Herida en el talón de Aquiles del gasto energético de sus hornos, la fábrica de Boo, Ferroatlántica, hiberna estos días en la gelidez de los ... desorbitados precios de la electricidad. Desde su fundación en marzo de 1913 como Electro Metalúrgica de Astillero (EMA), la empresa ha tenido que superar diferentes obstáculos, pasar a manos de distintos propietarios y cambios de nombres para llegar a 2022 con una de las incertidumbres más inquietantes de sus casi 110 años de historia.
Todo empezó cuando tres ingenieros franceses decidieron construir una fábrica de carburo de calcio, un compuesto que se aplicaba a las soldaduras, a las lámparas de acetileno y a la generación de elevadas temperaturas en el denominado 'arco eléctrico'. Uno de los ingenieros, Juan Brandón Guillot, y su esposa, de nacionalidad española, veraneaban en Hoznayo y conocían la zona, así que eligieron una finca de unos 12.000 metros cuadrados en Guarnizo para crear la Sociedad Electro Metalúrgica de Astillero.
La empresa constituyó pronto un pilar en la industrialización del arco sur de la bahía de Santander al mismo tiempo que se vivía una época floreciente de la minería de hierro y de zinc en Cantabria. Desde sus inicios contaba con tres hornos para fabricar el carburo de calcio y otro horno para la cal. Tuvo varias ampliaciones gracias a las licencias para rellenar las marismas de la zona (algo que antaño incluso se recomendaba) y diez años después de su creación alcanzó su récord de producción con 3.700 toneladas, un 18 por ciento de la producción del país. Más tarde compró una cantera de caliza en Escobedo de Camargo y fue ampliando la producción con la adquisición de nuevos hornos y fabricando a partir de 1942 ferromanganeso y ferrosilicio, utilizados como materias primas en la fabricación del acero.
La II Guerra Mundial generó una demanda importante del carburo de calcio y de las aleaciones de manganeso, proporcionando a la empresa un claro interés para la industria armamentística y la estrategia del Estado, por lo que se dispuso la creación de una nueva sociedad y la inauguración de una nueva planta de ferroaleaciones en Boo, construida por iniciativa del Consejo Ordenador de Minerales Especiales de Interés Militar (Comeim) que en 1950 se unió con EMA para poner en marcha Ferroaleaciones y Electro Metales SA (Fyesa).
En las manos de Fyesa
En 1956, tras el fallecimiento de Francisco Brandón, hijo de uno de los fundadores de EMA, entraría en el consejo de administración Emilio Botín Sanz, presidente del Banco Santander. Con la entrada de la entidad financiera se duplicaría el capital social y EMA se disolvería absorbida por Fyesa, dejándose de producir el carburo de calcio cuya demanda había disminuido y centrándose en las ferreoaleaciones. La incorporación de hornos más avanzados, como los trifásicos de Elkem de tecnología noruega (6.000 KVA), supuso un hito para la planta que se vio beneficiada por el aumento de la demanda de acero en los años sesenta. Esta circunstancia llevó a Fyesa a programar una nueva ampliación de sus instalaciones y la adquisición de un horno de 13.200 KVA.
En 1971, el INI (Instituto Nacional de Industria), socio mayoritario de Fyesa, transfirió al Banco Santander su paquete de acciones y la empresa pasó de nuevo a manos privadas. Con el impulso del banco se experimentó un importante avance en la producción. De 45.200 toneladas en 1970, se pasó a más de 113.000 toneladas en 1979. En esa década entraron en funcionamiento nuevos y potentes hornos y se amplió la fábrica a la margen izquierda de la ría del Carmen con la construcción de un puente.
La salvación de Villar Mir
En los años ochenta la crisis económica y la reconversión industrial castigaron a la fábrica de Boo que en 1986 tuvo que presentar un expediente de regulación de empleo que afectaba a 144 de los 290 trabajadores que tenía la plantilla. La crisis continuó con una caída de la producción que en 1991 fue de 17.000 toneladas, con un grave deterioro de la plantilla que se quedó con menos de un centenar de empleados.
En este periodo, la empresa salió del control del Banco Santander y en 1988 se integró en el grupo de Carburos Metálicos. Aquella integración fue providencial porque el grupo del empresario Juan Miguel Villar Mir compraría la división de ferroaleaciones y energía a Carburos Metálicos y con su gestión inició en 1992 la etapa de mayor esplendor con la sociedad limitada Ferroatlántica.
Villar Mir conocía el negocio eléctrico por su experiencia en Electra de Viesgo, así como el sector siderúrgico y sus conexiones con las ferroaleaciones gracias a su participación en varios altos hornos. El empresario decidió presidir personalmente Ferroatlántica y logró un éxito que ya había repetido en otras ocasiones adquiriendo centros de producción prácticamente desahuciados para hacerlos rentables y competitivos.
En los cuatro primeros años de la dirección de Villar Mir, la fábrica triplicó su producción. Se puso en marcha además un importante volumen de inversiones para aumentar la potencia y eficacia de los hornos y la mejora medioambiental con plantas de tratamiento de aguas y depuradores de gases. También se cambió la ubicación de la entrada a la fábrica, dejando sin uso la histórica puerta de Boo y abriendo otra por Camargo para evitar molestias a los vecinos.
La actuación más notable tuvo lugar en 2003 y 2004, cuando gracias a una inversión de 15 millones de euros se amplió la potencia de los hornos Elkem pasando de los 13.200 a 35.000 KVA, y aumentando la producción en un 30 por ciento.
En 2016 se produjo la fusión entre Ferroatlántica y el grupo americano Globe con la creación de la empresa Ferroglobe. Con la electricidad como factor crítico, los nuevos propietarios de la fábrica de Boo llevan meses enfrentándose a los precios energéticos más altos de la historia. Para ello han disminuido la actividad o cerrado alguno de los cuatro hornos de la empresa, hasta que hace unos días apagó los dos únicos que tenía en funcionamiento. Pendiente de un ERTE para los 150 empleados de la compañía, la esperanza se centra ahora en que los precios se normalicen y la empresa siga contribuyendo con sus esencias a la calidad del acero mundial.
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