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Regresaba el capitán a la alineación titular en una cita clave, con la permanencia en juego frente a un rival muy superior sobre el papel y en la tabla clasificatoria, y para que el míster había apostado, en lugar de romper el eje Aldasoro-Juergen, ... por sumar a Íñigo, desplazando al colombiano a la media punta, con la duda de si formaría dupla con el ariete o más bien un trivote con el donostiarra y el de Ampuero en tareas más defensivas. Al menos, en teoría, porque durante muchos minutos el mediocampo racinguista sería una especie de amalgama, comprimido contra la defensa ante la avalancha inicial del
En el centro del campo, sin embargo, no había manera de hilvanar una jugada con cuatro pases. Cerca de la media hora, aprovechando un breve parón, José Alberto llamó al capitán. Con gesto enérgico le señaló la portería contraria. Íñigo asintió y tomó buena nota. En las siguientes jugadas sería él quien reclamase el balón para darle salida desde atrás. También subiría las revoluciones, redoblando esfuerzos en la presión, incluso en campo rival.
El Racing por fin se dio cuenta de que había que invertir los papeles, y ceder al rival la iniciativa con balón. Aunque supusiera correr mucho más hacia atrás. Tocaba entonces ver pasar balones por encima de la cabeza del mediocampista, atento a las segundas jugadas. Y a taponar las vías de agua por el flanco derecho, incluso en línea de fondo.
Poco a poco, y en esfuerzo titánico, Íñigo adelantaría su posición bastantes metros. Tanto, que a punto estaría de aprovechar lo más parecido a una ocasión para su equipo hasta el momento, cuando Matheus se inventó una peinada dentro del área que le hubiera dejado en franquicia frente a un viejo conocido, el hoy visitante Luca Zidane. El capitán, sin embargo, haría la estatua. No se esperaba la genialidad. La segunda parte, ya con el Racing a favor de marcador, comenzaría con un nuevo arreón de los armeros y el Racing en formación numantina. Íñigo pediría calma a los suyos.
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Más trabajo de capitán para el de Ampuero, que lo mismo tenía que dirigirse al árbitro tapándose la boca, para que no se registrasen sus protestas por un más que discutible saque de esquina, que recolocaba a los suyos en los saques de puerta, indicando con gestos de la mano que el equipo debía estrecharse, juntando líneas en el centro. El juego se volvía cada vez más físico, e Íñigo trataría de compensar el empuje rival con todo el arsenal a su alcance. Incluyendo la picardía, aunque el colegiado no parecía dispuesto a dejarle pasar ni una. Hasta le regañaría por una 'faltita' con el codo mientras saltaba su par y él esperaba el fallo.
Quedaban por delante minutos interminables, en los que tocaba ponerse el traje de faena y bregar en defensa, a costa incluso de renunciar a menudo a contragolpear. Con su equipo acusando cada vez más el esfuerzo, un par de pases hacia ningún sitio de Íñigo fueron recibidos con tímidas protestas por la grada.
A falta de diez minutos, José Alberto decidió refrescar el medio campo, enviando a Íñigo al banco. El recambio sería Arturo, aunque el medio volante sería para Juergen, que retrasaría su posición para que Vicente pasara a la mediapunta. Íñigo cedió el brazalete a otro canterano, un Mantilla al que la grada había cantado minutos antes el «illa, illa». Las urgencias del momento, con una falta peligrosa en contra tras un error de Saúl en el área contraria, privaron al de Ampuero de una ovación más prolongada.
Sin embargo, era momento de compartir con la afición la alegría por la permanencia conquistada, e Íñigo sería el encargado de capitanear al equipo también en los festejos, recogiendo a toda la plantilla desde su propia área, donde estaban todavía celebrando el final del partido, y llevó a sus compañeros al círculo central, donde comenzarían las celebraciones con la afición.
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