La coach más amada (y temida) de Hollywood Brad Pitt, Halle Berry, Jim Carrey... Los poderes de Ivana Chubbuck: de una niñez en el infierno a crear estrellas de cine
Esta mujer ha cambiado la vida a decenas de actores. Con su revolucionario método de interpretación, los ha convertido en estrellas y a ella misma en millonaria. Jamás deja filmar sus clases, así que contratamos una sesión privada con la nueva Stanislavski...
Miércoles, 01 de Marzo 2023, 11:02h
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La puerta del escenario se abre de golpe. Dos hombres salen en tromba. Se detienen, doblados y sin aliento. Intentan recuperar el resuello. Luego, uno se ellos le hace un gesto obsceno al mayor con su dedo índice. De repente, resuena un atronador: «¡Alto! ¡alto! ¡así no! ¡Esto no está bien!».
La voz profunda y áspera pertenece a Ivana Chubbuck, que dirige una prestigiosa academia de interpretación en Los Ángeles. Muchos se refieren a ella como la star whisperer, la mujer que susurra a las estrellas. Antes de pasar por sus clases, Brad Pitt hacía anuncios vestido con un disfraz de pollo; hoy es uno de los actores mejor pagados del mundo. Chubbuck también preparó a Halle Berry para su papel en Monster's ball. Ayudó a Jim Carrey a superar un profundo bache profesional y transformó a Sylvester Stallone en un actor de verdad. De Ivana Chubbuck se dice que es la nueva Stanislavski, aquel profesor ruso de teatro que revolucionó la interpretación a comienzos del siglo XX.
Su método exige que los participantes se abran totalmente, que desnuden su alma, motivo por el cual los periodistas no tienen acceso a los talleres. Como no se me permite presenciar sus clases, he optado por conocer su método en primera persona. Estoy a unos minutos de empezar mi clase particular con Ivana Chubbuck.
La mujer que susurra a las estrellas me envió hace días el texto de una escena de Birdman, la comedia negra del director Alejandro González Iñárritu. Mi personaje es Mike, un actor de teatro tan genial como enamorado de sí mismo. Mike flirtea con la joven Samantha sobre la azotea de un teatro de Broadway. Todo lo que Samantha quiere de mí, de Mike, es un beso. pero yo tengo que hacer lo posible para que ese beso no tenga lugar. Me cuesta relacionarme, soy un egocéntrico incurable y tengo problemas crónicos de erección. La verdad es que me siento algo pillado: sí, yo también soy un egocéntrico. Pero, a diferencia de Mike, odio los escenarios. No soporto hablar en público. Pero hay que vencer los miedos. Esa parte del método Chubbuck ya la tengo asumida. Y ha llegado el momento de ponerlo en práctica.
Una hora con Ivana
Comienza la hora de coaching privado con Ivana Chubbuck. ¡Uf! Vestida de negro, parece sacada de un catálogo de Prada y dirige una mirada cargada de dudas a la grabadora: «¿Está seguro de que quiere grabarlo? –me pregunta–. Van a salir cosas que no le gustará ver publicadas». Dicho esto, me pide que interprete mi papel. Ella hace de Samantha. Me estudia con sus ojos implacables y, cuando termino de interpretar mi escena, me siento como de hormigón armado.
Y entonces la señora Chubbuck saca su máquina de agitar el hormigón. Primero hablamos de lo que mi personaje quiere hacer con su vida, trabajamos sus motivaciones. Identificamos todos los miedos de mi personaje. La señora Chubbuck es una analista de guiones muy perspicaz. Lo que sigue es una sesión de terapia psicológica.
Pero hay un problema. Solo hay una cosa que odie más que subirme a un escenario: las conversaciones personales. Pero a la señora Chubbuck eso la trae sin cuidado. Es implacable. Solo necesitó cinco minutos para hacer que Beyoncé rompiera a llorar como una niña. Fue así como la preparó para su papel de la gran dama del blues Etta James en Cadillac Records.
