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Cristina Bucsa ya es la cuarta mejor jugadora española. Está cerca muy, de hecho, de nada menos que Garbiñe Muguruza, que tras su eliminación en ... el abierto de Australia ha caído en la clasificación WTA. El lunes la tendrá ya a dos puestos y 23 puntos. Ya tiene un nombre en el tenis español e incluso en el Mundial, tras haber entrado en el top 100. 2023 promete ser el año de su definitiva eclosión. Algo tardía para el tenis, un deporte de madurez temprana (el 1 de enero cumplió 25 años), pero su irrupción en la élite no es casual, sino fruto de una carrera muy trabajada y, sobre todo muy diferente. Por su trayectoria, sus costumbres, sus métodos. Por aparecer en Cantabria. Por todo.
Sus primeras palabras sobre la pista cuando venció a Bianca Andreescu en el Melbourne Park y entró por primera vez en la tercera ronde de un Grand Slam resumen en cierto modo su carrera: «Le dedico la victoria a mi padre, que me ha enseñado lo que sé». Ian (Iván) había seguido sus evoluciones en directo. Como hace siempre. Es su entrenador, gestor, mánager... Todo.
Cristina Bucsa nació en Chisináu, una ciudad moldava de casi 800.000 habitantes, pero es de Torrelavega. Con el cambio de siglo su padre, que ya conocía Cantabria por referencias, se trasladó a España para trabajar y a los pocos meses lo hizo Tatiana con sus dos hijos. Así fue como la joven Cristina llegó con tres años a Las Fraguas, donde su padre trabajaba en la finca en la que se rodó 'Los otros' para trasladarse después a Torrelavega.
Comenzó a jugar con seis años en la Escuela Municipal de Torrelavega y siguió progresando en el Círculo de Recreo. La entrenaron Javier Cabeza, Juan Ramón Ruano y Jesús María Rodríguez Lozano. Ya veían que esa niña tenía futuro, si no se estropeaba. Su padre, que llegó a ser preparador físico del equipo olímpico moldavo de balonmano, también. No solo la prestaba atención, sino que comenzó a dirigir su incipiente carrera y su preparación física.
También probó con el atletismo, la natación y el kárate, pero pronto vio que lo suyo era la raqueta. Ni siquiera pensaba en ser profesional; aquello surgió solo porque se le daba bien mientras comenzaba los estudios de Psicología después de terminar el Bachiller en el Marqués de Santillana.
Ya durante esos primeros años Ian Bucsa se lamentaba de los escasos apoyos económicas que recibía una jugadora campeona de España en todas las categorías e incluso tuvo algún desencuentro con técnicos que no entendían la intervención de su padre en los métodos de trabajo. También le aconsejaron repetidamente que cambiara de entrenador o, al menos, que añadiera alguno más. Pero a ella le funcionaba el sistema. Tanto que prefirió seguir con él en Torrelavega, en un entorno quizá algo hermético por lo introvertido de su personalidad, en lugar de trasladarse de inmediato a un centro de alto rendimiento.
Sí lo hizo durante dos años en Barcelona a las órdenes de Gala León. «Es una jugadora con un talento enorme, casi una ajedrecista del tenis», la definió en su momento la exjugadora española cuando coordinaba sus entrenamientos en el CAR de Sant Cugat, pero después decidió regresar a Cantabria para seguir entrenando en todas las pistas disponibles, en especial en el Círculo de Recreo. Allí incluso preparó el último Roland Garros, aunque tuviera que recurrir a un club privado para trabajar sobre tierra batida. Iván Bucsa y Boris Bogus han sido dos personajes claves en su formación, aquellos que la acompañaron y enseñaron en los primeros pasos hacia la élite.
Tan identificada está la cántabra de Chisináu que sigue en Torrelavega aunque compita con licencia de la Federación Madrileña en el Club de Tenis Chamartín. Claro que ha tenido que pagar el peaje de no contar con un trabajo más especializado en técnica. A cambio, de talento natural y físico le sobran.
Aún era menor de edad cuando obtuvo el pasaporte español y pudo competir como tal -entre los quince y los 17 años tuvo que hacerlo aún como moldava- en los torneos y circuitos satélites, a los que acudía, como lo sigue haciendo, con sus propias equipaciones, que tampoco son tantas. Porque la número 100 del mundo -y progresará más aún el lunes- no tiene patrocinadores. También compra sus propias raquetas Wilson Blade. De nuevo ha sido su padre quien ha buscado los patrocinios, pero las marcas no apostaron por ella. Ahora, entre las cien mejores del mundo, tal vez la situación cambie.
Y todo desde Torrelavega. No quiso saber nada de academias ni de centros de alto rendimiento. Puede ir andando a las pistas y el gimnasio, e incluso trabajar en alguna playa cercana. Y está arropada. Más de lo que se sintió cuando marchó a Barcelona, cuando llegó a sentirse mentalmente agotada y pasó un bache que tal vez ralentizara su progresión. Una etapa que había comenzado incluso antes; entre los 18 y los 22 años, según sus propias palabras, un momento en el que sin embargo estaba ganando algunos torneos en los circuitos satélite.
Los últimos partidos de Bucsa
En 2021 comenzó el resurgir o la eclosión, según se prefiera, de una jugadora que se mira en el espejo de Kim Clijsters. Estuvo a punto de clasificarse para Roland Garros, pero cayó en la tercera y última eliminatoria de la previa. Poco después lo consiguió en el US Open, sobre pista rápida, donde más cómoda se siente.
El año pasado, ya asentada en torno al puesto 150 de la WTA, se clasificó, siempre en la previa, para tres de los cuatro grandes -solo le faltó París- y superó la primera ronda en Estados Unidos. En diciembre ganó su primer título de dobles, el 125K de Andorra juunto a la polaca Weronika Falkowska y llegó junto a Tereza Mihalíková a la final del de Portorz, ya del circuito WTA y fue convocada por España para la Copa Billie Jean King, aunque no llegó a debutar.
Este año promete ser el de su definitivo despegue. La WTA le asigna unas ganancias de 765,554 dólares en su carrera. Que nadie se engañe: son brutos, se lo ha pagado absolutamente todo desde que comenzó a competir y los premios en el tenis pueden llegar a dejar solo un 10% limpio. Pero el asunto puede comenzar a cambiar. Ya fueron más de 100.000 dólares lo que le reportó la victoria en primera ronda en Melbourne ante Eva Lys. Con de Bianca Andreescu en segunda ronda se embolsará 145.000. Eso sin contar las ganancias en los dobles. El lunes, cuando se actualice la clasificación WTA, será la número 86 del mundo con 741 puntos. La chica introvertida y sin redes sociales que sencillamente disfrutaba del tenis hasta que estuvo a punto de dejar de hacerlo cuando lo convirtió en su trabajo ya es una jugadora de primera línea mundial.
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Ana del Castillo
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