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Ya fuese porque poca gente lo sabía, o por la tarde de mil demonios –en lo meteorológico– que se organizaba y anticipaba todo ese nuevo temporal que viene. O también quizá porque la derrota no es tan fotogénica como la victoria. Este martes, en la ... terminal de llegadas del Seve Ballesteros, a poco de que aterrizase el avión que pasadas las cuatro de la tarde salía desde Madrid con Sergio García a bordo, no había ningún comité de bienvenida. A pocos minutos de la llegada apareció un pequeño contingente. Apenas seis. En la sudadera negra de Dani se podía leer 'Gimnasio Kronk'. Junto a él, Cecilia, Jesús, Nando, Sonia y Sergio. Compañeros de gimnasio de El Niño. Los que le ven todos los días. Su segunda familia. Los que no podían faltar.
«Una pena el resultado, pero la pelea estuvo muy bien», señalaba orgulloso Dani. «A la gente de allí le ha gustado Sergio». Algo que remarcaba Cecilia. «Ha dejado buenas sensaciones en Estados Unidos. Casi todos ellos llevan más de una década con Sergio como compañero de gimnasio en el Kronk. «Le hemos visto crecer», apuntaba Cecilia. Y lo que se ve, es lo que es en el día a día. «No se lo tiene creído nada. Es uno más de la familia. Un miembro muy importante de ella, pero uno más». Así que tras el primer '1' en el casillero de derrotas del torrelaveguense, ayer era el día para estar con él. «El día para recibirle es este», decía con rotundidad Cecilia. Sonia vaticinaba que los días de gloria para Sergio al otro lado del charco aún están por llegar. «Que la última palabra no la hemos dicho», señalaba entre las risas de sus compañeros.
El avión, puntual, tomaba tierra en Santander. Y entre las personas que esperaban a los suyos, junto a las barandillas había un pequeño grupo. Una representación de la familia del boxeador confiaba en verle desde allí. Sus suegros, su cuñada, sus dos pequeños... El púgil y su inseparable Víctor Iglesias regalaron la última finta del viaje. Porque todos les esperaban por una puerta y ellos salieron por la de al lado. Giro de cabeza y el pequeño comité de bienvenida obsequió a ambos con una ovación que despertaba la curiosidad de las demás personas que estaban en esa terminal de llegadas.
Al más puro estilo Ramón Torralbo, que se escabullía a la mínima en los recibimientos a Ruth Beitia, Víctor Iglesias parecía encaminarse a la puerta de salida como si no quisiese robarle protagonismo a su pupilo. De la derrota ante Fundora ha sacado conclusiones. «Hemos aprendido. Para posteriores peleas, debemos mejorar y sabemos cómo es ahora la meca del boxeo y cómo hay que hacerlo para ganar. Lo vemos desde ese punto de vista. Hubiésemos preferido ganar, por supuesto, pero de una derrota también se aprende». Mientras atendía a El Diario Montañés, Sergio recibía las muestras de cariño de los suyos. Tras un periplo como el vivido, falta le hacían.
El semblante del púgil denotaba que ese cuerpo pide descanso a gritos. Aunque afirmase estar «muy bien y muy contento». Pero también «cansado del viaje, sobre todo. Son muchas horas. Pero estoy muy contento de lo que hemos hecho, de cómo nos ha salido. Por circunstancias no hemos podido traer la victoria, pero hemos ganado porque como digo yo, no hemos vencido pero hemos convencido. Y nos esperan allí otra vez. Ya tenemos un apretón de manos para volver. Y es lo que importa. Abrirnos allí el mercado, que es donde realmente están los contratos importantes y hacer carrera allí que es lo que quiero, volver en Semana Santa y... Claro, ganar».
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Cuando acabó el combate, Sergio se fue a la esquina a celebrar el triunfo. «Sí, la verdad es que me veía con posibilidades. Luego desde fuera se podrá ver de muchas maneras, pero me veía bien. Acabé muy bien físicamente. La verdad que le tenía bastante agobiado y asfixiado. Pero no pareció ser suficiente. Pero no pasa nada». Víctor Iglesias no lo tiene muy claro. O por lo menos, prefiere ser políticamente correcto. «No sabría decir. La pelea fue muy ajustada. Fue una pelea de voluntades, de mucho ritmo, de mucha presión. Lo que se me hace injusto son los resultados tan exagerados de 118-110 y 117-111. Eso se me hace insultante».
Un detalle, el intuido por todo el mundo, fue el que privó de la victoria al cántabro. Para tumbar a Fundora, faltó «que hubiese sido más bajo. Si lo hubiera sido, hubiese sido fácil. Era un rival difícil por la altura que tenía», comentaba Iglesias. Desde su punto de vista en el ring, Sergio cree que faltó «quizá entrar un poco en la distancia. Como era tan tan largo, cuando me acercaba a él le conectaba buenas manos, pero luego me metía muy encima. Me agarraba. Es que necesitaba estar un poco dentro, porque desde lejos si no, le daba la ventaja. Creo que hicimos nuestra pelea y bueno, pasó lo que pasó y ya está».
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La derrota tan digna ha abierto las puertas de Estados Unidos a Sergio. «Hemos gustado allí. Según terminamos, el mismo promotor -Sampson Lewkowicz, de Sampson Boxing- me lo dijo. Me dio la mano y me dijo 'vas a volver'. Le dije. 'Te tomo la palabra'. 'No, que vas a volver'. Ha hecho unas declaraciones al día siguiente diciendo que voy a hacer carrera con la PBC allí. Y es lo que quiero, hacer carrera». Esa buena opinión que se ha llevado el público estadounidense la ratifica su entrenador. «Nada más terminar, cuando dieron el resultado, todo el pabellón abucheó. Y al salir Sergio del ring estuvieron aplaudiéndole».
En esa Semana Santa de 2022 es cuando Sergio y Víctor confían en regresar a Estados Unidos a boxear. Pero lo primero es descansar, «unos diez días, para luego empezar a trotar un poco», concluía un cansado pero contento Sergio García por una aventura americana que promete no ser la última.
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