El día en que Romo tuneó la Romoneta

Cuando se es entrenador uno se acostumbra a que siempre se le pida un poco más. Casi todo es poco cuando no se gana. Sin embargo este domingo, a Guille Romo no sería justo del todo solicitarle la hoja de reclamaciones. Tuneó la Romoneta traicionando su tendencia conservadora -cada vez menos marcada-, terminó el partido en campo contrario, mandó dos balones a la madera, le anularon un gol, acabó jugando por abajo y embotellando a un favorito al ascenso en su propia casa, pero... Aún así, no le dio.

Romo está cambiando. Esto es una evidencia. Su libreta así lo confirma. En Ipurúa alineó por primera vez en mucho tiempo -esta temporada, por supuesto- a dos delanteros de inicio. A los dos que tiene disponibles: Sekou Gassama y Matheus Aiás. A uno le puso de referencia y al otro a trabajar. A uno le encomendó fijar a la defensa rival y al otro un trabajo estajanovista para el que no todos están preparados. Y todo ello sin renunciar a un centro del campo en donde Juergen continuó aportando la creatividad que siempre se le reprochó. No le importó que la contienda se jugase en Ipurúa, un escenario donde la lógica le situaba con pocas opciones. Así como muchas tardes su condenada tendencia a que en el partido pasase muy poco, fue su renovada fe táctica la que le dio un empuje al Racing, tal que le permitió ser mejor que el Eibar en muchas cosas. Pero no en pegada.

El planteamiento de Romo este domingo volvió a dar un paso al frente. Continuó su huida hacia delante y lo que quedó demostrado es que en esta categoría los errores se pagan demasiado caros. En la primera parte Parera no estuvo fino y encajó un gol evitable, que convirtió en inservible todo lo demás. Romo no frenó su deseo de ir a por el partido y en el segundo acto hizo todo lo que había que hacer, pero le condenaron los desaciertos en las áreas. Se traicionó por completo a sí mismo y desterró esa teoría que tantas veces le dio alegrías de que cuanto menos pase en el partido mejor. Aceptó sin tapujos que la única forma de ganar es atacando y la última media hora fue un tratado de confianza en lo que se hacía. Puso en liza a Íñigo Vicente, Peque y Marco Camus, abrió el campo y... Un remate al larguero; un cabezazo en el área pequeña del Eibar; un gol anulado de manera un tanto rigurosa; un Eibar maniatado...

Hay circunstancias en las que el entrenador poco más puede hacer. Desde el banquillo se propone y luego los jugadores disponen. En resumidas cuentas, el Racing regresó de Eibar con mucho menos de lo que mereció, pero a la vez con un baño de realidad y resignación que le exculpa de la derrota mucho más que otras veces. El partido de ayer, con todo lo que pasó, de haberse jugado en el curso pasado, el Racing lo hubiera ganado 3 a 0. Los rivales nunca fueron tan buenos y en cambio él, siempre era mucho mejor. Ahora, el Eibar con nada fue capaz de marcar. Y la Romoneta, sin mirar atrás y con todo lo que tiene no fue suficiente. Segunda División es una pantalla más en el juego.

Lo que no se puede negar es que Romo ha salido de la cueva. No reniega de su orden y su fortaleza defensiva en la retaguardia, pero cada domingo dota de un aire atrevido a un equipo que ya compite sin tapujos con cualquiera. Su apuesta por los dos delanteros -aunque Matheus Aiás tuviera duplicidad de funciones- es otro gesto más de sus deseos. Gassama marcó y mandó una al larguero y Matheus anotó, aunque se lo anularon, y también, por si fuera poco, estrelló una pelota en el poste. Y aún con todo no fue suficiente ni para empatar. Ver para creer. El Racing le llevó un punto a Las Palmas con un hombre menos durante 55 minutos y supo a poco y ayer cayó en el campo el Eibar por la mínima y resultó un tanto frustrante. Algo está cambiando.

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