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Cómo mirar un cuadro... La pasión de Juana 'la Loca' a través de una pintura que se ve como una película

Juana I de Castilla traslada el cadáver de su marido, Felipe 'el Hermoso', en un desesperado –e infructuoso– intento de enterrarlo en Granada. Una trágica y cinematográfica escena que inmortalizó el pintor Francisco Pradilla. El Museo del Prado rinde tributo con una exposición a Pradilla, uno de los grandes maestros de la pintura histórica.

FRANCISCO PRADILLA Y ORTIZ. DOÑA JUANA LA LOCA, 1877. ÓLEO SOBRE LIENZO. 5340 X 500 CM. MADRID, MUSEO NACIONAL DEL PRADO. ©MUSEO NACIONAL DEL PRADO.

Miércoles, 12 de Octubre 2022

Tiempo de lectura: 4 min

Fue amor a primera vista. Juana de Castilla llegó a Flandes para casarse con el hijo del emperador Maximiliano de Habsburgo, en un matrimonio concertado y sin imaginar que aquel octubre de 1496 conocería al hombre de su vida... y de su muerte. Juana quedó prendada de Felipe, un joven apuesto, pero no fue correspondida. Los celos que la 'dispersa' vida sentimental de su marido provocaron en ella dieron lugar a algunas escenas que servirían a sus enemigos para tacharla como loca.

Juana estaba destinada a ser reina de Castilla al fallecer su madre, Isabel la Católica, pero cuando murió ella y su marido estaban en Flandes y en el viaje de regreso, a la altura de Burgos, falleció Felipe, ya apodado el Hermoso, con solo 28 años.

Felipe había expresado su deseo de ser enterrado en Granada y su desconsolada viuda no quiso contrariarlo. Mientras se dirimía el futuro de la Corona, Juana recorrió la península con un cortejo fúnebre fantasmagórico que solo avanzaba de noche, iluminados por antorchas y cantando salmos. Juana, por si fuera poco el drama, viajaba embarazada de ocho meses y daría a luz en el camino. Su primogénito, por cierto, Carlos se había quedado en Alemania y llegaría a ser el rey Carlos V.

Ante tal espectáculo, el padre de Juana, Fernando II, su suegro Maximiliano I y el poderoso cardenal Cisneros, aprovecharon para intentar incapacitar a Juana y hacerse alguno de ellos con el trono. Tras varias peripecias, finalmente Juana cede la regencia  a su padre. Todavía hará algún intento de recuperar el poder, siempre sin separarse del cadáver de su marido, que en todo momento la acompaña por los pueblos de Castilla.

Finalmente, el 14 de febrero de 1509, Juana fue obligada a recluirse en la fortaleza de Tordesillas acompañada, eso sí, por el cadáver de su esposo. Permaneció allí 46 años, hasta su muerte en 1555.  Su único 'consuelo' fue ser enterrada, veinte años después, a instancias de su nieto Felipe II, en la cripta de la Capilla Real de Granada, junto a su marido, quien finalmente vio cumplido su deseo.

El cuadro que mejor representa el peregrinar de Juana con el cadáver de su marido es el que pintó Francisco Pradilla en 1877. El artista tenía los 29 años y enseguida alcanzó fama internacional. Era un maestro de la pintura histórica, muy interesado en el periodo que abarca desde finales del siglo XV y el comienzo del XVI. Y en él se pueden apreciar los detalles de la tragedia de Juana de Castilla.

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La composición

La reina, en el centro de la escena

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La figura de la reina Juana preside el centro de la composición y la divide verticalmente. El ataúd, por su parte, traza una línea en diagonal, mientras que el cielo parte la composición horizontalmente, creando planos y escenas diferentes. El espacio exterior parece una gran escenografía. Eso lo aprendió Pradilla en sus inicios con el pintor y escenógrafo Mariano Pescador.

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El protagonismo

Con dos alianzas y embarazada

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La reina, con las dos alianzas en su mano izquierda, llora la muerte de su marido. Para reflejar su estupor, Pradilla la representa con una mirada perdida que parece atravesar el féretro, decorado con dorados escudos imperiales. La soberana viste una túnica amplia que no disimula el embarazo: su hija Catalina de Austria nació poco después de la muerte de su padre, Felipe.

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La atmósfera

Frío y viento

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Sabemos por las pistas que nos deja Pradilla que la escena se desarrolla durante una noche gélida y ventosa de invierno. Prenden velas los personajes de la comitiva de la parte izquierda del lienzo. Se mueven los velones mortuorios, las llamas y el humo de la hoguera que calienta a la reina. Hasta el velo de Juana se agita por las ráfagas del viento en horizontal.

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Los colores

Los ropajes frente al resto

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Pradilla trabajó con un boceto: el dibujo previo es fundamental en los detalles. El artista logra una de sus obras más realistas y coloristas. El cielo gris, junto con la tonalidad de la tierra seca, contrasta con las vivas vestimentas reales y sus rojos anaranjados, amarillos, azules y dorados.

5

Los personajes

Lástima y resignación

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La comitiva aparece cansada y resignada ante el empeño de la reina de peregrinar junto al ataúd de su marido. Lo transmiten los rostros, los cuellos ladeados y sobre todo la joven con un breviario abierto sentada al lado del monje encapuchado que reza arrodillado. En su rostro se lee agotamiento, aburrimiento y cierta lástima por la reina.

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El autor: Francisco Pradilla | Primor en la puesta en escena
El cuadro de historia fue el género más valorado entre 1856 y 1890. Se nota que los aprendizajes iniciales de Pradilla fueron con pintores expertos en decoración porque sus lienzos (La rendición de Granada, El suspiro del moro...) destilan escenografía y grandeza. Gustaron mucho en su época, sobre todo Doña Juana la Loca, con el que ganó medallas de honor en España y Francia. El reconocimiento lo llevó a la dirección del Museo del Prado.