesús Mari se produce el pasado febrero. Nadie al principio le da demasiada importancia, pese a que es un hombre de «firmes rutinas, amigo de sus amigos, extrovertido». Le ven por última vez el 11 de febrero: comida en La Florida de Barakaldo, mus en el Niza... Lo de siempre. El 18, una semana después, desaparece de escena. Los amigos reciben un whatsapp disculpándose por no poder asistir y deseando a todos que «se lo pasen bien». Es el principio de un infierno para los allegados, del que están lejos de salir y que arroja de momento más sombras que luces. Su preocupación crece día a día. «No es propio de él desaparecer así como así», señalan cada vez que se juntan. Ni siquiera se ha llevado el coche, que está abandonado en casa y que sólo utiliza la mujer de vez en cuando.
Pasan las semanas y los denodados intentos por saber de su paradero se estrellan contra el muro de Carmen, «que sólo nos cuenta milongas», se lamentan ellos. También sus primos Alfonso y Begoña, a quien tanto viaje y la falta de noticias escaman. «Vamos, a mí me dice mi marido que se larga y me planto a la puerta de casa hasta que me dé una explicación, una dirección, un teléfono...». El de Jesús Mari ha acabado en el váter por accidente, asegura Carmen para explicar por qué se ha ido sin él. «Que cómo éramos, que por qué tanta preocupación, que entre Jesús Mari y ella había mucha confianza». El recelo y la desesperación de su entorno llegan al punto álgido el 2 de abril. «Estaros tranquilos, voy de pasota», escribe supuestamente él en un whatsapp que rebota a sus contactos.
Noticia Relacionada
José Carlos Rojo Miguel Pérez
El efecto es exactamente el contrario. «Te cuesta un segundo llamarme, mientras no hable contigo no me voy a quedar tranquilo», le espeta Javier López Larrea en un mensaje de móvil. «No me creo nada mientras no oiga tu voz», remacha su primo Alfonso. Echando la vista atrás, todos coinciden en señalar que Jesús Mari no estaba ya entre los vivos. El hallazgo de la caja con el cráneo es la confirmación -la peor posible- de sus sospechas. «¡Años con ellos yendo a todas partes! Mi mujer esta acojonada», aprieta los puños Javier.
En medio de esta maraña, la tranquilidad de ella sorprende a todos, mientras saca dinero de las cuentas que Jesús Mari tenía abiertas, aunque nunca en grandes cantidades. «Lo que más me duele es la frialdad y el cinismo con que Carmen nos ha tratado a todos los que estos meses nos hemos acercado a ella, interesándonos por el paradero de mi primo», desliza Begoña, que se confiesa «hundida» e «indignada» por el cúmulo de mentiras que ha presidido la relación de ambas. «Estos días he comprendido lo que significa el odio. Y me lo tengo que sacar de dentro porque de lo contrario va a acabar conmigo», rumia.
El secreto de sumario y la ausencia del cadáver se han aliado para alumbrar todo tipo de especulaciones y rumores, algunos rayando incluso lo escatológico. Como ese que hace referencia al repentino afán por parte de Carmen de agasajar últimamente a vecinos y miembros de la Casa de Andalucía con un desfile de croquetas y tápers de guiso que algunos ya vinculan con los restos del difunto. Todas sin base alguna para llevar ante un juez ni la posibilidad de analizar lo consumido hace meses.
Al menos hasta que Carmen, que al aparecer afronta los interrogatorios ante la Guardia Civil y en sede judicial con el mismo temple con el que se ha conducido durante los meses en los que Jesús Mari estaba desaparecido, rinda su posición y confiese la autoría y la localización de los restos. O el móvil sexual, tejido en torno a supuestas infidelidades que quienes conocían a la pareja descartan de plano en todo momento. O la contratación de sicarios, basado en los 12.000 euros que Carmen dijo a sus allegados que él habría retirado cuando pasó por casa tres semanas después de haber desaparecido, supuestamente para irse a Galicia y Asturias. ¿Para ir a dónde esta vez? Se habla incluso de Punta Cana. ¿Por qué?¿Con quién? ¿Durante cuánto tiempo?
Entretanto, agentes de la Criminalística de la Guardia Civil se lanzan a la búsqueda de restos genéticos y cualquier otro tipo de prueba en el piso de la pareja, con el perro de aguas 'Marley' husmeando hasta el último rincón. Cajones, azulejos, desagües... nada escapa a su celo. Hasta el momento sin resultados, al menos que hayan trascendido. Los investigadores del Equipo de Delitos Contra las Personas de la Guardia Civil han reunido varias bolsas de pruebas y cuentan con sus compañeros de Vizcaya que han recogido muestras entre los familiares de Jesús Mari, lo que ha ayudado, junto con la dentadura de la víctima, a cotejar el perfil genético. La ausencia de nuevos restos ha llevado a ampliar la búsqueda al vertedero de Meruelo, con idéntico resultado.
El caso entró desde el primer momento en un bucle mediático que ha acabado desbordando a familia y amigos. En el pueblo, el sentimiento predominante es de estupefacción. La Policía Municipal custodió el martes la entrada y salida del juzgado número 3 donde la detenida estuvo prestando declaración por espacio de cuatro horas. El juez la envió desde allí a la prisión de El Dueso, donde ha sido confinada en un ala del penal con otras 14 internas repartidas en once celdas.
En aplicación del protocolo antisuicidios, a Carmen le han asignado dos compañeras, presas de confianza que se van turnando para que ella no se quede sola en ningún momento. La presión a la que está sometida podría muy bien abrir una grieta en ese discurso acorazado que ha mantenido hasta el momento. Pero los funcionarios no se fían. Podría ocurrir también que Carmen se desmoronara ante la brutalidad del episodio, «que tuviera una crisis» y que intentara entonces atentar contra su propia vida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.