De referencia en el paronarma culinario español, Begoña Rodrigo, propietaria en Valencia del restaurante La Salita –con una estrella Michelin y dos soles Repsol–, se mostró tal y como es: valiente, directa, guerrera y sin pelos en la lengua. Atribuyó a su carácter y a su forma de enfrentarse a las cosas haber tardado en caer bien a la crítica. Reconoció no sentirse cómoda interactuando con el cliente en la sala, encajar bien las críticas a pesar de la fama y no dar valor a lo que escriben los críticos. «En según qué momento un comentario negativo ayuda. Es cierto que entre líneas puedes ver cosas –en las redes sociales– y una mala crítica a tiempo puede ahorrar muchas facturas, pero me parece muy triste que se planten delante de un ordenador y escriban lo que escriben. Después de jornadas de 15 o 16 horas, nadie puede pensar que no tratamos de hacer bien las cosas».
El reconocimiento de los inspectores de la famosa guía roja llega cuando más o cuando menos se espera. En el caso de la chef valenciana el primer macarón de la guía Michelin llegó más tarde que el respaldo mostrado por los clientes. «Salir en la tele no me favoreció y me llenó el restaurante. Pero, después de ganar Top Chef (2013)los críticos no pasaban por mi restaurante. Sé que a algunos les molestaba que trabajaramos bien sin su beneplácito pero teníamos el de nuestros clientes. No me molesta que critiquen mi cocina, puede gustar o no, pero que lo hagan de forma despectiva no lo entiendo».
«No me molestan las críticas, sí que lo hagan de manera despectiva. En según qué momento un comentario negativo ayuda»
«En esta profesión hay gente que sabe cómo ganar una estrella, lo tengo claro, pero yo no he sentido nunca ansiedad», eso sí, el día que la recibió, «esa sensación no la voy a olvidar jamás, especialmente cuando vi a mi equipo emocionado». Anecdóticamente recordó cómo fue esa llamada...: «Estaba en México y me llamó Mayte Carreño para invitarme a la gala Michelin 'porque era mujer'. Me pareció feísimo y la dije que no pensaba ir de florero de nadie por el simple hecho de ser mujer no iba a ir a ningún sitio. Al final me convenció el padre de Macarena de Castro para no convertirme en el Andoni Aduriz en versión femenina».
Nuevas oportunidades
La pandemia del covid ha puesto en jaque a la hostelería y restaurantes gastronómicos como La Salita han tenido que buscar alternativas. «Afortunadamente cuando esto empezó esto hace un año, nos habíamos cambiado a un local enorme, con una terraza preciosa y seguimos esperando a ver si nos dejan abrir con un mínimo de aforo en el interior. De momento estamos con el la comida para llevar con el fin de estar activos. Lo que nos ha enseñado esta pandemia, sobre todo a los gastronómicos, que dicen que vivimos mucho del turista extranjero, es que desde que abrimos hemos trabajado con clientela muy local y hemos alucinado porque han venido clientes nuevos y jóvenes. Es verdad que hay mucho menos ocio y ahora se gastan el dinero en comer o cenar. Todo el tiempo que hemos estado abiertos hemos tenido afluencia de gente muy interesante que nos ha enseñado mucho».
«El machismo existe en muchos ámbitos pero personalmente no lo he vivido. Siempre he tenido compañeros y amigos fantásticos en el sector»
Sobre la moda de la comida para llevar, la chef valenciana reconoció tener demonizado este servicio. «Nos hemos reinventado con la comida para llevar y me ha parecido de las cosas más complicadas que he hecho. David Muñoz nos ha allanado mucho el terreno, antes se pensaba que esto era cutre. Quiero creer y sueño que la gente volverá a los restaurantes... Nos han quitado un año de muchas vivencias.
Mujeres en la cocina
Sobre los diferentes obstáculos que la mujer ha tenido que sortear en esta profesión, Begoña identificó como principal problema a una generacion perdida. «Tengo 45 años y con 20 nadie quería ser cocinera y dedicarse a esto. No queríamos ser artesanas, ese tipo de oficios que habían hecho nuestras abuelas, éramos una generación más moderna... Pero ni siquiera los cocineros, cuando se encontraron con esta revolución, eran conscientes de que esta profesión iba coger tal volumen, empaque, seriedad y reconocimientos como tiene ahora. Hay una generación entre 40 y 50 años que está un poco perdida y las que hemos llegado a esto por carambola nos hemos reencontrado y está muy bien».
En el marco del Día Internacional de la Mujer, Begoña Rodrigo quiso romper una lanza a favor del género masculino desde su experiencia personal. «Siempre he tenido compañeros fantásticos y muchos amigos dentro del sector, que me lo han puesto bastante fácil y yo creo que el día de la gala de las estrellas se demostró la cantidad de amigos que tengo dentro del sector y lo bonito que fue el recibimiento. El machismo existe en muchos ámbitos pero personalmente no lo he vivido. Recuerdo el día que, por decir que no ponía lavadoras porque me salían muy caras, me tacharon de arrogante. Creo que soy buena para hacer otras cosas y poner una lavadora me resta mucho y a mí no me aporta nada. En cinco años vamos a ver como muchas empresarias y cocineras sacan la cabeza». Y su próxima meta, la segunda estrella Michelin.
«Tenemos la obligación de reflexionar e ir un poco más allá»
Begoña Rodrigo dice que su cocina es ligera y amable, basada en verduras, pescados y proteínas animales. «Desde hace un tiempo, y sobre todo ahora que tenemos una estrella, los restaurantes gastronómicos tenemos la obligación de reflexionar e ir un poco más allá, ofrecer al cliente algo que no se encuentra en cualquier otro sitio. He sido una 'comelibros' y he reinterpretado numerosos platos, pero estamos en otro nivel y hay que innovar. He dejado de creer en los menús degustación y soy más partidaria de la carta. Hay clientes que simplemente quieren disfrutar, no un menú de 15 platos».
'La Agroalimentación del siglo XXI: productos, nutrición y gastronomía'
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