La amenaza tóxica de los pozos zombis Crisis medioambiental Se disparan las explotaciones petrolíferas abandonadas
En el mundo hay millones de pozos de petróleo abandonados. Los llaman 'pozos zombis' y son una auténtica bomba de relojería medioambiental. Solo en Estados Unidos puede haber un millón... Hablamos de un fenómeno acelerado por la transición energética que esconde también una gran oportunidad. Te lo contamos.
Un buscavidas llamado Edwin Drake se aventuró en las hediondas marismas de Titusville (Pensilvania) en 1859. Iba con un taladro y una máquina de vapor. Su objetivo era encontrar lo que entonces se conocía como 'aceite de roca', un combustible que sustituyera a la costosa grasa de ballena utilizada en los quinqués que iluminaban las noches.
Después de meses de trabajo, Drake pinchó una bolsa de crudo y este comenzó a brotar como un géiser. Una lluvia de oro negro marcaba el inicio del negocio más lucrativo (y contaminante) de la historia. Drake, que no patentó su método, terminaría arruinado, pero otros siguieron su estela y grandes dinastías, como los Rockefeller y los Rothschild, se enriquecieron agujereando Texas, Nuevo México, Alaska… Y luego el mundo entero.
La industria petrolera es peculiar, pues se basa en un ciclo recurrente de auge y colapso, conocido como boom or bust. Esto se debe a que la vida útil de un pozo de petróleo suele ser relativamente corta, no más de treinta años. El pozo se agota o deja de ser rentable extraer el hidrocarburo que queda. Y se abandona.
Un tercio del metano que va a la atmósfera procede de estas reliquias. Sólo en Estados Unidos contaminan como cuatro millones de vehículos
A lo largo de los 164 años desde que Drake abriera el primer pozo moderno, los expertos, según Reuters, calculan que se han abandonado 30 millones de pozos en todo el mundo. Es una cifra estimativa porque no hay censos; miles de pozos, cerrados hace décadas, ni siquiera figuran en los mapas.
Los datos de Estados Unidos (3,7 millones), Canadá (300.000 en la provincia de Alberta), Francia (5000 en la región de Alsacia) y Reino Unido (27.000 en el mar del Norte, camino de convertirse en un cementerio marino con los restos de las plataformas petrolíferas desmanteladas), son parciales. En el caso de otros grandes productores como Rusia, China, Kuwait o Arabia Saudí, ni siquiera hay datos disponibles.
Durante más de un siglo, el sellado de los pozos petrolíferos abandonados no fue una exigencia legal en la mayoría de los países. Una vez que cesaba la producción, muchos propietarios simplemente se marchaban, dejándolo todo manga por hombro. El legado es un rosario de pozos huérfanos de los que nadie se hace cargo.
Desde que, a partir de los años setenta, se fuera introduciendo el principio de «quien contamina paga» en el derecho ambiental, es obligatorio hacerse cargo. Pero es caro. No solo hay que cegar el cabezal y desmontar las estructuras en superficie, los tubos se hunden decenas o cientos de metros bajo tierra y hay que aislarlos con una camisa de toneladas de cemento.
Se abandonan cuatro mil pozos cada año y, debido a la transición energética, cada vez son más. Es obligatorio hacerse cargo... Pero es muy caro
Aun así, son vulnerables a los gases corrosivos, el agua salada, a los seísmos… También hay que limpiar o llevarse los suelos contaminados y tratar las aguas. Los trabajos pueden durar semanas y costar decenas de miles de dólares. Cuando no están debidamente sellados, a los pozos huérfanos se los llama 'zombis'. En Estados Unidos hay 120.000 documentados, pero podrían rondar el millón.
Metano en los pulmones
A casi nadie le importó en exceso el asunto hasta que, una fría mañana de marzo de 2004, una pareja de jubilados y su nieto murieron mientras desayunaban cuando una explosión destruyó su casa en un pueblo de Pensilvania. El forense constató que había metano en sus pulmones; un gas altamente inflamable. Y los bomberos dictaminaron que se había infiltrado en el sótano procedente de uno o varios de los 16 pozos abandonados a un kilómetro de la vivienda.
Fue la prueba de que el metano puede seguir brotando durante mucho tiempo (hoy se sabe que hasta 10.000 años) si la estructura no está sellada. El metano, además, nunca aparece solo, sino asociado a otras sustancias tóxicas, como el ácido sulfhídrico, un veneno letal conocido como 'el gas de los pantanos'; y el benceno, causante de cáncer y asma.
