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Tres maestros se encuentran en la UIMP. Se toman las fotos que ilustran este reportaje, conversan con cercanía, comentan sus proyectos y sus (últimos) premios, los tres coinciden en que los cursos que imparten en La Magdalena son «especiales», «mágicos», «un viaje de ida y ... vuelta». Más allá de que se valgan de distintos lenguajes creativos y de que su coincidencia en Santander la dicte el calendario académico de la Universidad, Pilar Adón, Isabel Muñoz y Luis García Montero comparten una forma entregada, generosa y humanista de practicar la docencia. La pusieron a prueba la pasada semana con sus alumnos en sus respectivos cursos: Adón y García Montero en el ámbito de la literatura, e Isabel Muñoz, en el de la fotografía.
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Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, editora y traductora, Pilar Adón impartió un taller de cinco días titulado 'La casa como ámbito literario. Relatos y poemas'. Por su parte, Isabel Muñoz, también Premio Nacional de Fotografía y miembro de la Real Academia de Bellas Artes, por citar solo un par de reconocimientos, se puso al frente del 'Taller de Fotografía. Cuerpo, alma y naturaleza'. Y el catedrático Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, de nuevo Premio Nacional de Poesía y desde la pasada semana Premio Pedro Salinas de la UIMP, se encargó de dirigir el taller 'Pensar la poesía. Pensar mi poesía'. Fundamentos artísticos, vivencias, métodos de trabajo, obsesiones, quizá algún truco: todo esas cosas circularon por las aulas ocupadas por Adón, Muñoz y García Montero. Así que tres maestros se encontraron hace unos días en la UIMP y, además de su magisterio, compartieron algunas reflexiones sobre la docencia, la creación artística o la tecnología.
«Lancé la propuesta de centrarnos en la casa, un espacio físico pero también mental, un espacio de libertad que también puede verse como una prisión; un espacio narrativo que me interesa mucho. Y la respuesta ha sido fabulosa». Pilar Adón celebra esta buena acogida como «un privilegio y una responsabilidad», y también como una forma de hablar de autoras como Emily Dickinson, Virginia Woolf, Louise Glück, Alejandra Pizarnik o Flannery O'Connor, todas con una potente relación literaria y vital con la casa –la casa como escenario de la pérdida, la lengua como símbolo del hogar–, como le ocurre a Adón en su obra.
«La atención que prestan y la generosidad con la que acogen los materiales... La docencia aquí es excepcional. La atención es mágica. Tratamos temas que nos apasionan y eso es un privilegio», resume la autora de 'Las efímeras' su experiencia en la UIMP.
«Este es un curso especial. Primero, por donde se imparte y por la trayectoria que tiene esta Universidad. Segundo, tenemos una necesidad de compartir, de transmitir las cosas que has aprendido de la vida, las equivocaciones y los aciertos. Es, de alguna manera, un deber que tenemos. Para mí es importante dar algo de lo mucho que he recibido», apoya Isabel Muñoz, cuyo taller convocó a 35 personas, estudiantes de todos los ámbitos académicos y profesionales, de todas las edades. «Les interesa mucho cómo trabajas, cómo llegas al otro para que el otro se te dé, de dónde nacen tus ideas: si de tus sueños, de la casualidad...», explica Muñoz, para quien un fotógrafo es «cualquier persona que ame la fotografía».
La artista se mostró encantada con el ambiente de las clases. «Ha sido mágico desde que hemos empezado», y mágicos han sido también los enclaves elegidos por Muñoz para las clases prácticas. Uno de ellos fue Mina Pepita, en Solares, un bosque mitológico y tremendamente evocador. «Me pillas en un momento 'hippy', porque me encanta ver feliz a la gente que me rodea. Qué importante es compartir. Esto es un aprendizaje mutuo, un aprendizaje de la vida, a todos los niveles», celebraba Muñoz a su vuelta de la primera visita al bosque. Además, la casualidad quiso que el grupo se encontrara con un cetrero. Al día siguiente, pudieron tomar fotos con un águila y un búho.
«Creo en la docencia y creo en ella como un traspaso generacional. La pedagogía es el signo más claro de un diálogo generacional: traspasar lo que has vivido a quien escucha», comienza diciendo Luis García Montero. Como para sus compañeros, la UIMP es un lugar especial para el poeta. Aquí ha sido alumno y profesor, discípulo y maestro. En el taller que ha impartido la pasada semana en La Magdalena también ha volcado esa trayectoria. «Este es un curso especial, que potencia la comunicación, la participación. Puedo contarles mi vida y las cosas que me parecen importantes sobre la poesía. Y contarles mi vida es contarles el porqué de mi afición, qué autores, qué ideas se han ido quedando en mí. Eso, a su vez, da pie a que participen y a que expliquen por qué se han hecho profesores de literatura o qué le piden a la poesía», dice.