Sentimientos, temores y traumas
Ivana Chubbuck indaga mi biografía, hace que me sumerja en ella en busca de una persona que me provoque los mismos sentimientos y temores que sufre mi personaje: ¿una persona que me pueda provocar problemas de erección?. «Una vez que identifiques a esa persona –me dice–, lo único que tienes que hacer es proyectarla en el personaje de Samantha».
Mi coach me dice que me imagine que estoy en alguno de los lugares donde viví experiencias negativas con esa sombra oscura extraída de mi biografía; que en mi interpretación tengo que superar todos los dramas vitales reprimidos. Porque no hay nada que les guste más a los espectadores que ver a otras personas superando sus traumas. Verlas vencer. Y no hay nada que aburra más a la gente que los perdedores. Chubbuck quiere que venza a mis demonios delante de ella. Tengo que poner en el papel todo mi dolor, toda mi rabia.
«Vamos, di lo primero que se te pase por la cabeza. Que no te de vergüenza. Todo lo que te hace sentir vergüenza es oro puro para tu interpretación»
La señora Chubbuck revuelve en mi vida sin un atisbo de piedad, busca recuerdos desagradables, cuando titubeo en una respuesta, chasquea los dedos insistentemente, me apremia. «Vamos, di lo primero que se te pase por la cabeza. Va, rápido, rápido. Lo primero que se te viene es la verdad. Vamos, venga. Que no te dé vergüenza. Todo lo que te hace sentir vergüenza es oro puro para tu interpretación. Utilicémoslo».
Me pregunta por relaciones pasadas y sueños que se me fueron por el sumidero. «Lo que hago es trabajar como lo haría un criminólogo —gruñe—. ¿Sabes a lo que me refiero?». Sí, sí que lo sé, asiento. «¡Pues, venga, a qué estás esperando!». Traza grandes círculos delante de mi cara con sus largos dedos de araña, da vueltas, se acerca y clava su aguijón en mi mente. No tarda en conseguir lo que necesita. Drama. Traumas. Ira. Odio. Desesperación.
Esto es terrible. Horroroso. De repente siento una enorme compasión por Beyoncé. ¿Acaso he reprimido cuidadosamente todos mis traumas para ahora arrojárselos a los pies a una millonaria norteamericana?
No tienes que actuar, tienes que ser
La señora Chubbuck me hipnotiza con su mirada de cuervo vestido de Prada. Su párpado derecho se cierra ligeramente. ¿Es un truco? Pues parece que sí porque no tardo mucho en rendirme. Le entrego mis secretos. Todos. Tengo las manos frías. Heladas. Las extiendo hacia ella. Quizá así se apiade de mí. Quizá así me dé su absolución.
Y lo hace: toma mis miserables y gélidas pezuñas de periodista europeo en sus cálidas manos hollywoodienses y me dice con voz profunda: «¿Ves? Funciona siempre. No tienes que actuar, tienes que ser. Y solucionar tus problemas al hacerlo. Es la única manera de ofrecerle al mundo un atisbo de esperanza. Porque esa es nuestra obligación como artistas. Tenemos que darle al mundo esperanza». Chubbuck se reclina en su sillón. Ha abierto mi coraza de hormigón. Ahora ya puede empezar a trabajar conmigo.
No tiene recetas milagrosas, me dice. Brad Pitt tuvo que dejarse la piel antes de que le permitiera pronunciar un par de líneas del guion. «Recrear el comportamiento humano requiere un montón de trabajo. Los seres humanos son endiabladamente complicados», concluye.
Cómo inventó su método... del dolor
La raíz de todo está en la infancia. Y la de Ivana Chubbuck fue un auténtico infierno. Un día, sin embargo, halló el modo de transformar sus traumas y sentimientos negativos en un revolucionario método de interpretación. Estas son las claves de su éxito.
