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El bloc del cartero

Mezclas

Lorenzo Silva

Viernes, 21 de Junio 2024, 10:50h

Tiempo de lectura: 8 min

Un orgulloso abuelo celebra que sus nietos combinen con soltura el castellano, su lengua, con el euskera, el francés y el italiano, que les llegan de sus padres. A veces se subraya que las nuevas generaciones carecen de atributos que distinguían a las precedentes, y el ejercicio no es vano cuando se trata de virtudes, valores o capacidades que ayudan a ser mejor para uno mismo y para los demás, aunque alguna responsabilidad nos toca a quienes así los educamos. Sin embargo, se subrayan menos esas circunstancias que los distinguen de sus mayores para bien: por ejemplo, la mezcla de culturas con que ya nacen muchos de ellos. Quizá con ellos llegue la oportunidad para que nuestra sociedad supere dicotomías anacrónicas, que tanto contribuyeron a enrarecer y envenenar nuestro pasado.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Discutir

Mi padre era de familia humilde. Trece hermanos. Pobres. En la Guerra Civil huyeron de Málaga por la carretera de Almería y se libraron de milagro. Mi madre era de familia pudiente. Aristocrática. Tuvo cuanto quiso en su infancia. En la guerra lo perdieron todo. Los dos trabajaron, estudiaron y llegaron a lo más alto en sus profesiones. Nunca los oí discutir por sus circunstancias. Jamás he discutido ni discutiré con nadie por sus ideas políticas. Las respetaré hasta que me muera. Porque así eran mis padres. Así eran nuestros padres y así deberían ser nuestros hijos. Así tendría que ser este país. Porque esa generación se lo merece.

José María Gutiérrez Moreno. Correo electrónico


Flaco favor

Al final de un nuevo curso escolar se repite la demanda de algunas familias para que se apruebe a sus hijos a pesar de sus calificaciones y de las muchas oportunidades académicas previas que no aprovecharon. No en vano, este año, más allá de los exámenes, han primado otros criterios e instrumentos de evaluación, como los trabajos, las tareas, la participación en el aula... casi a partes iguales. Ahora, ante la promoción o la titulación, para estos progenitores lo importante no es que sus vástagos hayan aprovechado y aprendido, sino que pasen de curso; como sea. ¿No son conscientes del futuro que les espera? ¿Rechazan para ellos el que se forja con una buena preparación académica a cambio del de la mediocridad, conformándose con un aprobado ramplón, apelando a todo tipo de argumentos, estrategias, cuando no triquiñuelas, para que así sea? Dejándolos a los pies de los caballos de un porvenir cada vez más exigente y necesitado de profesionales cada vez mejor preparados, les hacen un flaco favor a sus hijos ¡y a la sociedad!

Joaquín García Andrés. Burgos


Su lengua castellana

Tres son mis nietos, Estíbaliz y Joanes, hermanos, y June. El otro día prometí a Estíbaiz que les escribiría una carta en la prensa para que cuando sean mayores puedan leerla y recordar a este aitite que los quiere con locura. Estos nietos me están haciendo pasar los mejores días desde mi jubilación con sus historias, sus medias palabras y, sobre todo, su castellano. Los dos primeros nietos hablan francés (su lengua materna), euskera (lengua paterna) y castellano del aitite. June también apuesta por su lengua materna, italiano, euskera por su aita y castellano del aitite. Es todo un juego vernáculo cuando juego con ellos. Ayer en el parque hablé con Estíbaliz. Me dijo: «los animales que más me gustan son la tortuga, que vive mucho, el murciélago que yo pueda ver y los pajaritos que vuelan alto». Pero lo que de verdad desea es quedarse toda la vida así de niña como hasta ahora. Menudo lujo de nietas y nieto, estoy orgulloso de los tres y quisiera que mi promesa a Estíbaliz se viese cumplida con la publicación de mi carta. Que puedan guardarla como yo guardo los recuerdos y escritos de mi aita.

Juan Carlos Audikana Hueda. Vitoria-Gasteiz


Cumpleaños feliz

Hace unos días fui invitado a un cumpleaños infantil. El bebé gatea feliz, ajeno a las vicisitudes de su alrededor. Sus padres han llegado a España hace algún tiempo con sueños nuevos y viejas decepciones. Son médicos, aunque solo ella ha logrado homologar el título y poder trabajar (y no en las mejores condiciones). Él aún espera que un funcionario ponga las manos sobre su vida para defenderse en el país que le ha dado la 'bienvenida'. Es aquí donde cabe preguntarse por qué el Estado concede la residencia parcial impidiendo que personas vulne-rables puedan utilizar sus armas para sobrevivir. ¿Por qué no se comprueba que esos papeles están ya presentados y se agiliza su homologación? En un país como España, con una carencia significativa de personal sanitario, es una incongruencia y una injusticia. Algún día su hijo, ya integrado, nos contará la lucha de sus padres por traerle hasta nosotros. Tendríamos que escucharlos.