Desde aquella tragedia, los vecinos de decenas de localidades venidas a menos ubicadas en la Cuenca Pérmica, la franja desértica estadounidense famosa por sus icónicas palancas basculantes para bombear petróleo, se dieron cuenta de que conviven con un enemigo que envenena sigilosamente sus acuíferos y sus tierras e incluso puede hacerlos volar por los aires.
Es un problema local que, gradualmente, se ha convertido en global desde que el cambio climático ocupa la agenda de los gobiernos. Solo en Estados Unidos se escapan al menos 8,2 millones de toneladas anuales de metano del subsuelo por estas estructuras, con una huella de carbono equivalente a la que expulsan por sus tubos de escape unos cuatro millones de vehículos.
Pero resulta que el metano es 25 veces más potente que el dióxido de carbono como gas de efecto invernadero. Y se calcula que un tercio del metano que se está filtrando a la atmósfera procede de las reliquias de la industria petrolera y de las tuberías en mal estado de los gasoductos. Otro tercio proviene de los vertederos, los arrozales y la ganadería (no son las flatulencias de las vacas, sino los eructos que acompañan a sus dificultosas digestiones los que originan el 89 por ciento del metano de procedencia animal). Y el resto, de la minería del carbón (solo en China hay 1100 centrales eléctricas que se alimentan con este mineral).
Además, hay ingentes cantidades enterradas en el permafrost, la tierra helada de las regiones árticas que se están descongelando. Solo recientemente los expertos se han percatado de que este gas es una bomba de relojería climática con la que muy pocos contaban. Por eso hay que hacer todo lo posible para que se quede bajo tierra.
Pero el metano también puede, sorprendentemente, formar parte de la solución. Este gas solo permanece en la atmósfera doce años, mientras que el dióxido de carbono puede tardar 120 años en degradarse. Es, por tanto, una diana ideal para una acción rápida con un impacto a corto plazo, dando al mundo un respiro. Según la ONU, si la humanidad consiguiera reducir las emisiones de metano en un 45 por ciento de aquí a 2030, el resultado sería evitar 0,3 ºC de calentamiento global hasta 2045.
Cuántos son y dónde están
Los gobiernos de Estados Unidos y Europa están destinando grandes partidas a este fin. Sin embargo, la primera evaluación de estas políticas, publicada en la revista One Earth, señala que solo cubren alrededor del 13 por ciento del metano que se libera en todo el mundo. Una razón es que no hay suficiente información sobre el número real y la ubicación de los pozos zombis, aunque se detectan unos cuatro mil cada año. Otra es que los incentivos para sellar aquellos que ya están localizados no están consiguiendo su objetivo.
¿Por qué? Los analistas no se ponen de acuerdo. Pero en el centro del debate está el mercado del carbono. Un controvertido sistema diseñado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El instrumento clave es el crédito de carbono, que se genera cuando una empresa pone en marcha un proyecto que reduce las emisiones. En el caso del sellado de los pozos, los créditos se logran cuando se verifica que no hay fugas; y se pueden comprar y vender en Bolsa, una vez que se cuantifica la cantidad de metano que se ha impedido que se escape. La tonelada se cotizaba en julio a 87 dólares en el mercado de futuros.
Gracias al mercado de carbono la industria petrolera puede pagar por el derecho a seguir contaminando
De este modo, la industria petrolera puede pagar por el derecho a seguir contaminando. El pez que se muerde la cola… Además, el fraude está a la orden del día. Alan Peltz, directivo del Fondo para la Defensa del Medio Ambiente, es muy crítico: «Subsidiar a los operadores de petróleo y gas para que cierren los pozos no rentables, cuando están legalmente obligados a hacerlo, es un riesgo moral. Hay una auténtica fiebre del oro en marcha sin supervisión».
El tiempo apremia para el negocio del petróleo, cuyo destino parece tener fecha de caducidad, no por el agotamiento de los yacimientos, sino por la transición energética hacia fuentes renovables, impulsada tanto por el cambio climático como por los cada vez más estrechos márgenes de beneficio.
Usted no lo nota cuando llena el depósito de gasolina, pero la realidad es que el petróleo, que en 2008, semanas antes del estallido de la crisis financiera, alcanzó los 150 dólares por barril, no ha logrado recuperarse desde entonces, ni con el fracking. Actualmente se mueve en la horquilla de los 70 dólares.
Esta situación está llevando a muchas empresas a clausurar sus prospecciones. Y el ritmo de cierres se está acelerando. La gran paradoja es que, si no se hace bien, puede acabar soltando más metano a la atmósfera.
PETRÓLEO. UNA HISTORIA DE AUGES Y CAÍDAS
Esta es una historia de apenas 164 años, pero ha transformado el planeta. Desde la perforación del primer pozo hasta la actual transición a las energías renovables, recorremos los grandes hitos de la era del petróleo.
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