La música pierde el pulso de su relato

Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Deusto, a Hontañón la vida se le complicó minutos antes de llegar a ella. Nació con una lesión cerebral que no le impidió enfrentarse con gran coraje y optimismo a todos los obstáculos que su discapacidad física le fue poniendo por el camino. Una ruta en la que la música fue su principal compañera. Con el apoyo de su familia y especialmente de su madre, que luchó para que tuviera las mismas posibilidades educativas que el resto de niños, Hontañón pasó por la Academia Politécnica de Santander donde creció su afición por las Humanidades, mientras en casa la música clásica no dejaba de sonar «a todo volumen» en su habitación, según recuerdan sus tres hermanos Fernando, Carlota y Jesús.

Superado el bachillerato, Hontañón cumplió su sueño de independizarse e irse a estudiar a Bilbao. Allí, en la Universidad de Deusto cursó la carrera de Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia Contemporánea, para con posterioridad incrementar su formación con estudios de Musicología e Historia de la Música y esa libertad le proporcionó la confianza suficiente para atreverse a viajar solo por el mundo, a veces para escuchar algunas de sus orquestas favoritas en distintas ciudades y otras por el placer de conocer nuevas ciudades y disfrutar de sus costumbres.

Ese bagaje le proporcionó una gran cultura y una apertura de mente que se supo reflejar en sus críticas musicales, una tarea que empezó a ejercer en este periódico hace 42 años y que le llevó a ser un asiduo espectador de cuantos eventos musicales se celebraron primero en la Plaza Porticada y luego en el Palacio de Festivales, al que consideraba como su segunda casa y en la que siempre fue acogido con gran respeto y cariño por sus responsables y trabajadores. El Ateneo, la Fundación Botín y la UIMP también fueron punto de encuentro con su pasión y el lugar donde encontrar inspiración para sus textos, en los que nunca faltaron palabras de aliento y para todos intérpretes y orquestas.

Su profesionalidad y conocimientos en todas esas informaciones no pasaron desapercibidas en los ambientes musicales de la ciudad y del resto del país y le convirtieron en una referencia en la crítica musical. Una labor que también desarrolló en la revista 'Ritmo' y por la que la Fundación Albéniz le concedió el pasado mes de octubre su Medalla de Honor. Un reconocimiento que le entregó su presidenta, Paloma O'Shea, que le proporcionó una gran satisfacción y del que en sus últimos días presumía con orgullo, mientras escuchaba música de Bach.

El Patronato del Centro de Estudios Musicales Isaac Albéniz de Santander quiso destacar con esa medalla la «profundidad y cercanía» de los artículos de este un intelectual de gran valía que entregó toda su vida a la tarea de difundir y acercar la música y la cultura a la sociedad.