Fiesta en los Campos de Sport

Sobre el césped, los once ganadores de la batalla se abrazan. En segundos se les unen sus compañeros. Los que habían salido al banquillo y los que no habían jugado. Se abrazan en su zona de defensa, donde se habían pertrechado en el último cuarto de hora. Vuelven a hacerlo en el centro de campo, para saludar a la afición. La grada canta. Sobre todo el fondo norte, claro, pero le acompaña casi todo el estadio. Los jugadores responden sobre el campo. Saltan; casi bailan.

Prácticamete es ya un protocolo: tocaba saludar a la Gradona. Y después, vuelta al ruedo para despedirse de todo un estadio puesto en pie. Bien pasadas las cuatro, nadie se va de los Campos de Sport. Hay ganas de más alegría, por mucho que LaLiga hubiera boicoteado la jornada con el horario de las dos de la tarde.

«¡Que salga José Alberto!», piden al técnico, exultante, sobre. Está sobre el césped campo con todo su cuerpo técnico. Se abraza con Delfín. El oventense respondió. Llegó hace veinte jornadas casi de puntillas y con el equipo a tres puntos de la permanencia. En esos veinte partidos ha sumado 33 puntos; un ritmo de play off de ascenso. Que estaba emocionado era evidente, pero lo demostró de nuevo en la sala de prensa: «Soy un tipo pasional».

Y no es el único. Ya cuando parecía que las celebraciones terminaban el capitán, Íñigo Sainz-Maza, se fue a la Preferencia Norte, donde la grada de animación. Tenía algo que decir. Apartaron la pancarta para que pudiera entrar y se mezcló con la chavalada. Le dieron la megafonía –la de los malditos, no la del estadio– y allí lo agradeció todo. El resto del público seguía resistiéndose a dejar el campo, aunque el hambre ya apretaba.

Quizá por eso de que ya se daba por hecha o tal vez porque tras una jornada de emociones tocaba comer, no hubo grandes festejos fuera del estadio. Sí barras llenas por la zona de quienes ya optaron por seguir la jornada y un par de atrevidos bañándose en una fuente, pero en líneas generales el trasiego habitual al final del partido. Más alegre, con más gente y con algo más de retraso de lo habitual, pero solo eso.

Dentro, en el estadio, el vestuario seguía a lo suyo, disfrutando de un premio muy trabajado. Tras encaminar el túnel, Íñigo Vicente volvió a salir al campo, esta vez con su novia para hacerse un selfi. Fausto Tienza le copió la idea.

A Pepe Barros, socio número cuatro y con más de medio siglo de desplazamientos siguiendo al Racing –se ha perdido muy pocos, se le asomaban las lágrimas. «Manda narices que me vaya a emocionar porque el Racing se quede en Segunda División», reflexionaba con la lucidez que conjuga la nostalgia y la alegría.

En la sala de prensa, Alfredo Pérez y Pedro Ortiz bajaron a acompañar, a arropar, quizá, a su entrenador. Choques de mano. También de Mikel Martija, a quien le quedaba el poso amargo de que tuviera que ser precisamente contra el Eibar ante quien se certificara el éxito. Porque los armeros eran la imagen del antagonismo. En pie sobre el campo, reconociendo el gesto al más de millar y medio de eibarreses que se había desplazado a Santander. La derrota les deja fuera del ascenso directo, pero quedan dos jornadas.

El momento de catarsis y de contrastes culminaba una jornada taquicárdica. Ya desde primera hora de la mañana, se paladeaba un destilado de ilusión e incertidumbre. Ya desde mediodía, los bares de El Sardinero abarrotados y convivencia entre dos aficiones que necesitaban ganar. Por motivos diferentes, pero necesitadas ambas.

En total 15.754 espectadores en la grada, según el recuento ofrecido por el propio Racing. En la Preferencia Norte, el tifo especialmente diseñado para la ocasión y una pancarta: 'Stop Bulling'.

La nota de preocupación llegó cuando cerca de los veinte minutos de juego Arcediano tuvo que interrumpir el partido. Desde la grada llamaban insistentemente a los servicios sanitarios, que tuvieron que atender a un espectador. Poco después Íñigo Sainz-Maza se acercaba a la Preferencia Oeste para preguntar por su estado. Se encontraba bien, y con el susto pasado se reanudó el partido.

La nota de ilusión, en el 44, con el tanto de Íñigo Vicente, que comenzó a calentar lo que después iba a ser la fiesta de El Sardinero. Desde entonces, compromiso con un equipo que sufrió para mantener el 1-0 ante un Eibar muy necesitado y arropado: 'Ahora más que nunca, Racing Santander'. Más apoyo, imposible. Hasta al árbitro: «Ha sido mano», le asistió la grada a coro antes de que anulara el tanto del Eibar en el minuto 81.

Por primera vez en mucho, pero que mucho tiempo, el Racing encadena dos celebraciones. El ascenso del año pasado y la permanencia de este. La década ominosa parece al fin cosa del pasado y resuena una vieja canción que habla de viejos y mejores tiemposq ue pueden reeditarse: 'Volveremos a Primera, como en el 93'. Once años después del descenso de 2012, el Racing puede pensar al fin a mirar de reojo el próximo curso a la Primera División.