Chocolate y oloroso café
HORNO SAN JOSÉ / 113 AÑOS ·
Seña de identidad del desarrollo de Torrelavega, llegó a ser la panificadora más importante de Cantabria y ofrece una amplia diversidad de productos relacionados con el chocolate y el caféSecciones
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HORNO SAN JOSÉ / 113 AÑOS ·
Seña de identidad del desarrollo de Torrelavega, llegó a ser la panificadora más importante de Cantabria y ofrece una amplia diversidad de productos relacionados con el chocolate y el caféMARIO CRESPO
Sábado, 10 de septiembre 2022, 08:03
Uno de los sabores, sin duda, asociado a la infancia y a otros momentos de la vida de muchos montañeses, es el del chocolate a la taza del Horno San José: la tableta azul de producto interior bruto oscuro, convertido en blandas virutillas que se ... convierten en chocolate líquido. Cuarenta gramos por taza, se remueve mientras se calienta hasta alcanzar el punto de ebullición, un breve reposo y a servir. Hasta aquí llega la labor del escritor. También podía y puede optarse por la deglución a palo seco, esas onzas cuadradas, promesa segura de un gozo nutritivo y reconfortante.
Horno San José, con oficinas en Torrelavega y almacenes en Santiago de Cartes, es una empresa centenaria que actualmente fabrica y distribuye café en grano y natural, chocolate a la taza, para cobertura, artesano puro y soluble, azúcares y edulcorantes, harinas, pan rallado y hasta licores de crema de café jamaicano y de chocolate y cerezas.
Los inicios de Horno San José hay que situarlos hace ya 113 años, en 1909. Dos nombres propios, Aquilina Gutiérrez Sánchez, natural de Rudagüera; y Manuel Fernández González, de Lantueno. Son humildes, trabajadores. Se casan muy jóvenes. Tras abrir un pequeño negocio de sifones, fundan en la actual calle Ramón y Cajal, cerca de Argumosa, lo que en principio es un modesto establecimiento, una panadería llamada 'El Horno San José'. Salvo error mío, parece que no acaba de conocerse la razón por la que eligen este nombre, aunque no es raro encontrar diversas advocaciones religiosas asociadas a marcas de todo tipo, incluidas por supuesto las alimenticias. No es difícil imaginarnos el arduo trabajo que supondría el establecimiento y el horno, con largas jornadas laborales prolongadas hasta la madrugada; piénsese en una elaboración de pan muy distinta a la que nos acostumbran los expendedores que se han extendido por doquier, señal evidente de la ganancia que se obtiene por la producción de este bien de consumo cotidiano.
En 1922 la suerte o, para más exactitud, 'Pepe el de la botica', llama a la puerta de los emprendedores, con el segundo premio del Gordo, que les facilita la expansión del negocio. Con los años, la tahona llega a ser la panadería más importante de Cantabria en volumen de producción, alcanzando las cinco toneladas de pan diarias, para las que son necesarias cuatro toneladas de harina, que se dice pronto. El reparto se 'limita' en principio a la cuenca del Besaya por medio de carros. La empresa empieza a crecer en su número de empleados, dando trabajo a jóvenes de la zona.
Manuel fallece relativamente joven y Aquilina queda viuda con tan solo 39 años y doce hijos (los supervivientes de un total de dieciocho). Se pone al frente del negocio, con ayuda de sus hijos Manuel, que encabeza el equipo encargado de la panadería, y María de los Ángeles, que se encarga de la confitería con la que empiezan claramente a diversificar su producción hacia, por ejemplo, pastas y pasteles. Durante medio siglo, entre 1925 y 1975, existe en la calle Serafín Escalante la confitería del Horno.
Entidades centenarias
MARIO CRESPO
Raúl Gómez Samperio
Mario Crespo
Raúl Gómez Samperio
En la memoria familiar y empresarial de Torrelavega se atesora la labor de Aquilina, que en muy poco tiempo, en el transcurso de cinco años, sufrió el fallecimiento de sus padres, su marido y dos de sus hijos, quedándose al frente de un negocio cada vez más complejo. No se arredró y consiguió, con valentía y constancia, que creciese la empresa.
Con la Guerra Civil, como ocurre con tantos negocios, la panadería fue intervenida por el Frente Popular para ejercer un control sobre el abastecimiento de la población de la comarca.
Nuevas ramas productivas van a ser la del chocolate, la tostadora de café y la venta de harina. En la década de los años cuarenta el Horno comienza decididamente la fabricación de chocolates. En los años cincuenta el reparto se sofistica con el uso de furgonetas que mejoran el servicio, con unas mayores rapidez y capacidad. El volumen de negocio se multiplica, con nuevos puntos de venta. A partir de la década de los sesenta, la ampliación encuentra un filón en la distribución de otros productos que se van a hacer tremendamente populares, como los producidos por Gallo, Artiach, Fontaneda, Marbú o Gallina Blanca, empresas importantes que demandan distribuidores fiables con firmes líneas de reparto.
En 2007 se decide cerrar la panificadora, señal del evidente cambio de tendencia de la fabricación tradicional de pan. En los puntos de venta hay actualmente un horno que termina de cocer el pan congelado o semicongelado que se prepara en otro lugar especializado. Este cambio parece que determina nuevas oportunidades para la innovación y la adaptación a la cambiante demanda del mercado, por ejemplo, con productos sin azúcar, pero naturalmente sin dejar de comercializar los clásicos.
Como ocurre por ejemplo con la industria galletera en Aguilar de Campoo, también Torrelavega, o al menos una parte, se ha impregnado del olor del Horno San José, que no es precisamente el del chocolate que ha contribuido a su justa fama; lo ha explicado en cierta ocasión Julio Fernández Iturbe, nieto de los fundadores y director gerente de la empresa: «No huele a chocolate, huele a café. El olor del chocolate nunca se expande porque es una masa que se hace fría, el café es lo que se tuesta aquí enfrente y lo que huele es el torrefacto, que se tuesta con azúcar. Ese es el olor dulce que parece chocolate, pero que en realidad es azúcar quemado».
La empresa, que, como casi todas, ha sufrido circunstancias delicadas en tiempos de crisis, colabora desde hace décadas en las fiestas de la ciudad, aportando su experiencia en la organización de diversos eventos, y realiza degustaciones y promociones populares. En fin, un rico patrimonio económico y social que se expande desde la capital del Besaya.
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