Juan Carlos Mella. A Coruña


Un mal menor

Macron apareció en televisión anunciando el adelanto electoral mientras yo leía la última novela de Houllebecq, en la que el autor habla de una Francia que se prepara para unas elecciones presidenciales que ganará una estrella televisiva: un bufón posmoderno que representa de forma preclara a sus votantes. De pronto brotó en mi memoria la imagen de Macron tras ganar sus primeras elecciones. El vídeo de más de cuatro minutos, con él como único protagonista, que lo mostraba paseando por los pasillos del Louvre al modo de un héroe nacional que seguía viviendo en esa Quinta República de De Gaulle. Un pequeño Napoleón, sin carisma, con la suerte de los mediocres, totalmente alejado de la realidad de su país. Lo mismo ocurrió hace un par de años, cuando revalidó la presidencia gracias a la necesidad global de evitar al Frente Nacional. Esa ocasión la viví en París, y Macron volvió a organizar una fiesta en la que se proclamaba salvador de la república. Sin embargo, nada de ese triunfalismo vacuo se sentía en la calle. Al día siguiente, Libération bautizaba en su portada al presidente como «El mal menor». Viendo el panorama que tenemos a nuestro alrededor, tanto en casa como en las inmediaciones, supongo que, con un poco de suerte, eso es lo que nos espera a corto y medio plazo, un mal menor.

Eduardo Fernán-López. Villalpando (Zamora)


Usura de última generación

Vivimos tiempos convulsos, tiempos de cierta relajación social en los que nos lo tragamos todo. Sería el caso de ciertas tarjetas de crédito que, impunemente, asaetean al usuario, incluso, una vez fallecido. En mi caso narraré el problema con Pass-Carrefour. El titular falleció en febrero de 2022, pero, a pesar de hablar con las entidades emisoras de las tarjetas —todas hicieron lo correcto excepto la citada—, incluso después de haber caducado, continuaban realizando apuntes que eran cargados a mi cuenta, que nada tenía que ver con la del titular de la tarjeta. Catorce meses después del deceso comenzó la pesadilla con la financiera: se inició el vía crucis y las cartas amenazantes no se hicieron esperar... Inicialmente ese cargo no llegaba a los cien euros. Por supuesto, decían que fraccionarían el mismo en dos cómodos pagos, sin intereses, de 78 euros. O sea: un 50 por ciento más a pesar de ser un error de ellos que cargaban sin autorización ni conocimiento en una cuenta que no era de la persona fallecida, 14 meses después —tarjeta anulada/bloqueada desde febrero 2022, caducada 11/22—. En febrero, 24 meses después de la muerte, volvían a girar contra mi cuenta corriente, a sabiendas de que no correspondía, que los apuntes realizados a una tarjeta caducada ya no eran achacables al titular de la misma como acabó dictaminando la aseguradora. Ni por esas: ellos siguen en sus trece y molestando. ¿Por qué las autoridades permiten el abuso de estas empresas que llegan a crear verdaderos quebraderos de cabeza a los más desprotegidos que creen solucionar una emergencia con cargo a una módica cuota que es, en realidad, un mordisco a la yugular en su desesperación? Lo peor es que ya puedes ponerte en contacto con la susodicha empresa para que deje de molestar, de enviarte publicidad engañosa y, en cierta medida, de timarte: ni caso, las cartas —se ve que les salen gratis— siguen llegando al domicilio del fallecido. ¡País!

Juan Franco Crespo. Valls (Tarragona)


Los opositores se merecen algo mejor

Días de estudio, de esfuerzo, de soledad, de no estar con la familia… Esta es la vida del opositor durante mucho tiempo cuando pone todo de su parte para acceder a un trabajo estable. Esta dedicación merece que tenga un tribunal que valore y pueda actuar de la forma más justa posible, pero, ¿cómo se elige? ¿Y si en él hay personas que han ayudado a algunos de ellos durante un tiempo, que han participado en su preparación como opositores? La ley dice que esto no es posible, pero la Consejería de Educación de Cantabria hace oídos sordos y obliga a sus trabajadores a participar en ellos aunque esto sea así. Y yo me pregunto… En esta situación, ¿cómo puedo ser imparcial? ¿Cómo puedo olvidar que conozco a muchos de ellos y su situación personal, que les he ayudado a aprender, a prepararse para estas pruebas? ¿No se merecen todos un proceso más justo? ¿No se merecen algo mejor?

Ana Mª Helguera. Cantabria


LA CARTA DE LA SEMANA

MI PROPIO BAR

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+ ¿Por qué la he premiado?

Por esa imagen, que invita a cualquiera que reflexione a pasar, al menos por un instante, al otro lado de la barra.

Lo conocí una tarde de verano: al otro lado de la barra y sin hablar con los parroquianos. Solo cuando pedían sus consumiciones. De vez en cuando, al ver nuestros vasos vacíos, preguntaba si queríamos otra ronda. Mientras, leía las páginas de deportes de un periódico inglés; la música y los clientes eran los mismos cada día. Me costó llegar a una mínima conversación con él y un día me atreví: «¿Por qué ha puesto un bar?», le dije. Me contestó que, tras años visitando bares, se preguntó por qué no tenía el suyo. No siempre es fácil construir un mundo en un lado en el que uno mismo sea el dueño y no el mero visitante; a veces hay una nube que no te deja ver el otro lado. Los parroquianos disfrutan del ambiente si les agrada; el dueño debe ofrecer ese ambiente que los atraiga. Hoy muchas personas deciden montar, digámoslo así, su propio bar, pero no tienen en cuenta que no son esas mismas personas las que lo llenan, y no son capaces de ver el otro lado. Hay que lograr quitar la nube que impide ver ambos lados de una vida.

 Tomás López Agustín. Alcañiz (Teruel)

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