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«Esto no nos lo esperábamos y mira que estamos acostumbrados a recibir malas noticias». Los trabajadores de Sniace -algo más de un centenar- que ayer acudieron a la asamblea convocada una hora después de conocerse el cierre de la planta no daban crédito a ... lo sucedido en las últimas 24 horas.
Algunos, con lágrimas en los ojos, como el caso de José Manuel, hijo de trabajador de la fábrica, y con 25 años al servicio de la empresa, se preguntaba: «¿Qué han hecho con todo el dinero que se ha metido aquí?». No entienden cómo con un pedido para hoy de 1.650 toneladas de celulosa y realizándose unas «impresionantes» obras en las instalaciones «nos dicen ahora que la empresa ha solicitado la liquidación». La incertidumbre, desde que ayer a media tarde se convocara de urgencia a los miembros del comité de empresa a una reunión a las 19.30 horas, dio paso a la desolación, cuando a través de whatsapp se recibía la peor de las noticias: la empresa comunica la liquidación.
Como tras un fallecimiento inesperado, la plantilla reaccionó con estupefacción a la noticia del cierre de la planta. «Todos nos lo hemos preguntado. ¿A qué viene esto? No nos cabe en la cabeza, ha sido como entrar en 'shock'», comentaba un trabajador. Uno de los veteranos en la lucha de este complejo fabril, el exsecretario del comité de empresa de Sniace, Antonio Portilla, al tiempo que atendía al móvil reconocía que «esto es un mazazo», además de mostrarse sorprendido porque «la verdad esto no me lo esperaba». «Yo más bien pensaba que nos dirían algo así como adelantar el expediente de regulación temporal de empleo previsto para abril, pero esto es un mazazo», repetía.
Francisco Plaza, uno de los delegados sindicales, reconocía que a lo largo de todo el día los trabajadores ya «estaban algo tocados» porque había rumores y corrían «malas noticias». «Pero nadie nos esperábamos este desenlace, no entendemos como con los almacenes llenos de celulosa y con un pedido para mañana -por hoy- de 1.650 toneladas se solicite una liquidación, no entendemos nada», apuntaba.
Mientras, en el patio junto a la báscula, tradicional punto de encuentro de los trabajadores de Sniace, se seguía por el móvil el desenlace de la reunión con la confirmación de que la empresa había solicitado la liquidación». La incertidumbre dio paso a la desolación y a la tristeza en una asamblea en la que muchos de los presentes tenían que contener la rabia. Caras largas y hasta lágrimas en los ojos de los más veteranos que después de años de lucha ven como «la fábrica vuelve a cerrar». «¿De qué sirve tanto esfuerzo, el de nuestros padres, que también trabajaron aquí, el nuestro, metiendo horas como perros, años de sufrimiento, de pelea para morir en la orilla? Esto no puede ser, es como un mal sueño», decía una de las trabajadoras del laboratorio.
A las nueve y media de la noche se convocaba la asamblea en la que los asistentes se debatían entre la incredulidad y la indignación tras el cierre por sorpresa anunciado por la dirección de Sniace.
Después de vivir encierros de sus trabajadores, plantear planes de distinta índole y abordar tres ampliaciones de capital que no dieron resultado, Sniace entró en barrena y no pudo evitar presentar concurso de acreedores. En 2013 cerró las instalaciones para volver a abrir en 2016 con una plantilla de 440 personas. Genaro González Fernández es uno de aquellos currantes que vivió las primeras movilizaciones y que ahora asiste «incrédulo» ante esta medida.
El dolor y la rabia eran tales en el seno de la asamblea que algunos empleados veían el lado positivo de la noticia. «Ya está, se acabó el sufrimiento. La historia de esta empresa es eso, una montaña rusa de sensaciones y con el cierre ya no habrá más», decían.
Mientras los miembros del comité de empresa explicaban que la dirección les ha pedido que continúen trabajando «con normalidad» porque «esto no se para en un día», los más jóvenes creen que pueden tener alguna oportunidad en el mercado laboral, pero según Fernando, con mujer e hijos pequeños, «¿qué pasa con aquellos que les pilla con 50 años?, ¿a dónde van?». «Esto es un palo, lo mires por donde lo mires porque se van 500 familias a la calle», concluyó.
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Jesús Lastra
M. A. SAMPERIO/ A. MACHÍN
Rafa Torre Poo
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