El confinamiento fue como pisar a fondo el freno cuando íbamos a toda velocidad
Cuaderno de excepción, día 9 ·
Secciones
Servicios
Destacamos
Cuaderno de excepción, día 9 ·
Han ampliado el estado de alarma hasta el once de abril. Así que tengo por delante, como mínimo, una veintena de artículos para hablar del confinamiento. Me siento delante del ordenador y no tengo muy claro que pueda escribir algo cada día, algo que ... tenga un mínimo de interés al menos. No soy un especialista en nada. Nada sé. Me cuesta tener una opinión sobre las cosas. A veces pienso algo sobre el coronavirus y, un rato después, puedo pensar que lo contrario tampoco está tan mal. No soy microbiólogo, no soy epidemiólogo, no soy sociólogo, no soy médico intensivista, no soy enfermero, no soy matemático, no soy psicólogo. ¿Soy periodista? Leo que unos matemáticos de Valencia sitúan el pico de la epidemia a finales de mayo. Leo que unos investigadores británicos aseguran que tendremos que estar dieciocho meses confinados. Pienso que si el coronavirus entrase en mi cuerpo podría hablar de ello en primera persona, explicar cómo mi sistema inmune se va defendiendo. Lo escribo y nada más hacerlo me arrepiento de haber puesto en el artículo esta frivolidad. Pero no lo borro. La enfermedad es poco letal en personas de mi edad, es verdad, pero prefiero el bloqueo ante una página en blanco que hacer frente a la enfermedad. Nadie ha muerto ante una página en blanco, aunque es cierto que hay lectores que, ante determinados textos, pueden tener ganas de morir. Creo que mi cuerpo se va aclimatando a todo esto. El confinamiento fue como pisar a fondo el freno cuando íbamos a toda velocidad por la autopista. Durante los primeros días, hubo incredulidad, negación. Al menos a mí me pasó. Repetíamos palabras como ficción o irrealidad. Estábamos en shock, yo lo estaba, por eso no nos creíamos del todo lo que nos estaba sucediendo. Mi mente, poco a poco, va aceptando la situación, no la cuestiona ni se pelea con ella. No queda más que esperar a que todo pase. La vida, ahora, es esto: permanecer en casa, lavarme las manos, no tocarme la cara si salgo a la calle y leer, aunque no demasiado, las noticias. Veinte artículos por delante, me repito. Firmo ahora el noveno. Me pregunto si he escrito algo que merezca la pena hasta hoy. Hay tanta gente opinando sobre lo que nos ocurre que a veces siento que lo inteligente sería estar callado. Con todo, sigo escribiendo, aunque hoy me cueste. Escribo y dejo que el propio ejercicio de escritura me coja de la mano y haga el resto. Las palabras me dicen a dónde debo ir, yo me dejo llevar. De alguna manera siento que el lenguaje puede ser un antídoto, aunque no sé para qué.
Lea la serie completa pinchando aquí
Noticias Relacionadas
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.