¿Y en qué momento creativo están estos tres maestros, tanto de puertas para afuera como de puertas para adentro?
«Una de las cosas que les explico a mis alumnos es que la conciencia crítica es muy importante. De Garcilaso a Ángel González, uno lee a los maestros con admiración, pero hace el ridículo si se lee a uno mismo del mismo modo, sin ánimo de corrección», entiende García Montero.
El autor de 'Habitaciones separadas' y 'Un año y tres meses' siente que vive un «momento de suerte»: acaba de ganar el Premio Internacional Carlos Fuentes y de Santander que lleva el Pedro Salinas de la UIMP. Pero, como les dice a sus alumnos, lo principal es mantener esa mirada crítica. «Estoy decidido a mantener mis ojos de corrector, quiero seguir trabajando con el mayor rigor posible –señala el poeta–. Y de puertas para adentro estoy también en un momento de indagación. 'Un año y tres meses' –el hermoso poemario que le dedicó a su mujer, la fantástica escritora Almudena Grandes, fallecida en 2021– fue un libro de exigencia muy grande, un libro que me dejó marcado, tan rotundo y tan fuerte que ahora estoy indagando, quiero encontrar motivos para escribir», admite con generosidad García Montero.
La imagen que representa este año los Cursos de Verano de la UIMP es obra de Isabel Muñoz. De modo exento e icónico, muestra el caballo de la Cueva de La Garma. Acceder a este espacio ha sido un «privilegio» para la artista. «Es una cueva mágica y única en el mundo», destaca sobre el proyecto y sobre la posibilidad de seguir trabajando con las cavidades en suelo cántabro que albergan vestigios artísticos. «Siempre me ha interesado ofrecer mi trabajo a la ciencia», admite Muñoz, que ahora prepara una exposición, cuya inauguración está prevista a comienzos de octubre en el Museo de Antropología de Madrid, y que después viajará al de Altamira. Está dedicada a una civilización que viene a revolucionar algunas ideas del Neolítico. «Y sigo explorando el tema del agua, del cambio climático, eso sigue».
«Cuando acabo una novela empiezo la siguiente, aunque luego esté años con ella y tarde en amueblarla y empapelarla», apunta, por su parte, Pilar Adón. Centrada en un tema como el encierro en casas rodeadas de naturaleza, tiene la «sensación de que mi verdadero hogar es la novela, es el lugar al que pertenezco, y necesito tener una en marcha porque me da seguridad y me da calma. Es como si hubiera una casa que me espera; a nivel interno estoy con esa novela», admite.
De puertas para afuera, esa casa bulle por la concesión del premio nacional y la promoción de la obra que mereció este galardón, 'De bestias y aves' (Galaxia Gutenberg, 2023), que le está permitiendo «viajar mucho». Además, Adón ha ganado un 'nueva habilidad': «He aprendido a demás a escribir en trenes o aviones», celebra.
Adón siente que la literatura vive un «momento maravilloso» gracias a «una actividad cultural riquísima, y en ese sentido, vivimos un momento glorioso. Soy optimista». No obstante, la evolución digital y las redes nos asoman al imperio de lo inmediato. «Nos dejamos llevar por inmediatez» y por pudor o por evitar el fracaso, «siempre» mostraremos opinión «y eso me da miedo». «Parece que estamos aminorando la capacidad de retentiva y de concentración», advierte la escritora.
García Montero coincide en que nos adentramos como sociedad «en una dinámica de usar y tirar. Es todo una cuestión de instantes», dice el poeta, si bien entiende que el desprecio tecnológico sin reflexión es «un poco cretino». Lo verdaderamente preocupante es «que la relación del individuo con la literatura sea de obediencia. La poesía es conciencia critica y establecer diálogos. Si el poema de la máquina te convierte en siervo, eso puede dañar lo más importante de la literatura: despertar una conciencia que quiere ser dueña de sí misma».
A Isabel Muñoz no le preocupa la tecnología –la inteligencia artificial (IA), en concreto– en relación al arte. «Me preocupa su parte oscura, la manipulación, lo que puede hacer en manos del poder o de personas sin ética. Me preocupa perder el poder de mirar al otro», Sin embargo, la premio nacional tiene una certeza:«El ser humano no puede vivir sin crear, sin emocionarse, sin soñar. Y la tecnología no te lo puede dar todo».
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