∇ Chubbuck, la profesora de interpretación más influyente de la industria del cine, está marcada por el dolor. Se considera una superviviente. Nació y creció en los suburbios de Detroit en una familia de siete hermanos. Su padre, un adicto al trabajo, siempre estaba ausente y su madre, que además de ser bipolar sufría un trastorno de acumulación compulsiva que la llevaba a almacenar cientos de objetos en casa, convirtió su infancia en un infierno.
∇ Sufrió malos tratos físicos y abuso psicológico y emocional. «Asumí que si mis propios padres no me querían, ¿cómo iba a quererme nadie más?», ha explicado. Se convirtió en una adolescente autodestructiva, que consumía drogas y que apenas se relacionaba con nadie. Con 13 años descubrió un teatro de barrio y, poco a poco, dio salida a esos traumas reprimidos. El escenario se convirtió en un refugio, un lugar donde querer y ser querida. Quizá por eso decidió convertirlo en su profesión. Mientras trataba de ganarse la vida como actriz, empezó a impartir clases de interpretación. Pronto descubrió que se le daba bien. Tenía un don para analizar guiones y personajes y terminó en la prestigiosa escuela Juilliard de Nueva York antes de montar su propio estudio en Los Ángeles.
∇ Por el camino construyó su propio método, inspirado en realidad por su padre, un superviviente del Holocausto que, siendo adolescente, escapó de la Alemania nazi a Estados Unidos y se convirtió en un prestigioso abogado. o, como le gusta explicar a Chubbuck, que esquivó la autodestrucción y usó su dolor como gasolina hacia el éxito.
∇ En 2004, Chubbuck publicó su libro El poder de la actuación, toda una biblia para algunas estrellas (Eva Mendes jura que no sale de casa sin él) y un manual imprescindible para estudiantes de arte dramático. Pero ¿en qué consiste su método?
∇ Basado en la psicología, las ciencias de la conducta y la cultura antropológica, su propia creadora lo define así: «Usar tus emociones, tu dolor y tu trauma como combustible para alimentar tu habilidad para superarte y ganar». Su traducción práctica consiste en sentarse y hablar de los grandes y pequeños traumas de la infancia, en confesar los secretos inconfesables, en identificar abiertamente las inseguridades propias y en proyectar, después, todos esos sentimientos negativos en una escena o un personaje. A primera vista, sus clases se asemejan más a una sesión de psicoterapia que a una clase de arte dramático.
De niña sufrió malos tratos y abuso psicológico. Su madre era bipolar y su padre, adicto al trabajo, siempre estaba ausente
∇ Pero para ella hay una diferencia fundamental: la terapia sirve para gestionar los sentimientos y llevar una vida libre de traumas; la interpretación requiere del trauma para llegar a la verdad de los personajes. Según Chubbuck, su objetivo último consiste en empoderar a sus pupilos. Y eso se puede aplicar al oficio de actor, pero también a otras disciplinas. De hecho, algunas grandes empresas norteamericanas ya imparten seminarios para ejecutivos basados en su método.
∇ Chubbuck también heredó de su padre la adicción al trabajo. Dedica once horas al día a su negocio (fines de semana incluidos). Por eso no soporta las quejas de sus pupilos. Tiene fama de ser apasionada y algo agresiva en sus métodos, pero dicen que a la larga sus clases funcionan. Incluso para algunos de los actores más consagrados de Hollywood.
∇ Convertida en la gurú de toda una generación de estrellas, Ivana Chubbuck, de hecho, es incluso algo más para actrices como Halle Berry. «Ivana es la profesora de interpretación más importante del siglo XXI. Su filosofía trasciende a lo que una vez conocimos sobre el arte. Fuerza a los actores, a través de su propia catarsis, a descubrir formas auténticas de llevar la complejidad de la vida a la pantalla». Y eso también es una forma de arte.
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