A mucha gente, si le anuncias que vas a ir a comer una hamburguesa, te miran raro, incluso con la pena de ver como una persona destroza su salud y acumula boletos para un bonito infarto. Pero esto, como tantas cosas, es en la mayor parte de los casos, una falsedad. Te cuento por qué
Recientemente se publicó en Cantabria en la Mesa un reportaje sobre dónde comer las mejores hamburguesas en Cantabria. Y creo que nunca hemos hablado de estas nutritivas exquisiteces, tan maltratadas por la opinión pública en general. Hoy toca.
A mucha gente, si le anuncias que vas a ir a comer una hamburguesa, te miran raro, incluso con la pena de ver como una persona destroza su salud y acumula boletos para un bonito infarto. Pero esto, como tantas cosas, es en la mayor parte de los casos, una falsedad. Las hamburguesas pueden ser un alimento nutritivo, delicioso e incluso saludable. Todas las bondades y las maldades de las hamburguesas derivan de una sola circunstancia: se elaboran con carne (u otros productos) picada a la que se le puede añadir todo lo que se nos ocurra.
En primer lugar tenemos que partir de productos de buena calidad, como carnes magras de ternera, pollo, pavo, pescado o las alternativas vegetarianas. Todo picado siguiendo escrupulosamente toda las medidas higiénicas para que no se contamine de bichitos indeseables como la salmonella, los E. Coli y la, hoy famosa, listeria.
La carne picada genera oquedades donde se esconden con facilidad estos agentes infecciosos. Recordad que hay que cocinarlas de tal forma que alcancen, al menos 70 grados Cº en toda su masa. ¡Ojo! Si se compran ya congeladas hay que descongelarlas antes de freírlas. Si se añaden congeladas a la freidora (como pregonan las instrucciones del fabricante) es muy probable que se quemen por fuera y estén crudas (y quizá con bichitos) en el centro. Cuando comemos un chuletón, podemos dejar su interior crudo sin peligro, ya que en el interior de ese músculo intacto de la vaca no puede haber gérmenes dañinos.
Otro problema de las hamburguesas deriva de otro de sus principales componentes: la grasa. Lo que da cualidades de sabor y textura a la hamburguesa es la grasa que se mezcla con el magro de la carne. Si usamos mucha grasa y de mala calidad, tendremos un filete con muchas calorías y grasas que aumentarán nuestros triglicéridos y colesterol.
La salud de la hamburguesa también depende, en gran medida, de las salsas y demás acompañamientos. En especial si queremos que la hamburguesa sea saludable el panecillo que la envuelve debe ser elaborado de manera natural. Hay que utilizar semillas o harinas integrales, lo que junto con la lechuga y rodajas de tomate, aumentan el aporte de vitaminas al plato.
Las salsas también son importantes para agregar nutrientes saludables al plato. Podemos elaborar salsas a base de queso, aceite de oliva, aguacate o yogur desnatado.
Podemos añadir vegetales guisados o crudos (pimientos, legumbres, arroz) y condimentos a nuestro gusto (cúrcuma, curry o pimentón de la Vera). Las opciones son muchas. Con nuestra creatividad podremos lograr alternativas coloridas, nutritivas y saludables que reivindiquen la posición de la denostada hamburguesa en nuestra dieta. Los que son ya talluditos, como yo, recordarán que cuando éramos pequeños nuestras madres nos daban de comer filetes empanados de carne picada, que en este caso se llamaban filetes rusos y formaban parte de la dieta mediterránea.
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